La Frikitiva
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  • Cómo el uso de los móviles está afectando la salud mental de la juventud (y de todas nosotras)

    05/04/2025
    Psicología
    a boy using a smartphone while lying on a sofa

    En la última década he visto que los niveles de ansiedad, depresión y autolesiones entre adolescentes han aumentado a lo bestia. No sólo lo digo yo, que he estado trabajando con gente joven en los últimos veinte años, es que creo que cualquiera con un mínimo de cerebro puede verlo. Mucha gente piensa que son tonterías, que la gente joven está cogiendo el hábito de decir que tienen ansiedad o que tienen TDAH porque es una moda. Que están volviéndose imbéciles. Perdona, pero no. La verdad es que el desplome de los niveles de bienestar de la gente joven a todos los niveles es un hecho que no podemos ignorar y que más nos vale abordar cuanto antes. Es la generación que nos va a cuidar a los de la nuestra cuando seamos dependientes. Porque vamos a serlo. Tengo 49 años y más me vale que nos pongamos en marcha para poder tener una vejez digna, amiguis.

    Para que os hagáis una idea del movidote, voy a hablar por encima de algunos datos que presenta Haidt en «The Anxious Generation». Es un libro1 que os recomiendo a todos aquellos que os preocupéis un poco por el futuro que nos espera si no abordamos ya el problemón de los smartphones, los iPhones y todas las pantallas que les damos a los niños. El uso temprano de smartphones es el origen de una profunda y silenciosa crisis de salud mental juvenil y que se resumen en que vamos a estar muy jodidos. Lo que escribo aquí ni es una reseña del libro ni un análisis de la evidencia que hay al respecto. Sólo voy a hablar de la relación entre el aumento del uso de los móviles inteligentes, el descenso del bienestar psicológico y el hecho de que los niños pasan cada vez menos tiempo jugando solos o en compañía de otros niños.

    2010-2015: el lustro clave

    Los datos2 que tenemos son claros: Los niveles de depresión en adolescentes se duplicaron entre 2019 y 2020. Al mismo tiempo, los casos de comportamientos autolesivos aumentaron un 189% entre 2010 y 2020. Las hospitalizaciones por autolesiones subieron un 68% entre 2011 y 2014. Al mismo tiempo, la edad media para tener un smartphone ha descendido hasta lo 10 años. Es muy tentador decir que estos dos hechos no están relacionados y que una correlación no es lo mismo que una relación causa-efecto. Te lo compro. Por eso estamos aquí: para que te creas por qué usar el móvil a una edad temprana está detrás de la pandemia de ansiedad, depresión y autolesiones.

    El gráfico está tomado de aquí.

    Para entender qué relación hay entre ambos hay que profundizar un poco en las consecuencias que tiene el aumento del uso de los smartphone y el descenso en la edad a la que se recibe un dispositivo móvil con conexión a internet. Hay que especificar que hablamos de smartphones, no de teléfonos móviles «tontos». Primero, por el tiempo que se pasa con ellos: en un teléfono de los antiguos no puedes hacer tanto y, por eso, no puedes pasar tantísimo tiempo pegado a él (y si no, mira las estadísticas de tu dispositivo y fliparás las horas que pasas al día con él en la mano). Tampoco lo es por el contenido que se consume: en uno puedes pasarte el día haciendo scroll en Instagram on en Tiktok durante horas, exponiéndote a modelos de reputación social y de comportamiento tóxicos de necesidad, mientras que en el otro tienes que invertir tres minutazos de tu vida en escribir un sms para pasar la tarde con tus amigos, mientras que en el otro te pasas la tarde escribiendo a tus amigos sin verlos cara a cara.

    Datos de los países nórdicos, de aquí.

    ¿Por qué aumentan los diagnósticos? ¿Es porque hay más, porque se diagnostica más o porque está de moda tener ansiedad?

