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¿Para qué aprender una lengua “que no sirve para nada”?
De todas las lenguas pre-europeas que se hablan en Norteamérica, únicamente el Navajo está “a salvo” de la desaparición a corto o medio plazo. Según Ethnologue, unas 170.000 personas la hablan como primera lengua, aunque la mayoría habla inglés con fluidez.
La muerte de las lenguas es un fenómeno habitual. Según Austin y Sallabank (2011), entre el 50% y el 90% de las lenguas que se hablan en la actualidad, más de 6.000, habrán desaparecido o estarán en una situación crítica dentro de 80 años.
Según la UNESCO, la vitalidad de las lenguas se puede clasificar en:
- Lenguas “a salvo”.
- Lenguas “vulnerables”, si las generaciones más jóvenes no hablan la lengua fuera del ámbito familiar.
- Lenguas “en peligro”, si las generaciones más jóvenes no hablan la lengua.
- Lenguas “en peligro severo”, si sólo la habla la gente mayor.
- Lenguas “en peligro crítico”, si sólo hay algunos hablantes muy mayores.
- Lenguas “muertas”, si no se puede localizar a ningún hablante.
¿Y qué? ¿A quién le importa que se muera una lengua? Si una lengua está muerta ya “no sirve para nada” y entonces, ¿para qué hay que mantenerla? ¿Es necesario que se estudie en las escuelas? ¿No es un lío tremendo esto de hablar tantas lenguas? Hay quien mantiene que algunas lenguas “no tienen utilidad” y que “es una tontería enseñarlas en el colegio” porque “para eso ya tenemos una lengua de todos” y que todo ese esfuerzo para aprenderla debería dedicarse a hacer algo “verdaderamente útil”, como aprender inglés. Suele ser la misma gente que dice que el catalán es una lengua “moribunda”, la lengua materna de cuatro millones de personas.
La UNESCO, por cierto, tiene un atlas lingüístico en el que pasarse las horas.
Referencias
- Austin, P. K., & Sallabank, J. (Eds.). (2011). The Cambridge handbook of endangered languages. Cambridge University Press.
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You can’t date your fuck buddy
You can’t date your fuck buddy. You wanna take the only person in your life that’s there purely for sex and make him into a human being? Why?
Samantha Jones (Sex and the City) -
Las papeletas más grandes
Dinamarca tiene las papeletas para votar más grandes del mundo occidental. Luego pienso: ¿qué hacen en España con todas las papeletas que no se usan? ¿Por qué tienen que pegarse los interventores por la posición que ocupan las papeletas en las mesas? ¿No sería más fácil y más barato usar una única página para todos, como hacen en otros países, como Dinamarca?
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Sobre el «instinto maternal»
Gergen dice que las características atribuidas a ciertos constructos que ahora tenemos naturalizados han evolucionado a lo largo del tiempo. A propósito de la maternidad dice lo siguiente:
«En la época moderna consideramos que el amor de una madre por sus hijos representa un aspecto fundamental de la naturaleza humana, así como que las emociones tienen una base genética. Si una madre no muestra amor por sus hijos, nos parece inhumana. No obstante la historiadora francesa Elizabeth Bandinter sostiene que no siempre fue así. En Francia e Inglaterra, durante los siglos XVII y XVIII, los niños vivían en forma marginal. Los escritos de la época ponen de relieve una generalizada antipatía hacia ellos, porque nacían en el pecado, significaban un fastidio insoportable y, en el mejor de los casos, solo servían para jugar o para convertirse en el futuro en labradores. Entre los pobres, que no practicaban el aborto ni tenían fácil acceso al control de la natalidad, abandonar a un hijo era una costumbre difundida. A todas luces, el concepto de instinto maternal habría aparecido extraño en estas sociedades.
Más aún, incluso la lactancia del niño era vista en muchos círculos como una pérdida de tiempo para la madre. Si la familia era lo bastante rica, el recién nacido era enviado al campo la mayoría de las veces para que alguna nodriza se ocupara de él; Y a raíz de los malos tratos que recibían de estas nodrizas, o de que la leche que le estaban no fuera alimento suficiente, era muy común que estos niños murieron. Esas muertes infantiles se tomaban como un asunto de rutina, ya que a la larga o a la corta un niño era reemplazado por otro; los diarios íntimos, al relatar las costumbres familiares, muestran que la muerte de un niño causaba tampoco inquietud en la familia como la de un vecino, o menos; son las actividades económicas de la familia a lo largo de aquella jornada ocupaba más espacio.»
Toma ya.
Referencias
De Gergen, K. J. (1992). El asedio del yo. En «El yo saturado: dilemas de identidad en el mundo contemporáneo» (pp. 19-40). Buenos Aires: Paidós.
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La esperanza de vida varía con al ubicación social. Aún en la sociedad norteamericana contemporánea existe gran discrepancia entre la esperanza de vida de los individuos de clase baja y de los de clase alta.
