• Algunos mitos sobre el TDAH. Spoiler alert: son falsos

    Algunos mitos sobre el TDAH. Spoiler alert: son falsos

    El TDAH no existe, es un cuento de las farmacéuticas para vender. La medicación para el TDAH es droga. Las niñas no tienen TDAH. Si tienes TDAH, llevas una vida de mierda. Los adultos no tienen TDAH. Una buena educación (o incluso una hostia a tiempo) y verías como se acaba el cuento del TDAH.

    No es el único diagnóstico de saludo mental sobre el que se dice algo parecido: hay quien cree que la depresión no existe, o que la anorexia es sólo una fase y que todo se pasa tomándose las cosas con tranquilidad. Mis favoritos sobre el TDAH son tres: uno, que es una condición que afecta mayoritariamente a niños, no a niñas, que se desvanece mágicamente al llegar a la dead adulta, cuando se madura y que es un invento de las farmacéuticas para vender medicación y para drogar a los niños con ánimo, yo qué sé, de conquistar el mundo.

    ¿Para qué tratarlo?, ya se les pasará

    Primero: no tratar el TDAH es lo mismo que ignorar la presión arterial o el colesterol altos. Sin medicación, el TDAH implica algunos riesgos importantes para la salud y el bienestar: según Brunkhorst-Kanaan et al (2021), los individuos con TDAH sin medicar tienen un mayor riesgo de sufrir accidentes a lo largo de la vida, un riesgo que es especialmente alto entre los 18 y los 25 años, por ejemplo, de sufrir un accidente de tráfico. Además, presentan una mayor tasa de abuso de sustancias y de sufrir trastornos de la conducta, así como cuadros depresivos y de ansiedad. Esto último también lo confirman Jensen (2001) y Daviss (2008).

    Los mitos que circulan hacen que muchas familias, cuando uno de sus miembros recibe un diagnóstico de TDAH, decidan no dar medicación, no salir del armario del TDAH o, directamente, ignorar la situación. No piensan que no son niños revoltosos, de hecho muchos no lo son, y sienten vergüenza porque creen que son familias incompetentes a la hora de educar. Pero en realidad, las personas con TDAH sufren por una condición que hace que sus vidas y la de los que les rodean sean más difíciles, como dice Pouper-Ouakil (2004). También ha triunfado la idea de que muchas familias, por desidia o porque no saben tener mano dura con sus hijos, prefieren medicarlos para evitar el esfuerzo de ser consecuente con las estrategias de educación infantil. Si te convencen de eso, pensar que el TDAH no existe es tentador: pero existe y hay evidencias que avalan la efectividad de los tratamientos y las mejorías en la calidad de vida de las personas. Negarlo es igual de estúpido que pensar que la Tierra es plana.

    El TDAH sólo se diagnostica durante la infancia y no afecta a las niñas

    Es habitual pensar que el TDAH debe diagnosticarse durante la infancia y que es una «enfermedad» de niños. Aunque es cierto que las formas en que se manifiesta cambian a lo largo de la vida, el diagnóstico puede llegar en cualquier momento porque, espóiler, no desaparece al madurar: en mi caso, de hecho, en el diagnóstico me llegó a mis 44 años. Y fue un alivio, oye, pero de eso ya hablaré en otro momento.

    También está muy extendida la idea de que sólo los niños pueden tener TDAH y que las niñas, no. Según Quinn y Wigal (2004), el 82% de los maestros y las maestras estadounidenses lo creen, mientras que en la población general, la tasa es del 58%. Que ésta sea la opinión mayoritaria en las escuelas me pone los pelos de punta. Puede que por eso, precisamente, el TDAH pase desapercibido en muchas niñas y mujeres (Newcorn, 2001) y, por tanto, no se trate. Se considera que estas niñas y estas mujeres son, simplemente, soñadoras y muy tranquilas, e incluso que son tontas, mientras que los niños son unos trastos. Las niñas y las mujeres con TDAH no sólo lo pasan igual de mal que ellos, sino que, además, cargan con el sambenito de ser estúpidas y, lo peor de todo, es que muy pocas reciben tratamiento. ¿Por qué se manifiesta de forma diferente? Todavía no hay una respuesta definitiva, pero para Mahone y Wodka (2013) la razón puede estar en las diferencias en el desarrollo de los niños y las niñas, incluyendo las particularidades en la maduración del sistema nervioso central. Pero para el caso, la razón es irrelevante, lo importante es que lo sufren.