    Sí, hay más cuadros de patologías mentales porque sabemos más y detectamos mejor. Por ejemplo, ha aumentado la tasa de la población infantil con TDAH porque es más fácil realizar este diagnóstico, porque poco a poco las familias tienen menos miedo a evaluar, a dar tratamiento necesario y porque los colegios sabe cómo abordar la enseñanza de forma más diversa y adecuada. No es que ahora las escuelas primarias y secundarias sean un paraíso lleno de unicornios y yonquis infantiles del debate sofista sobre los problemas de sostenibilidad de los recursos y las políticas de emancipación de los pueblos siberianos, sino que la situación está un poco mejor que hace dos décadas. Además, no se nos puede olvidar que, por fin, la psiquiatría ha caído en la cuenta de que quizá los sistemas de diagnóstico descriptivos tendrían que empezar a considerar la variabilidad entre las manifestaciones clínicas de los niños y de las niñas. Quién nos iba a decir que la perspectiva feminista iba a ser algo bueno.

    Ya no sólo tiene TDAH el terrorista de turno al que todos los maestros y las maestras temen cuando les toca dar clase en ese grupo, sino que sabemos que hay más niños que no necesariamente están bailando la Macarena todo el día en el colegio, sino que también, sorpresa, hay niñas con déficit de atención. También los hay que no están saltando como macacos todo el día pero que tienen un control de la atención cero, como el niño que se emparra jugando al Mario durante ocho horas. Ya era hora de que nos diéramos cuenta. Todavía queda mucho por hacer, pero mejor eso que nada. La situación es similar respecto a las diferencias de género con el espectro autista, pero hay diferencias significativas en otras áreas y por eso no me voy a meter en ese asunto aquí, que voy a salir escaldado y tampoco es que sepa mucho. Quizá en otro momento. Vamos, que el TDAH ya no es sólo una manifestación clínica monolítica, sino que hay muchas formas de no poder controlar tu atención. Que me lo digan a mí.

    Pero lo que nos ocupa aquí no es el TDAH, sino los procesos depresivos, los casos de ansiedad, los intentos de suicidio o las autolesiones, por mencionar algunos. E insisto en que para entender esto hay que abordar el contexto entendiendo que sabemos más sobre las formas diferentes en las que se configura nuestro sistema nervioso. Pero es que también hay más niños que padecen este tipo de cuadros. O sea, si hubiéramos tenido estas herramientas de diagnóstico hace cincuenta años habríamos detectado más casos, de los que se hacía entonces, pero menos que ahora. Estas dos conclusiones no son contradictorias, sino que hay que asumir que ambas son ciertas para entender qué está pasando con los teléfonos móviles. Se diagnostica más y hay más. Por eso parece que los números están explotando y que todo esto es una moda. No lo es. De verdad que no.

    ¿Por qué se da esta relación entre el aumento del uso de los smartphone y una mayor incidencia en los cuadros de salud mental? El locus de control interno

    Al tema. Cuando un chaval se pasa seis horas al día, y eso siendo optimistas, pegado al móvil es tiempo que no pasa haciendo otras cosas. Yo, filósofo. Pero piénsalo: en vez de estar jugando con otros niños y niñas, pegándose una hostia en un tobogán o jugando al escondite, están haciendo scroll en Tiktok, mirando vídeos de fascistas o dándole al porno. Llámame paranoico, pero hay algo ahí que por lo que sea me huele fatal. En vez de moverse, están sentados, convirtiéndose en pedazos de carne sedentarios y solitarios. Mírate ahora mismo: probablemente estás leyendo esto en el sofá o en la cama, sacando una papada que ni Camilo José Cela y rascándote el arco del triunfo desde hace ya un buen rato. Hazte un selfie a ver qué pasa. Que a ver, podría ser peor: podrías estar viendo el Instagram de Carmen Lomana. Pero estás aquí. Mejor eso que nada.

