Mes: diciembre 2023

  • La LGTBIfobia no se determina por la pertenencia al colectivo de la víctima (quizá ni siquiera sepa que lo es), sino por la actitud LGTBIfóbica del agresor. No se trata de las agresiones a personas LGTBI, sino de considerar la identidad LGTBI como algo denigrante.

    Nando López
  • Deja de idealizar

    Idealizar y / o simplificar en exceso aspectos de la vida ignorando su complejidad, no solo puede ser tóxico, sino que puede ser fatal para tu bienestar, para una relación de pareja o tu economía; distorsionas la realidad, generas expectativas poco realistas y aumentas la presión sobre ti mismo y sobre los demás para alcanzar estándares inalcanzables. Si idealizas, harás comparaciones constantes y terminarás aumentando la presión sobre ti mismo y sobre los demás para llegar a un nivel que está fuera de tu / su / vuestro alcance. Te sentirás insuficiente, todo te parecerá poco y estarás siempre a la búsqueda de más y más y más.

    Tenemos que aprender a reconocer la auenticidad y la diversidad de las experiencias humanas, las relaciones y las perspectivas de futuro.

  • «The Weirdest People in the World»

    «The Weirdest People in the World»

    Estoy leyendo «The Weirdest People in the World,» de Joseph Henrich, y la introducción casi me hace llegar tarde al trabajo. Heinrich argumenta que las sociedades occidentales son «WEIRD» (acrónimo en inglés para «Western, Educated, Industrialized, Rich, and Democratic»), lo que significa que tienen características psicológicas únicas en comparación con otras sociedades del mundo. Dice que estas características peculiares se pueden rastrear hasta eventos históricos particulares y que, en definitiva, las investigaciones en psicología están sesgadas por las características de la muestra respecto a la población objeto de estudio. Sorpresa.

    Uno de los elementos clave de su argumento es la conexión entre la Reforma Protestante y la alfabetización generalizada. El Protestantismo promovió la idea de la lectura individual de la Biblia para realizar una interpretación no mediada y abogó por la alfabetización de la población para, precisamente, tener acceso a las Escrituras. Esto contrastaba con la tradición católica de la época, que a menudo limitaba el acceso directo a los y ponía en circulación la interpretación específica generada por las autoridades religiosas.

    Henrich sugiere que la promoción de la alfabetización y la lectura individual de la Biblia contribuyó al desarrollo de una mentalidad individualista en la cultura occidental. Además, argumenta que esto tuvo implicaciones más amplias para la cooperación social y el desarrollo económico. La idea es que el énfasis en la lectura individual y la interpretación de textos religiosos llevó a una mayor valoración de la autonomía individual, la toma de decisiones y la responsabilidad personal, lo que a su vez habría influido en la formación de instituciones que fomentan la cooperación y el desarrollo económico.

  • La depresión no es estar triste.

    La ansiedad no es estar agobiado.

    La bipolaridad no es cambiar de humor.

    El TDAH no es ser inquieto y distraído.

    Estar delgada no es ser anoréxica.

    No tener hambre no es ser bulímica.

    Ser tímido no es ser autista.

    Ser organizado no es tener TOC.

    Ir al psicólogo no es estar loco.

  • ¿Qué es el «síndrome de Münchhausen»?

    ¿Qué es el «síndrome de Münchhausen»?

    El síndrome de Münchhausen, con dos haches, llamado trastorno facticio en el DSM-5, es un trastorno psiquiátrico en el que una persona simula o inventa síntomas de una enfermedad con el objetivo de recibir atención médica. Este trastorno puede implicar la activación de un comportamiento orientado a inducir síntomas o lesiones en sí mismo, como ingerir sustancias tóxicas o autolesionarse. E. d., además de simular unos síntomas, pueden estar también padeciéndolos, por ejemplo, por la ingesta de algo que provoque tales síntomas. También pueden falsificar los registros médicos o inducir la aparición de marcadores biológicos en las pruebas diagnósticas. La consecuencia, buscada, es que la persona termina recibiendo atención médica y del entorno.

    El Münchhausen puede presentarse en dos formas, bien hacia uno mismo, bien hacia una tercera, en cuyo caso se denomina que es «por poderes» (o hablamos de un «trastorno facticio por poderes»): en este caso, el individuo, generalmente un cuidador, inventa o causa enfermedades en otra persona, a menudo un niño o una niña, con el fin de obtener atención médica. O sea, el niño o la niña: la compasión que genera la enfermedad provoca actitudes de apoyo social, lástima, ayuda y, sobre todo, atención. Si el Münchhausen ya da yuyu, éste segundo pone los pelos de punta. En cualquier caso, sea por poderes o no, involucran la producción intencionada de síntomas físicos o psicológicos para engañar a los demás y obtener atención.

    ¿Cuál es la diferencia entre el Münchhausen y la hipocondría?