    Las personas que «salen adelante» no pueden tener TDAH

    Ésta me da mucha risa: si «tienes éxito en la vida» (y no voy a entrar a discutir el significado de «tener éxito»), no puedes tener TDAH porque si lo tienes, no podrás sacarte una carrera, tener un buen trabajo o una familia normal. Un secreto: las familias normales no existen y las personas con TDAH podemos sacarnos una carrera y tener trabajos por los que recibimos un salario sin que nos despidan. Otra cosa es que resulte más difícil porque tenemos más problemas con la puntualidad, recordar citas, saber dónde tenemos las cosas, ser pacientes o controlar el impulso de ponernos a hablar y contarles nuestra vida al primero que pasa. Pero las personas con TDAH, con el tiempo, aprendemos a desarrollar estrategias de compensación que nos ayudan a seguir adelante e incluso son estas estrategias las que hacen que el TDAH pase desapercibido.

    Si tienes TDAH siempre es muy difícil estar a tu lado: ¿cómo vas a tener un trabajo de oficina? El TDAH no se manifiesta de la misma forma en todas las personas, y no todas ellas implican que sea difícil compartir escritorio con ellas. De hecho, existen tres tipos: las personas que tienen una actividad motriz mayor, quienes tienden a estar en la parra y las que manifiestan las dos variantes. Esto se corresponde con la variante hiperactiva, la variante inatenta y la variante mixta, respectivamente. Yo, de pequeño, tendía a moverme poco y toda la vida he pensado que era simplemente vago. Pero también movía las piernas y los dedos a toda hora y estaba constantemente pendiente de todas las conversaciones que había a mi alrededor; ahora, no me pidas que me centrase en lo que me estaba diciendo la persona con la que estaba hablando porque era un esfuerzo inasumible. ¿Cómo llegamos a interpretar mi entorno y yo esos comportamientos? Que era muy despistado, un vago y más bien nerviosito. Incluso con el tiempo llegué a pensar que me estaba quedando sordo porque no me enteraba de lo que me decían en el trabajo. Fue empezar a tomar la medicación y la sordera desapareció. Viva el metilfenidato.

    El TDAH hace que seas hiperactivo

    Sí que es cierto que muchas personas, especialmente durante la edad adulta, empieza a ser más fácil estar sentado aunque estés todo el rato moviéndote sin darte cuenta: si no es la pierna, es teclear lo que se te está pasando por la cabeza, aunquee estés en una conversación, escribir con los dedos (esta es mi especialidad) o mover la cabeza en varias direcciones cuando estás hablando con alguien. Esto no siempre coincide con la idea que tenemos del niño hiperactivo que no puede estar sentado durante mucho tiempo y se levanta constantemente. Lo de no poder estar sentado mucho tiempo es verdad, pero eso no quiere decir que nos tengamos que levantar. En muchas ocasiones yo me veo moviendo las piernas o cambiando de postura, especialmente por las noches, cuando se me han pasado los efectos de la medicación.

    La creencia del hiperactivo que no puede estar sentado aparece porque se simplifica la comprensión del TDAH y se reduce a la idea de que es una condición que afecta a esos niños revoltosos, que no paran de hablar y que no pueden estar quietos en el colegio. Pero esto es falso. Ni todas las personas con TDAH tienen que levantarse constantemente, ni todos los niños revoltosos tienen TDAH.


    Termino. Los adultos también pueden recibir un diagnóstico de TDAH, no siempre las personas que lo tienen llevan una vida desadaptada, están en paro o no tienen estudios, la hiperactividad no siempre está presente y sí, la medicación ayuda enormemente a sobrellevar la vida diaria. Salir del armario del TDAH en tu entorno facilita gestionar las dificultades y hace más llevaderas las interacciones con las personas con las que te relacionas habitualmente.

    Ojalá todo el mundo tuviera claras las claves del TDAH, o de la depresión, o de cualquier otro trastorno mental.


    Referencias

    Brunkhorst-Kanaan, N., Libutzki, B., Reif, A., Larsson, H., McNeill, R. V., & Kittel-Schneider, S. (2021). ADHD and accidents over the life span–A systematic review. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 125, 582-591.

    Daviss, W. B. (2008). A review of co-morbid depression in pediatric ADHD: Etiologies, phenomenology, and treatment. Journal of child and adolescent psychopharmacology18(6), 565-571.

    Jensen, P. S., Hinshaw, S. P., Kraemer, H. C., Lenora, N., Newcorn, J. H., Abikoff, H. B., … & Vitiello, B. (2001). ADHD comorbidity findings from the MTA study: comparing comorbid subgroups. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry40(2), 147-158.