    Volviendo a los niños: el tiempo dedicado al juego y a la interacción directa ha caído desde 2010 debido al aumento del uso de los móviles. ¿Por qué es importante este dato? Cuando los niños están jugando de forma independiente, e. d., cuando ellos y ellas deciden a qué juegan y cómo, están desarrollando capacidades mentales y actitudes que fomentan su capacidad de adaptación en el futuro. Para entender esto es útil comprender qué son el locus de control interno y el externo externo. El locus de control interno se refiere a la tendencia de una persona a creer que tiene control sobre su vida y puede resolver problemas a medida que surgen y, de hecho, a controlarlo. El locus de control externo es la tendencia a creer que sus experiencias están determinadas por circunstancias fuera de su control. Cuando se juega libremente, el niño va aumentando el número de experiencias a las que sabe enfrentarse y que puede controlar. Aprende maneras en las que puede resolver aquellas situaciones conflictivas de manera adaptada a su edad porque va acumulando experiencias que le van a servir en el futuro para abordar momentos complejos de la vida cotidiana de manera eficaz. Termina sabiendo que él o ella es quien controla su vida porque tiene herramientas para gestionarla. No sólo es saber hacerlo, es saber que puedes hacerlo.

    Cuanto más tiempo se pase mirando Instagram, menos tiempo tendrá de jugar y, por tanto, de practicar situaciones difíciles que le puedan servir en el futuro. En otras palabras: está teniendo menos oportunidades para desarrollar un locus de control interno, de poder controla tu vida y ser consciente de que puedes. Sabemos que un bajo locus de control interno, e. d., lo contrario, está relacionado con la aparición de ansiedad y/o depresión tanto en niños como en adultos. Es decir, que además de ver porno están dejando de aprender a sacarse las castañas del fuego y llegarán a la edad adulta sin saber afrontar las situaciones del día a día. Terminarán perdiendo el control de su vida y es probable que, como resultado, sientan una frustración asfixiante que se contagie a todas las áreas de su vida. ¿En qué termina esto? Pues en todo menos en una salud mental robusta.

    Es cierto que ya se venía observando3 und descenso significativo del locus del control interno desde finales del siglo XX y que esta caída también está detrás del declive en el bienestar psicológico generalizado que estamos viviendo. Pero este descenso se acentúa a partir de 2010, justo en el momento en que se extiende el uso de los teléfonos inteligentes. A partir de ahí, los niños y las niñas empezaron a pasar menos tiempo jugando sin que un adulto les dijera cómo lo tienen que hacer rompiéndose los vaqueros porque están haciendo el cafre. La generación que recibió su primer móvil a una edad temprana es la que tiene menos capacidad para tomar sus propias decisiones y resolver sus problemas, la más frustrada y la que está mostrando unos niveles de locus de control interno alarmantes.

    Como no han tenido la oportunidad de tomar el control de la situación durante los momentos de juego, ¿cómo esperamos que puedan hacerlo después, cuando tienen ponerse a trabajar o cuando tienen que gastarse el dinero de su primera nómina? Es imposible que lo sepan. No es coña. Aprendemos a gestionar estas mierdas cuando estamos jugando al fútbol o a la comba, porque resolvemos conflictos, cooperamos, observamos el entorno, tomamos decisiones que nos benefician y aprendemos a retrasar la gratificación. Todo lo contrario de esas microdosis de dopamina a las que nos tienen acostumbradas las redes sociales.

    Conclusiones, provisionales, pero conclusiones

    En otro momento hablaré de por qué todo esto es importante. Ya llevo muchísimas palabras escritas y no quiero que esto se haga muy pesado. Además, tu atención tampoco está para muchos trotes si, como yo, consumes internet a todas horas. Tu cerebro, cual yonqui, está esperando a que le des su próxima dosis.

    Así que cierro aquí y continuaré en otro momento. Lo que tiene que quedar claro es que es hora de que nos paremos a pensar en las consecuencias de empezar a usar un smartphone a una edad tan temprana. Hay muchos argumentos para convencerse de que, por lo menos, hasta los 16 años nada. No es que tenga que ser un objeto prohibido, porque lo conviertes automáticamente en un objeto deseado, y más si tú lo tienes en la mano y te están viendo cómo lo usas a todas horas.

    La solución no está solo en limitar pantallas, sino en recuperar los elementos clave de una infancia saludable: aumentar el tiempo que los niños pasan jugando sin supervisión de adultos, hacer que tengan más interacciones cara a cara con otros niños de su edad y establecer límites claros y horarios de desconexión en vez de dejar que se pasen el día tumbados mirando vete tú a saber qué. Se trata de evitar que los niños y las niñas tengan un móvil propio a los 10 años, sin ningún tipo de control y sin ninguna estrategia de compensación. Parece fácil, pero sé que no lo es. No espero ni potificar (bueno, un poco sí) ni dar con la solución. Cada día es más difícil, me consta. Pero sólo con pensar un poco y conocer lo que está en juego nos hará avanzar para prevenir la catástrofe en salud mental que se nos viene encima.