Además, tanto la incidencia como el carácter de la patología varían según la ubicación social. Los individuos de clase baja suelen ponerse enfermos con más frecuencia quel os de clase alta; asimismo, tienen enfermedades diferentes. En otras palabras, la sociedad determina cuánto tiempo y de qué manera vivirá el organismo individual. Esta determinación puede programarse institucionalmente ne la operación de controles sociales, como en la institución del derecho.
BERGER, P. y LUCKMANN, T. (1993). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu, p. 223Toma ya.
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Instagrindr
Ayer me escribe un pavo por Instagram, que hola, que qué tal, que de dónde soy. Hasta ahí todo raro, pero nada del otro jueves. Instagrindr.
A la 1.30 de la madrugada me suena el teléfono. Me despierto y lo cojo porque a esas horas uno se espera lo peor. Oigo que cuelgan. Miro a ver quién es. Era el pavo.
Le escribo preguntándole que qué ha pasado y que por qué me había llamado. Yo estaba más cabreado que una mona. Me dice que se había equivocado, que le perdonara, que estaba muy avergonzado. Le digo que no pasa nada. Él añade: «pero si quieres, te llamo». Me quedo estupefacto pero no respondo.
Apago la luz. Me doy la vuelta. Intento dormir y a los diez minutos vuelve a sonar el teléfono. El mismo tío. Obviamente, lo bloqueé.
La gente tiene formas muy raras de ligar.
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La meritocracia de la felicidad
Los estereotipos de género y los estándares de belleza no son las únicas ideas a las que nos exponen los medios de comunicación: el 75% de las veces que sale un enfermo mental en la televisión lo hace mostrando un comportamiento violento (Harper, 2005) y, además, estos personajes son diez veces más proclives a actuar al margen de la ley (Diefenbach and West, 2007). O sea, que además de los roles sexistas y unos estereotipos de belleza que priman la delgadez frente a la salud, también nos están haciendo creer (o nos estamos dejando convencer) de que las personas con problemas de salud mental son peligrosas y pueden ser criminales.
Este sesgo tiene dos consecuencias: la primera es que no queremos tener a nuestro alrededor a personas que sabemos que tienen un diagnóstico , p. ej., de esquizofrenia, aunque la evidencia apunte a que, si está tratada, se producen menos casos de agresión a terceros. En todo caso, no tratada es responsable de de comportamientos violentos con un 30% más de frecuencia que con respecto a la población no diagnosticada y, en todo caso, las cifras no están claras (Li et al., 2020). Lo importante es que si conocemos a una persona con esquizofrenia es porque ésta ha recibido un diagnóstico, y si ha recibido un diagnóstico, probablemente tiene tratamiento. De ser así, la probabilidad de que sea violenta es igual o menor que cualquier otra persona. Pregunta: ¿no hay muchos pacientes que se dejan los tratamientos médicos? Sí, un 50%, pero hay otros factores que pueden influir en la tasa de adherencia al tratamiento, como el círculo de apoyo de los pacientes, el sistema de salud y, atención, sorpresa, la pasta: cuanto más pobre seas, más chungo lo tienes (Cañas et al., 2013).
La segunda consecuencia es que las personas que tienen diagnósticos psiquiátricos y sus familias tienen que soportar un estigma: decirle a alguien que eres bipolar o que tu hija tiene anorexia es el nuevo salir del armario o es incluso más difícil. De ahí se deriva la cultura del «soy súper feliz», «¿has probado con la meditación?» y el «aquí, sufriendo» de Instagram. La infelicidad está mal vista, es obligatorio ser optimista, disfrutar en familia o con amigos y pasarlo siempre súper bien y quien no está siempre en un estado de satisfecha embriaguez con su vida es porque no quiere. Los amargados de toda la vida. Esto es otra manifestación del «si quieres, puedes», «no trabaja porque le gusta vivir de las ayudas» y demás tonterías basadas en la ley del esfuerzo y en el todos somos libres.
Vamos, nada nuevo: ni la depresión se cura con yoga, ni hace falta ser bipolar para liarla parda, ni el cáncer se cura siendo optimista.
Referencias
- Cañas, F., Alptekin, K., Azorin, J. M., Dubois, V., Emsley, R., García, A. G., Gorwood, P., Haddad, P. M., Naber, D., Olivares, J. M., Papageorgiou, G., and Roca, M. (2013). Improving Treatment Adherence in Your Patients with Schizophrenia. Clinical Drug Investigation, 97–107. https://doi.org/10.1007/s40261-012-0047-8
- Diefenbach, D. L., and West, M. D. (2007). Television and attitudes toward mental health issues: Cultivation analysis and the third-person effect. Journal of Community Psychology, 181–195. https://doi.org/10.1002/jcop.20142
- Harper, S. (2005). Media, Madness and Misrepresentation. European Journal of Communication, 460–483. https://doi.org/10.1177/0267323105058252
- Li, W., Yang, Y., Hong, L., An, F.-R., Ungvari, G. S., Ng, C. H., and Xiang, Y.-T. (2020). Prevalence of aggression in patients with schizophrenia: A systematic review and meta-analysis of observational studies. Asian Journal of Psychiatry, 101846. https://doi.org/10.1016/j.ajp.2019.101846
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