• Los tipos de liderazgo: lo que he aprendido durante estos meses siendo director

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    El liderazgo es un fenómeno complejo que se manifiesta de múltiples formas según el contexto, la personalidad del líder y las necesidades del grupo. La psicología, como siempre, dice que no existe un único modelo que defina a todos los líderes, sino que cada uno ejerce su influencia de manera distinta. Algunos destacan por su carisma, otros por su capacidad de organización, y algunos por su habilidad para inspirar cambios profundos en las personas que los rodean.

    A lo largo de estos meses como director de colegio he tenido que ponerme las pilas mucho. Pero mucho. En las reuniones con otros directores de colegio de la zona, he podido observar cómo el liderazgo se expresa de maneras muy diversas, que todo depende de cómo han gestionado la situación desde que tomaron posesión de la plaza y también de las personalidades de cada cual. La mía no es un trastorno. Soy así de jodido que no me aguanto ni yo.

    Luego está el trabajo en el ministerio, que por qué me tengo yo que meter en comisiones de la UE de mierda para yo qué sé. Porque como no tengo trabajo y no cojo aviones, tenía que meterme en otro fregado. Pero eso es otra historia que deberá ser contada en otro momento si antes no me llevan al Tribunal de La Haiga por mi contribución decisiva al cambio climático.

    Uno de los estilos más reconocibles es aquel basado en la autoridad y la estructura jerárquica. En este caso, el director o la directora asume un rol centralizado, toma decisiones de manera autónoma y espera que los demás, incluida la muchachada, sigan sus directrices sin demasiada oposición. Puede ser efectivo en situaciones que requieren rapidez y disciplina, pero también puede generar distancia emocional y desmotivación en el equipo. Estas personas no creo que hayan elegido se ese tipo de líderes por lo que han leído, observado o aprendido en los cursos a los que te mandan. Muy probablemente se comporten así en otros ámbitos de su vida cotidiana. Y es el tipo de dires para los que nadie quiere currar.

    También me he encontrado con los que priorizan la colaboración y la participación. En estos casos, el liderazgo se construye a partir del consenso, la escucha activa y la inclusión de las opiniones del grupo en la toma de decisiones, aunque tú tengas la última palabra. Estos líderes suelen fomentar un clima de confianza y compromiso, favorecen la creatividad y la iniciativa de la plantilla y suelen ser identificados claramente en su posición. Sin embargo, pueden enfrentar dificultades cuando es necesario tomar decisiones difíciles sin el respaldo total del grupo: les faltan los ovarios / los cojones para tomar esas decisiones sin evitar darle vueltas a qué estará pensando el claustro sobre ellos / ellas. Y luego está la cuestión de lo poco efectivo que puede llegar a ser cuando estamos hablando de 230 personas a las que dirigir, como es mi caso.

    También existen los y las dires que inspiran a través de su visión y valores psicopedagógicos y políticos, movilizando a los demás hacia un propósito compartido. La capacidad de generar entusiasmo y motivación hace que el claustro se alinee con tus objetivos de manera natural porque sienten que forman parte de algo que tiene importancia. He visto cómo este tipo de directores o directoras transforman los colegios en los que trabajan porque tienen una energía especial que impulsa el crecimiento y que pone a todo el mundo en marcha. Lo que pasa es que su éxito depende en gran medida de la coherencia entre su discurso y sus acciones, y la falta de autenticidad puede debilitar el impacto de su trabajo.

    No hay un único tipo de liderazgo ideal, y menos en un colegio. En estos ámbitos, hay otras variables que no pueden dejarse de lado, como la población infantil con la que están trabajando y su situación socio-económica, el tamaño o incluso el prestigio de la institución. La efectividad de cada estilo depende de otros factores, como el contexto cultural o los objetivos que se persiguen, e. d., si lo la línea que tienen está basada en una disciplina concreta o si se centran, como nosotros, en población con características lingüísticas especiales y necesidades de apoyo escolar severas.