    Seguiremos informando.


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    Notas

    1. HAIDT, J. (2024). The Anxious Generation. Penguin Press. ↩︎
    2. Los datos son de EEUU y el Reino Unido. ↩︎
    3. TWENGE, J. M. (2017). iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy – and Completely Unprepared for Adulthood – and What That Means for the Rest of Us. Atria Books. ↩︎
  • La homofobia internalizada

    03/04/2025
    LGTBIQ+, Psicología
    Homofobia no, gracias.

    Hoy voy a contar la historia de un amigo al que voy a llamar Andrés. Nos conocimos hace tiempo, después de que él saliera del armario, y quedamos para zorrear, pero la cosa no salió adelante y de ahí salió una amistad que ha durado hasta hoy. No nos vemos mucho, pero estamos en contacto a pesar de la distancia. Una de las veces en las que yo volé a casa, quedamos y me contó el momento exacto en que él recuerda que asumió que era maricón y que tenía que hacer algo para dejar de sentirse infeliz.

    Me explicó que una tarde, después haberse acostado con una mujer, se duchó y se puso a mirarse en el espejo del baño. De pronto, «se dio asco». Asco por que le había «tomado el pelo» a la chica con la que había follado. Hasta este momento había tenido una vida de hetero, tenía un buen trabajo, no le faltaban amigos y tenía una relación buena con su familia, que no era especialmente conservadora. Pero había llegado un momento en que la cabeza estaba a punto de explotarle: era maricón y se resistía a la idea de follar con tíos. Esa resistencia tiene un nombre, amiga: homofobia internalizada. 

    La homofobia internalizada es el resultado de haber sido expuesto a actitudes y creencias homófobas durante mucho tiempo. Aunque no todos los maricones terminan siendo homófobos, es una realidad que afecta a muchos, y su impacto en la autoestima puede ser devastador. La sociedad, la cultura y, a menudo, la educación, juegan un papel fundamental en la formación de estas actitudes, que se asumen como ciertas y terminan dirigiéndose hacia uno mismo. En el caso de Andrés, esa voz crítica que no dejaba de escuchar no era realmente suya, sino un maremágnum de todos los prejuicios y rechazos que había absorbido desde muy joven. 

    Desde la infancia estamos expuestos a normas sociales que nos dicen cómo deberíamos ser. Estas normas están profundamente arraigadas en las estructuras culturales y sociales y tienden a estigmatizar cualquier desviación de lo que se considera normal. En el caso de las personas LGBTIQ+, estas normas han sido históricamente negativas, promoviendo la idea de que ser homosexual, bisexual o transgénero es incorrecto, indeseable, ridículo o nocivo. Estas creencias son las que, cuando son adoptadas y dirigidas hacia uno mismo, se convierten en homofobia internalizada. 

    Para muchas personas, la homofobia internalizada se manifiesta en una serie de comportamientos y pensamientos autodestructivos. Andrés me contó que le pasaba mucho lo de sentirse culpable por desear follar con tíos. Se sentía ridículo y tenía un miedo abrumador a que las personas de su entorno se enteraran. Este sentimiento de culpa se mezclaba con una sensación de vergüenza, que lo hacía rehuir situaciones donde podía expresar abiertamente quién era. Como resultado, su autoestima se fue erosionando y llegó a creer que no merecía la felicidad que otros parecían encontrar tan fácilmente. Esto último, pensar que los demás eran muy felices y él no, es una creencia irracional, como todas las que surgen de la homofobia, internalizada o no, dirigida a uno mismo o hacia otros. Todo esto por no mencionar que además era un poco misógino, según me contó el mismo. Pero esa es otra historia. O no.