    Mahone, E. M., & Wodka, E. L. (2008). The neurobiological profile of girls with ADHD. Developmental disabilities research reviews14(4), 276-284.

    Newcorn, J. H., Halperin, J. M., Jensen, P. S., Abikoff, H. B., Arnold, L. E., Cantwell, D. P., … & Vitiello, B. (2001). Symptom profiles in children with ADHD: effects of comorbidity and gender. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry40(2), 137-146.

    Purper-Ouakil, D., Wohl, M., Michel, G., Mouren, M. C., & Gorwood, P. (2004). Symptom variations in ADHD: importance of context, development and comorbidity. L’encephale30(6), 533-539.

    La lista está inspirada en la publicada por @adultingADHD en Instagram.


  • Leer a los clásicos durante la infancia

    Leer a los clásicos durante la infancia

    En el post de un grupo de FB sobre literatura han preguntado cuál era el libro con el que los participantes se aficionaron a leer durante la infancia. Mucha gente ha respondido con libros como Cien años de soledad o El Quijote.

    Aficionarse a la lectura a los 7 años con Cervantes me parece poco probable y, en cualquier caso, creo que hay obras más adecuadas. Podemos discutir si la saga de Harry Potter, Los Tres Investigadores o El Pirata Garrapata son mejores o peores, pero mi intuición me dice que la gente joven podrá coger el hábito con más facilidad que leyendo a Zolà o a Dostoyevsky. Dependerá también de qué lea la familia o qué actitudes tengan hacia la lectura, pero si tenemos que depender de que las familias conozcan y aprecien el canon literario, entonces nuestra infancia está jodida.

    En mi opinión, más aún que el libro, son importantísimas las circunstancias en las que los niños empiezan a leer. Querer que lean porque sí y obligarles a hacerlo es la mejor forma, a no ser que deseemos que vean la lectura como una obligación, como cuando tienen que dejar de jugar a lo que sea porque deben hacer los deberes de matemáticas. No podemos provocar que le cojan el gusto a la lectura y disfruten si esta actividad se plantea como una tarea que no proporciona placer, sino que evita dedicarse a una actividad más atractiva. Leer con ellos, justo antes de dormir, contar historias cuando se va en el coche o incluso ver una película juntos me parecen formas más adecuadas de hacer que se aficionen a conocer otras historias.

    El cine, como las buenas novelas, son narraciones; un buen videojuego puede proporcionar un hilo argumental que quieran seguir; una serie, igual. ¿Por qué tienen que leer a Tolstoy o Clarín? Por supuesto que son buenas narraciones, pero tienen elementos que están muy alejados de sus vidas y de su entorno como para que puedan disfrutarlas. ¿Cómo van a divertirse con los Episodios Nacionales si no saben quién era Álvarez Mendizábal o Prim? Tampoco saben quién es Frodo antes de leer El Señor de los anillos, pero la diferencia está en que para entender el libro de Tolkien no es necesario tener ningún dato sobre la realidad de la que habla el texto, como en el caso de Galdós. Uno puede empezar a leer el libro sin saber qué es un hobbit y, aún así, entretenerse.

    No hay duda de que es enriquecedor leer a los clásicos, pero a su tiempo. El problema que, en mi opinión, tiene el sistema educativo en España es que se centra mucho en el valor de la literatura clásica y poco en el hábito de leer. Queremos que lean a Lorca sin que les guste la poesía. Deben disfrutar de las comedias de Lope de Vega sin haber leído nada que les haya hecho reír. Sin ir más lejos, yo tuve que leer Los milagros de Nuestra Señora cuando tenía doce o trece años. La ventaja que yo tuve es que ya leía, basura, puede, pero me gustaba leer; recuerdo que El Lazarillo me aburrió cuando lo leí en secundaria y me encantó cuando estudié filología. Porque lo entendía, porque lo disfrutaba desde otro punto de vista, no como lector, sino como persona interesada en la historia de la literatura.

    En resumen: es importante conocer a los clásicos, como saber matemáticas, recibir educación sexual y saber trabajar en equipo. Es bueno a cualquier edad. Pero tampoco pasa nada si se llega a la literatura con mayúsculas (si eso existe) más tarde, cuando se ha desarrollado el gusto por la lectura, cuando podemos enfrentarnos a ese texto con las herramientas suficientes como para aprovecharlo. Cuando no sabes qué estás leyendo, pierdes el interés. ¿Qué ocurre si sólo damos literatura “de la buena” demasiado pronto? Que no se entiende y puede que no se vuelva a coger en la vida: si la primera vez fue un aburrimiento y no la disfrutaste, ¿por qué habrías de leerlo ahora?