    Desde que cambié de trabajo he aprendido que ser director es, sobre todo, un proceso de aprendizaje continuo: o sea, que no paran de darte hostias por todas partes, to be very honest. En mi caso ha sido darme de bruces con la realidad varias veces al día. Hay veces en que llego a casa y soy incapaz de moverme, otras en que pienso que no merece la pena y que mi vida es algo más que mi trabajo. ¿Viene con el trabajo? Sí. ¿Es eso lo que puede que todos los líderes tengan en común? Puede. A veces estoy hasta el coño. A veces pienso que ser el director es un privilegio. Yo qué sé. Lo que sí sé es que a veces lo pasas del culo, pero cuando algo te sale bien, joder, joder, joder.


  • Al final va a resultar que El País va a salir de su enroque y va a aceptar en su libro de estilo “ucraniano” en vez de “ucranio”.


  • How thorns became dorns and torns

    English is one of the very few Germanic languages that preserve the Germanic th-sound. For example, three is drei in German, trije in Frisian, and tre in Swedish. These languages used to have this th-sound as well, but they lost it long ago.


  • José perdía aceite

    Sospecho que José, el hijo de Rubén, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, perdía aceite. Así que de soslayo te dicen que la mujer de Putifar, el ministro del faraón, le hizo propuestas y aquel dijo que le entraba la risa porque estaba casada. O porque le gustaban los cimborrios. Que nos da igual, que le gustara lo que fuera, pero la lectura de la Biblia a la luz de estas interpretaciones es mucho más divertida.


  • Este blog ya es mayor de edad: hoy cumple 18 años.


  • El desarrollo temprano según David Stern

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    Me acabo de leer “Markante Forældre”, de Rikke Yde Tordrup, que rata sobre la importancia de la participación activa de los padres en la vida escolar de sus hijos y cómo gestionar la situaciones de esas familias que están continuamente quejándose en las escuelas. No para de mencionar la teoría del desarrollo de David Stern, que centra su atención en cómo se produce este proceso a partir de las primeras interacciones del bebé con su entorno y cómo se construye el sentido del yo mismo a través de estas relaciones. En este artículo, voy a explorar ideas más importante de su enfoque, conocido habitualmente como “intersubjetivo”.

    El enfoque de Stern: ¿cómo se forma el sentido del yo?

    Para Stern, el desarrollo del sentido del yo en los niños no es un proceso lineal ni jerárquico. Dice que desde los primeros meses de vida, los niños son capaces de formar diferentes “sentidos del yo”, que se desarrollan en paralelo. Estos sentidos son las bases para la construcción de la identidad, la autonomía y las relaciones interpersonales.

    Stern distingue entre varios tipos de yo que surgen en etapas distintas del desarrollo:

    1. El yo emergente (0-2 meses). Durante las primeras semanas de vida, el bebé no tiene una experiencia consciente del yo como entidad separada. Sin embargo, ya muestra una sensibilidad innata hacia el mundo, buscando patrones y regularidades que le permitan organizar su experiencia. Esta etapa es fundamental para el establecimiento de una base sobre la cual se construirá el sentido del yo posterior.
    2. El yo nuclear (2-6 meses). En esta fase, el bebé empieza a experimentar un sentido de cohesión y continuidad a través de sus experiencias corporales y emocionales. La repetición de ciertos patrones —como la sonrisa de la madre o las sensaciones derivadas de la alimentación— dan lugar a una experiencia de identidad más estable y reconocible.
    3. El yo subjetivo (7-9 meses). Aquí es donde entra en juego la intersubjetividad. El niño empieza a comprender que los demás también tienen estados internos y que estos pueden ser compartidos. El juego de miradas, los gestos y la imitación son herramientas clave para que el bebé explore este nuevo campo de interacciones.
    4. El yo verbal (a partir de los 18 meses). Con la adquisición del lenguaje, el niño da un salto cualitativo en su desarrollo. Ya no solo comparte estados emocionales a través de gestos o expresiones faciales, sino que puede verbalizar y simbolizar sus pensamientos y emociones. Este avance permite una mayor complejidad en las interacciones sociales y un sentido del yo más diferenciado.

    La importancia de la intersubjetividad

    Uno de los aspectos más innovadores de la teoría de Stern es su enfoque en la intersubjetividad, que hace referencia a la capacidad de compartir experiencias subjetivas con otras personas. Stern sostiene que, desde muy temprano, los bebés buscan la sincronía emocional con sus cuidadores, lo que les permite construir un sentido de conexión interpersonal. Este proceso no es solo crucial para el desarrollo del yo, sino también para la creación de lazos afectivos y sociales duraderos.