    ¿Por qué la homofobia internalizada tiene un impacto tan profundo en la autoestima? La autoestima es la valoración que una persona tiene de sí misma, un juicio interno que afecta la manera en que interactuamos con el mundo. Cuando alguien desarrolla una baja autoestima, tiende a sentirse menos valioso, menos competente y capaz de enfrentarse a los desafíos de la vida cotidiana. La homofobia internalizada refuerza estos sentimientos, haciendo que la persona sienta que no merece amor, respeto o “éxito” simplemente por sus deseos sexuales. 

    Andrés, como muchas otras personas en su situación, intentó lidiar con estos sentimientos acudiendo a un grandísimo repertorio de formas de autoengaño. Se esforzó por cumplir con las expectativas heteronormativas: durante años mantuvo relaciones con mujeres que, aunque eran genuinas en su afecto, no le satisfacían por razones obvias. También evitaba los espacios LGBTIQ+, los bares de ambiente o las aplicaciones de zorreo, temiendo que asociarse con la comunidad lo hiciera más vulnerable al juicio y al rechazo y con el miedo a que alguien se enterara. Estas estrategias no hicieron más que profundizar su dolor, perpetuando un ciclo de autonegación y baja autoestima. 

    Un pifostio.

    Andrés tuvo la valentía (sí la valentía) de afrontar este asunto con una psicóloga que le ayudó a reconocer que esos sentimientos negativos eran aprendidos y que estaban basados en errores de lógica; un clásico de las terapias basadas en lo que dijo Beck. Es un clásico en los sentimientos de culpabilidad y en los cuadros depresivos en estas situaciones. La psicóloga le ayudó a explorar el origen de este repertorio de creencias, deconstruyendo algunos de los comentarios hirientes que había escuchado desde su infancia, las imágenes que veía en los medios de comunicación, y las actitudes discriminatorias que había presenciado en su entorno. Con el tiempo, comenzó a alejarse de estas creencias, reemplazándolas por una aceptación más sana de sí mismo a partir de un análisis racional de todos estos pensamientos. No es un proceso fácil, ni de coña, ni el hecho de que veas que lo que piensas es irracional no quiere decir que no vuelvas a caer sin querer en una espiral de miedos. La terapia, como siempre, le indicó el camino, pero sólo él (o tú) puede recorrerlo.  

    El proceso no fue fácil. Aceptar que había estado negando una parte fundamental de sí mismo durante tanto tiempo fue doloroso, pero también liberador. Andrés descubrió que podía desafiar esos pensamientos autodestructivos, y poco a poco, su autoestima empezó a mejorar y los miedos, aunque todavía estaban ahí, eran menos paralizantes. Entendió que no había nada intrínsecamente malo en ser quien es, y que tenía derecho a vivir una vida plena y feliz, sin sentirse culpable o avergonzado. 

     Una parte crucial de este proceso fue empezar a rodearse de una pequeña comunidad que lo apoyara. Andrés comenzó a relacionarse con otros hombres gais, primero sólo con la intención de follar. Encontró en ellos no solo amigos, sino también modelos a seguir que lo inspiraron a afrontar esos miedos en su vida cotidiana. Al compartir sus experiencias, descubrió que no era el único, que muchos otros habían pasado por lo mismo, y que el mero hecho de hablar facilitaba combatir la homofobia internalizada y sus efectos. No es que él decidiera un día que tenía que ser parte de la «comunidad LGTBIQ+», si es que existe; me refiero a salir a bares de maricones y usar Grindr, por ejemplo.

    El impacto de la homofobia internalizada en la autoestima no es una tontería. Es una batalla interna que muchos enfrentan en silencio, sin darse cuenta de que los pensamientos y sentimientos que experimentan no son necesariamente reales, sino el resultado de años de condicionamiento social. La buena noticia es que este impacto puede ser revertido o, por lo menos, los efectos de esas creencias pueden hacerse menos intensos. Con terapia, el apoyo de un entorno que permita dialogar sobre el asunto, y el trabajo constante en la aceptación de una naturaleza que no se puede cambiar (el ser maricón), es posible superar o al menos aliviar la homofobia internalizada y reconstruir una autoestima fuerte y saludable. 