    La literatura clásica es importante, es enriquecedora y nos enseña muchas cosas del mundo, de la vida y de lo que significa ser una persona. Pero cada cosa, a su tiempo.

    Cuál es la probabilidad de que a esa edad te interese una crítica a la literatura caballeresca? ¿Qué leyeron, una adaptación o el original? ¿Cuánto tiempo dedicaron a la lectura? ¿Después pudieron disfrutar de cualquier otra novela?


  • Un apunte sobre la fonología del murciano

    Un apunte sobre la fonología del murciano

    Una de las características fonológicas del murciano que yo no conocía consiste en algunos hablantes pronuncian la oclusiva bilabial sonora /b/ como nasal /m/. Allá van algunos ejemplos:

    CastellanoMurciano
    boniatomoniato
    boñigamoñiga
    venenomeneno
    aspavientoaspamento

    Al parecer, se debe a la influencia del valenciano sobre las hablas murcianas: de hecho, hay testimonios de que el valenciano llegó nada menos que a Granada durante el siglo XVI. ¡Hasta Granada!


    • Colomina i Castanyer, J. (2000). «El dialecto murciano como resultado del contacto lingüístico medieval castellano-catalán». En Estudios de sociolingüística, 1(1), pp.153-172

  • Cómo identificar un trastorno de la conducta alimentaria

    Cómo identificar un trastorno de la conducta alimentaria

    Durante once años he estado dando clases en secundaria y a lo largo de este tiempo he sido tutor de diez clases. Me he encontrado ante casos de estudiantes que habían desarrollado un trastorno de la conducta alimentaria y esas ocasiones era yo quien debía hacerse cargo de las adaptaciones necesarias en el instituto: organizaba reuniones, evaluaba regularmente la si había algún progreso y tenía la responsabilidad de la comunicación entre el centro y los servicios sociales. No soy experto en el tema ni de lejos, pero ahora tengo claro que la información es fundamental y que detectar indicios de que algo puede estar ocurriendo es clave para actuar con rapidez y prestar el apoyo necesario lo antes posible.

    Si algo he aprendido es que, primero, se trata de una coyuntura que requiere muchísimo trabajo, constancia y atención exhaustiva a la interacción del / de la estudiante con quienes estamos en contacto permanente con él o ella: eso nos incluye también a las personas que trabajamos en los centros de enseñanza. Además, es un proceso de apoyo larguísimo, interminable, porque en cualquier momento y, sin razón aparente, hay una recaída (si es que ha habido una mejoría) y debes evaluar la situación de nuevo y desde todos los puntos de vista: ¿has metido la pata? ¿Ha ocurrido algo que no preveías? ¿Esos cambios que observas, de verdad se deben al trastorno? Y a pesar de que aquí en Dinamarca existen mecanismos rápidos y eficientes, nadie te da la formación que necesitas, es imposible encontrar los documentos que te expliquen cuáles son los pasos administrativos que debes dar y vas aprendiendo sobre la marcha, muchas veces a costa de cometer errores muy graves. Como yo.

    Después de haber estado interviniendo en bastantes casos, unos tres por año, me he dado cuenta de que, aunque los maestros y las maestras vean claramente que algo está ocurriendo, para las familias es extremadamente difícil detectar esas señales que te dan una pista de que algo no va bien. A veces te encuentras conque las familias ni se lo habían imaginado y tienen reacciones de todos los tipos: preocupación, indiferencia o, en el peor de los casos, incredulidad. Otras veces confirmas las sospechas que ya tenían y entonces el proceso puede ponerse en marcha con rapidez. Raramente ocurre que el entorno estaba al tanto y que ya se está abordando la situación. Entonces me pregunto por qué, si los chavales pasan tantas horas en clase, a veces más que con sus familias, no nos han informado antes: la cooperación entre ambas partes es fundamental.

    En todo caso, nuestra función en la escuela no es la de convocar una reunión con la familia para notificar que hay un trastorno de la alimentación porque eso no nos corresponde, aunque a veces la experiencia te permita ver que la pérdida de peso es obvia. Sí debemos dar la voz de alarma e investigar, en la medida de nuestras posibilidades, qué ocurre. Una vez llegas a un acuerdo con las familias y si te dan su permiso, contactas con los servicios sociales para que se encarguen de evaluar si es necesaria alguna intervención. Con suerte, y si presentas la documentación correctamente (que ese es otro tema), te envían a una persona con los conocimientos y la experiencia, generalmente un psicólogo o una psicóloga especialista, para que tome las decisiones que haya que tomar.

