Acabo de darme cuenta de que una cosa que escribí coincidió con que alguien hizo algo. Y ese alguien puede interpretar, que lo que escribí fue la reacción a eso que hizo.
Me la suda. Y me siento fenomenal darme cuenta de que me da igual.
Acabo de darme cuenta de que una cosa que escribí coincidió con que alguien hizo algo. Y ese alguien puede interpretar, que lo que escribí fue la reacción a eso que hizo.
Me la suda. Y me siento fenomenal darme cuenta de que me da igual.
Estoy exhausto. No puedo ni moverme. Pero no del esfuerzo físico, sino de haberle dado a la cabeza durante muchas horas seguidas.
Quien diga que pensar no cansa, miente.
¿Y yo por qué me meto en estos fregaos? ¿A santo de qué me viene ahora la movida de reproducirme?
¿Cómo será ser padre a los 50? Pregunto.
Que viva Polonia, la pintura con tinta y la madre que te parió.
No es una maravilla, pero se lo haría leer a todas esas familias que delegan en los colegios la educación de la muchachada con exigencias y normas para las maestras y los maestros.
Hoy he vuelto sobre el mismo pensamiento: si mi mayor problema es pensar cuándo voy a ir a comprarme una Thermomix, es que la vida me va bien. Es el primer día que pienso esto después del incidente.