    La historia de mi amigo no es especial, ni es la única ni la última. Salir de esa mierda no es un proceso fácil, y requiere de mucho coraje enfrentar los prejuicios que hemos internalizado. Sin embargo, es un camino necesario para alcanzar una verdadera paz interior y un sentido de valor propio. En última instancia, aceptarnos tal como somos es un acto de resistencia y de amor propio, una afirmación de que, sin importar lo que la sociedad diga, merecemos ser felices y vivir nuestras vidas plenamente. 

    Lee más aquí:

    Frost, D. M., & Meyer, I. H. (2009). Internalized homophobia and relationship quality among lesbians, gay men, and bisexuals. Journal of Counseling Psychology, 56(1), 97–109. doi:10.1037/a0012844 

    Herek, G. M., Cogan, J. C., Gillis, J. R., & Glunt, E. K. (1998). Correlates of internalized homophobia in a community sample of lesbians and gay men. Journal of the Gay and Lesbian Medical Association, 2(1), 17-25. doi:10.1023/B:JOLA.0000004499.34202.68 

    Meyer, I. H. (2003). Prejudice, social stress, and mental health in lesbian, gay, and bisexual populations: Conceptual issues and research evidence. Psychological Bulletin, 129(5), 674–697. doi:10.1037/0033-2909.129.5.674 

    Ross, M. W., Rosser, B. R. S., & Neumaier, E. R. (2008). The relationship of internalized homonegativity to unsafe sexual behavior in HIV-seropositive men who have sex with men. AIDS Education and Prevention, 20(6), 547–557. doi:10.1521/aeap.2008.20.6.547 

    Szymanski, D. M., & Carr, E. R. (2008). The roles of gender role conflict and internalized heterosexism in gay men’s psychological distress: Testing gender role conflict theory. Psychology of Men & Masculinity, 9(1), 40-54. doi:10.1037/1524-9220.9.1.40 

  • Las parejas no monógamas son igual de felices que las monógamas, pero no tienen vidas sexuales más satisfactorias

    27/03/2025
    Enlaces

    Non-monogamous people are just as happy in their love lives as those with only one partner but are not “significantly” more sexually satisfied than traditional couples, research suggests.

    Polyamory, open relationships and swinging are among the many forms of consensual non-monogamy. Polyamory has become increasingly mainstream, with a recent poll showing that one in 25 Britons have experienced it. A further one in 14 said they would be open to exploring it.

    And the authors of a new study said their findings challenged what they called a prevailing “one-size-fits-all approach to relationships”, showing that contentment is not inextricably linked to monogamy.

    Nicola Davis, en The Guardian (enlace)

  • «The Anxious Generation», un libro que deberíais leer si os relacionáis con adolescentes

    26/03/2025
    Psicología

    Este libro debería ser obligatorio para quien trabaja en educación, para quienes tienen menores a su cargo y para cualquiera que esté interesado en educación, en general.

    The Anxious Generation de Jonathan Haidt es un libro que explica cómo los teléfonos inteligentes y las redes sociales han transformado la infancia y la adolescencia, contribuyendo a una crisis de salud mental sin precedentes. Haidt dice que el aumento de la ansiedad, la depresión y la fragilidad emocional en los jóvenes está directamente relacionado con la disminución del tiempo que los niños pasan jugando sin supervisión, una tendencia a la sobreprotección el uso de smartphones. Presenta datos procedentes de trabajos académicos sobre la relación entre los móviles y la salud mental y propone soluciones para recuperar una infancia más saludable.

    Haidt presenta datos que demuestran que las tasas de ansiedad y depresión entre adolescentes han aumentado un 70% desde la década de 2010 a 2020. Estas cifras coinciden con la aparición de los teléfonos inteligentes y la conexión permanente a redes como instagram: la presión constante por adecuarse a un modelo de vida y la comparación social entre los jóvenes, añadidas a un descenso en la asunción de riesgos y la interacción social cara a cara ha resultado ser un combo catastrófico para la salud mental de las generaciones nacidas a partir de 1995, más o menos. Es urgente que reconsideremos el grado de exposición de la juventud a las redes sociales o vamos a flipar.