    El síndrome de Münchhausen y la hipocondría son dos condiciones diferentes, aunque comparten ciertas similitudes en el sentido de que ambas involucran una preocupación excesiva por la salud. Mientras en el Münchhausen los síntomas son inventados y, si no lo son, es porque son provocados, lo que implica que el individuo es consciente del engaño. En la hipocondría, oficialmente el trastorno de ansiedad por enfermedad, la persona experimenta una preocupación genuina por su estado de salud, generalmente porque interpretan de forma exagerada fenómenos observados, como un sarpullido o un dolor de cabeza: es más o menos pensar que tu migraña es debida a un tumor cerebral inoperable o, como me pasa a mí, que cuando me rasgo tengo sarna, ladillas o cualquier otra venérea. ¿Me pasa? Sí, con frecuencia. Sobre todo lo de las ladillas: me las noto correr por todo el cuerpo, saltando y bailando al ritmo de cualquier canción de Mariah Carey. Pero volviendo al tema, la diferencia entre el Münchhausen y la hipocondría es que en el segundo el individuo está convencido de padecer la enfermedad, sea ésta real o no. En el primer caso, no. Que se dé una condición médica es irrelevante.

    Ojo con decir que tal persona es «hipocondríaca»

    Todos lo hemos hecho alguna vez: «tal persona es hipocondríaca, es insoportable». Lo segundo, vale. Lo primero es peligroso. Primero, porque estamos utilizando una etiqueta aplicada a un diagnóstico de salud mental cuando en realidad lo que queremos decir es que el comportamiento de una persona nos molesta. No, una cosa es tener una enfermedad mental y otra ser estomagante. Igual, el gilipollas es quien va haciendo diagnósticos sin ton ni son, como lo del trastorno de personalidad narcisista. Ya no hace falta estudiar psiquiatría o psicología para conocer el tema en profundidad: con mirar dos reels de instagram es suficiente.

    Segundo, cuando nos ponemos a diagnosticar enfermedades mentales a cualquiera y normalizamos el uso de esas etiquetas (anoréxica, hipocondríaco,…) estamos equiparando un comportamiento que puede ser más o menos molesto o sorprendente o que no entendemos con un problema de salud real. No es lo mismo comer poco que ser anoréxico. El problema es que, a fuerza de repetirlo, terminamos generando un escenario en el que, al final, se presta menos atención a los problemas y a las situaciones que requieren una intervención real. Es esencial abordar los síntomas de manera seria y buscar una evaluación médica adecuada para descartar posibles problemas de salud. Pasa con «estar deprimido» como con «me han hecho bullying». No, el bullying es un proceso muy concreto y si terminamos diciendo que es bullying una situación que no es tal, terminamos extendiendo la idea de que el bullying es menos serio de lo que en realidad es. No es lo mismo estar triste que estar deprimido.

    Tercero: ¿a santo de qué vas tú ahora a hacer circular un rumor? No. Tanto si hablas de la intimidad de la persona como de… oh, espera, que si una persona sufre un trastorno mental de verdad no eres tú quién para hacer que la información circule porque eso es información privada de la que no eres dueño. O sea, que tanto si tienes razón como si no la tienes, lo que debes hacer es callarte la boca: o no tienes razón o no tienes derecho a decir lo que estás diciendo. E insisto: utilizar términos psiquiátricos de manera inapropiada contribuye a la minimización de los trastornos mentales y puede desalentar a las personas que realmente necesitan ayuda de buscarla.

    Es crucial abordar los problemas de salud mental con sensibilidad y precisión en vez de al tuntún y sin tener ni idea. El diagnóstico y la atención médica deben ser proporcionados por profesionales de la salud entrenados y entrenadas que puedan realizar una evaluación exhaustiva y brindar el tratamiento adecuado. Etiquetar a alguien de manera incorrecta puede tener consecuencias negativas tanto para la persona como para la comprensión general de los trastornos mentales.

  • No se habla de la sexualidad de la gente

    Ana Millán dice, en un post de Instagram:

    No se habla de la sexualidad de la gente. Sobre todo, porque hacemos una cosa alucinante: "Y entonces estábamos en una fiesta y llegó un amigo de Pedro, que es gay,..." ¿Por qué me das esta información? ¿Por qué no me has dicho que Pedro es hetero? Porque nadie dice: "Y estábamos en casa de Pedro, que es hetero, y llegó un amigo suyo, que es gay, y entonces su madre trajo pasteles, su madre es hetero..." Nadie hace eso. Entonces, por algún extraño motivo nos creemos con la licencia de hablar de la sexualidad de la gente sin que venga a cuento. Porque yo entiendo, que si tú de repente me dices "oye, me gustó tu amigo Pedro" y yo te digo "amiga mía, a Pedro le gusta Luis", ahí si viene a cuento.

    Maravillosa.