    La intersubjetividad se manifiesta, por ejemplo, en el “ajuste afectivo” entre madre e hijo. Si la madre es capaz de sintonizarse con las necesidades emocionales del bebé —respondendo a su llanto o interactuando de manera juguetona cuando este lo solicita—, se crea una base sólida para el desarrollo emocional y social. Stern enfatiza que estas primeras experiencias de sintonía son esenciales para el bienestar emocional futuro del niño.

    La teoría de Stern en el contexto actual

    La visión de Stern ha sido especialmente influyente en áreas como la psicología del apego, la psicoterapia infantil y el estudio de las relaciones tempranas. Hoy en día, su enfoque se utiliza para comprender no sólo las relaciones madre-hijo, sino también para analizar problemas de desarrollo como los trastornos del espectro autista o las dificultades en la regulación emocional.

    Además, el enfoque de Stern ha sido relevante para aquellos que trabajan en la intervención temprana, ya que subraya la importancia de un entorno social y afectivo adecuado en los primeros años de vida. Comprender que el desarrollo del yo se construye a través de la interacción a las maestras y los maestros, y de ahí la razón por la que este asunto me interesa tanto, centrarse en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales como una forma de fomentar el bienestar infantil.

    David Stern nos ofrece una perspectiva rica y compleja sobre el desarrollo infantil, que va más allá de las visiones tradicionales. Su énfasis en la intersubjetividad y la construcción del yo a través de la interacción con el entorno resalta la importancia de las relaciones humanas en los primeros años de vida. Comprender cómo se forman y evolucionan estos primeros lazos nos proporciona una valiosa comprensión del desarrollo humano en su totalidad.

    Bibliografía
    
    Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E., & Target, M. (2002). Affect Regulation, Mentalization, and the Development of the Self. Other Press.
    
    Schore, A. N. (2001). Effects of a Secure Attachment Relationship on Right Brain Development, Affect Regulation, and Infant Mental Health. Infant Mental Health Journal, 22(1-2), 7-66.
    
    Stern, D. N. (1985). The Interpersonal World of the Infant: A View from Psychoanalysis and Developmental Psychology. Basic Books.
    
    Trevarthen, C. (2005). “Action and Emotion in Development of the Human Self, its Sociability, and Cultural Intelligence: Why Infants Have Feelings Like Ours.” En Emotion in Early Development, editado por J. Nadel y D. Muir. Oxford University Press.

  • “Tu psicólogo no puede ayudarte a que llegues a fin de mes”

    a shelf with books and pens on it

  • Enlace: “I keep crying after sex”

    woman sitting on bed

  • La normatividad: qué es, por qué es necesaria y cómo podemos gestionarla

    man wearing blue denim top and black sunglasses

    La normatividad es un concepto que cada vez genera más debate. Todo esto normatividad. No hay discusión más socorrida entre los gafapastas (y mira que soy antiguo), que éste, no hay nada más instagramero que no ser normative. Es el corazón de una lucha cultural en la que todes, de una forma u otra, estamos inmersos. Pero, ¿qué es exactamente la normatividad?

    La normatividad es el conjunto de reglas y expectativas sociales que orientan nuestros comportamientos. Estas normas, explícitas o implícitas, nos indican cómo debemos comportarnos en distintos contextos sociales o cómo debemos ser o el aspecto que debemos tener. Las sociedades generan “normatividades” porque regulan nuestras interacciones y crean un marco que facilita la convivencia. Sin este marco, sería complicado, si no imposible, funcionar como comunidad.

    Desde una perspectiva psicológica, la normatividad cumple una función fundamental: reduce la carga cognitiva. En lugar de tener que analizar y decidir continuamente cómo comportarnos en cada situación, las normas sociales nos proporcionan una guía preestablecida. Así, podemos actuar de manera automática en muchas ocasiones, ahorrando energía mental para situaciones más complejas. Somos seres biológicos con una capacidad cognitiva mucho más reducida de lo que creemos. Estamos programados para pensar cuanto menos, mejor.