    Lamentablemente, ni las familias ni nosotros tenemos la formación suficiente para detectar estas situaciones a tiempo. Por eso es tan importante que sepamos cuáles son algunos de los factores que pueden darnos la pista de que algo está ocurriendo. No soy experto en el tema, pero he encontrado un artículo de Juan Crespo, muy conciso, sobre cuáles son estos indicios y qué hacer en estos casos. El autor escribe que, en muchas ocasiones, se puede observar lo siguiente:

    • Pérdida de peso, aunque no siempre ocurre. De hecho, puede darse lo contrario.
    • Un interés creciente en todo lo relacionado con la comida.
    • Patrones específicos de comportamiento, como el rechazo de alimentos que antes sí ingería.
    • Comportamientos de compensación tras la ingesta, como realizar ejercicio.
    • Cambios de humor, irritabilidad, bajo estado de ánimo.
    • Intentos evidentes de alcanzar altos estándares en ámbitos como los estudios.

    Esta lista no es una receta mágica para que diagnostiquemos un trastorno de la conducta alimentaria: para eso hay que tener una formación específica. Pero no está de más que estemos alerta si vemos que alguna persona de nuestro alrededor está dando estas señales, especialmente si se trata de niños en edad escolar. Siempre es bueno informarse, por ejemplo en los centros de salud, si se tiene alguna sospecha y no está de más prestar especial atención a los cambios en este tipo de conductas: cuanto antes se aborde la situación, mejor.

    Enlace

    Cómo identificar si existe un trastorno de la conducta alimentaria en nuestro entorno


  • Irene Montero y la pederastia

    Irene Montero y la pederastia

    Más allá de a quién votes y cuál sea tu postura política, poner en circulación este tipo de bulos es un intento de manipularnos y asume, quizá con razón, que no somos capaces de tener nuestra propias opiniones. Los bulos hacen eso: pensar que todo el mundo es tonto.

    Las declaraciones de Irene Montero sobre la educación sexual se están tergiversando con un descaro inaudito para sacar beneficio político. La ministra no está haciendo una apología de la pederastia, no dice que los niños y las niñas deban tener sexo, sino que que la gente joven debe saber cómo ha de afrontar las relaciones sexuales con más información de la que teníamos en su día, que era más bien poca. Y añade que estos recursos debe proporcionarlos las instituciones públicas de educación. Ni más, ni menos. Pero crear una narrativa sobre la supuesta apología le viene muy bien a la caverna para, una vez más, echar mierda sobre políticas de izquierdas, mientras calla sobre los casos de pederastia de la Iglesia, por ejemplo, o sobre el hecho de que la educación sexual en nuestro país está en manos del porno.

    Pero no sólo son los medios los que contribuyen a crear estos bulos. Por supuesto que me preocupa que el periodismo de este país esté polarizado y que difunda mentiras con esta impunidad. Pero me inquieta más aún que personas influyentes del ámbito académico y literario (ejem) tomen parte activa para sacar beneficio político e crear el rechazo social hacia leyes como la ➞ley trans que, por cierto, todavía no ha entrado en vigor. Se da por supuesto, o al menos yo lo hago, que son (o deberían) no estar a merced de estas manipulaciones y que, en cualquier caso, buscan y divulgan la verdad; para eso están en las instituciones académicas. ¿Que la verdad es un concepto problemático? En muchas ocasiones es así. Pero ojo: no siempre. Que una persona haya afirmado algo o no está sujeto al principio de falsabilidad: puede y debe comprobarse que lo que se dice, efectivamente, ha salido de la boca de la ministra.

    Forma parte de los procesos de funcionamiento de la democracia que haya grupos que se opongan a una iniciativa legislativa y hagan lo posible, dentro del marco de estos mecanismos, para pararla. Están en todo su derecho. Pero la mentira y los bulos van más allá de lo que, en mi opinión, debería ser la discusión abierta y sensata sobre cualquier asunto relevante para la ciudadanía. Hacer, voluntariamente, que estas mentiras circulen, pone en peligro nuestras libertades y nuestros derechos. Punto.



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    No es Hawkins, Indiana, pero da el mismo yuyu.



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