    Imagina la siguiente situación: vas por la calle, no hay nadie, está oscuro y ves que hay una persona a la que no ves los rasgos ni lo que está haciendo. Lo que deberías hacer es evitar a esa persona. No te puedes parar a observar si lleva un cuchillo o si te está siguiendo con la mirada. Porque si es así, cuando te des cuenta ya te habrá atacado. Por eso nos comportamos en esa situación sin pensar, sin considerar todas las variables del entorno.

    La normatividad es más o menos lo mismo. Para ser funcional en sociedad, no podemos procesar toda la información que tenemos a nuestro alcance en cada situación. Tenemos que saber reaccionar de manera rápida y efectiva, al menos estadísticamente.

    Sin embargo, aunque las normas que regulan nuestro comportamiento social son necesarias, la normatividad no es un ente fijo ni universal. Está cultural e históricamente situada. Lo que se considera normal en una sociedad o en una época puede ser visto como completamente inapropiado en otra, aún dentro de la misma sociedad. Las normas cambian con el tiempo y dependen de la cultura que las sostiene porque las circunstancias del entorno y la estructura de la propia sociedad cambian. Esta variabilidad hace evidente que no hay una única forma de hacer las cosas “bien”, aunque la sociedad en la que vivimos nos haga pensar lo contrario. De ahí que las normas en cada sociedad sean diferentes.

    A pesar de su utilidad, la normatividad también puede ser una fuente de sufrimiento para quienes no encajan. Las personas que no cumplen con las normas físicas, ideológicas o comportamentales pueden experimentar exclusión o rechazo y eso sí es universal. Esto puede afectar a individuos por su aspecto físico—si son gordos, muy delgados, tienen una enfermedad visible, o un tono de piel diferente—o incluso por cómo piensan o eligen vivir sus vidas.

    Frente a este malestar, algunas personas buscan desafiar las normas sociales para aliviar el sufrimiento. En el ámbito de la comunidad gay, por ejemplo, los “osos” han creado una subcultura que celebra la apariencia física natural de hombres que no se ajustan al ideal de cuerpos jóvenes y musculosos. Sin embargo, lo que ocurre es que simplemente se sustituye una normatividad por otra. En lugar de eliminar el sistema, tal y como se cree que se está haciendo, se genera otro conjunto de expectativas que pueden terminar siendo igual de restrictivas. De ahí que todos conozcamos a los osos que van de divinos. Y por cierto, decir que van “de divas” es igual de misógino y asqueroso que decir “ése es un activazo” y “éste es una pasiva”. A ver si nos enteramos que que te guste que te den por el culo no está mal y que puedes ser un “pasivazo”, en masculino. En eso el inglés nos supera; la expresión “power bottom” es maravillosa, os tengo que decir.

    Desde un punto de vista psicológico, volviendo al tema, tal vez la solución no sea destruir las normas o sustituirlas con otras. Quizás el camino más saludable sea aceptar que no podemos agradar a todo el mundo ni cumplir con todas las expectativas. Lo realmente importante es aprender a querernos tal como somos, con nuestras imperfecciones. No se trata de adaptarnos a las normas o de crear otras que se ajusten mejor a nosotros, sino de aceptar que somos falibles y que no siempre encajamos. Como decía Carl Rogers, la aceptación total de uno mismo es clave para el bienestar. La autoaceptación no significa renunciar a mejorar, sino dejar de luchar por encajar en moldes impuestos y aprender a valorar nuestra individualidad.

    Eso no quiere decir que haya que sostener las normas nocivas e inflexibles. Al contrario, hay que luchar por la aceptación de cualquier persona, esté dentro de la norma o fuera de ella. Hay que intentar que no tener un comportamiento normativo no sea motivo de discriminación o de reacción social. Por cierto, ser un asesino en serie es igual de no normativo que ser maricón, así que no nos vale “no tener normatividades”. Sí son necesarias, lo que tenemos que hacer, como sociedad, es evitar que éstas causen sufrimiento, a nivel individual y colectivo.

    Sigue leyendo:
    
    Berger, P., & Luckmann, T. (1991). La construcción social de la realidad. Amorrortu Editores.
    
    Foucault, M. (1977). Vigilar y castigar. Siglo XXI Editores.
    
    Rogers, C. (1961). On Becoming a Person: A Therapist's View of Psychotherapy. Houghton Mifflin.