  • Adolescence is a time of risk and opportunity

    22/03/2025
    Psicología

    Heightened susceptibility to stress in adolescence is a specific example of the fact that puberty makes the brain more malleable, or plastic. This makes adolescence both a time of risk (because the brain’s plasticity increases the chances that exposure to a stressful experience will cause harm) but also a window of opportunity for advancing adolescence, health and well-being (because the brain plasticity makes adolescence a time when interventions to improve mental health may be more effective).

    Laurence Steinberg

    Las experiencias vividas durante la adolescencia pueden tener una gran importancia el desarrollo y en la edad adulta. La adolescencia no es un periodo de la vida, especialmente estresante pero sí, es una etapa en la que somos más vulnerables al efecto de factores estresantes sostenidos en el tiempo. Estos factores pueden favorecer la aparición de trastornos de ansiedad generalizada, trastornos depresivos, trastornos a la alimentación y adicciones.

  • 🔥 Día de locos en el colegio: alarma de incendio, evacuación y un susto innecesario

    20/03/2025
    Personal
    man smiling while sitting on running board of a fire truck

    Hoy ha sido un día eterno en el colegio. Reunión tras reunión, sin un minuto de respiro, y justo cuando por fin voy a por un café… me llega un olor a quemado tremendo. Y yo, responsable de 220 personas.

    Me quedo un minuto intentando averiguar de dónde viene hasta que pienso: mejor no arriesgarse. Doy la alarma y me acojono.

    🚨 Evacuación de emergencia: 220 personas fuera en minutos

    En cuanto tenemos a todo el mundo fuera, revisamos el edificio para asegurarnos de que no queda nadie dentro y llamamos a los bomberos. Llegan en menos de cinco minutos, pero justo cuando aparecen… se acerca un coche fúnebre.

    Ha sido verlo y la chavalería ha empezado a gritar como si estuviéramos en una película de terror. No les culpo: camión de bomberos y coche funerario, todo parecía que la cosa iba a acabar regulinchi.

    🔎 ¿Cuál ha sido el problema?

    Por suerte, al final no ha sido nada grave. Solo una plancha eléctrica que había hecho un cortocircuito y de ahí venía el olor. Explico la situación a todo el mundo y volvemos a clase como si nada.

    Podía haber sido peor. Podíamos haber acabado con una laminadora quemada y quince niños que se han meado encima. El coche funerario detrás de los bomberos ha sido un atrezo inesperado.

    😰 La presión de tomar decisiones bajo estrés

    Ahora mismo tengo un bajón del copón. Recuerdo que, mientras daba la orden de evacuar y revisaba hasta los baños, solo podía pensar: Dios mío, que no haya nadie dentro y que no pase nada.

    Al final todo ha quedado en risas y sé que hemos actuado bien, pero después me he sentido completamente ridículo. Seguí el protocolo y todo, sí, pero no puedo dejar de pensar en lo que podría haber pasado.

    ¿Y si hubiera sido algo serio? ¿Y si la responsabilidad hubiera sido mía? No quiero ni imaginar cómo debe sentirse alguien que ha tomado la decisión equivocada… o que, simplemente, no ha hecho nada. ¿Podrán dormir tranquilos?

  • My wife is my best friend. How do I tell her I want an open marriage?

    19/03/2025
    Enlaces

    I am a thirtysomething woman and have been with my partner for six years– we’ve been married for about half that time. In many ways, we have a wonderful marriage: she is my best friend as well as my wife. The issue is our sex life. She has a very low sex drive, whereas mine is high. She won’t ever instigate sex, due to past trauma, and I can no longer tolerate always being the one doing the chasing. As a result, our sex life is pretty dead in the water. I do not want to end our marriage, but I want to be desired. We have tried to talk about this, but nothing ever really changes and I am now at the point where I have become less and less attracted to her sexually and we’ve both stopped trying. Last year, I developed an infatuation with someone at work. It lasted for a year and I spent a lot of time imagining what it would be like to be with her. It has died down only because I have distanced myself from her. But it made me realise how much I want to have sex with someone else. I have no idea how to go about telling my wife that I want to stay married, but sleep with other people – yet I don’t think I could live with the guilt if I had a secret affair.

    Pamela Stephenson Connolly

    Enlace al artículo >

  • Los tipos de liderazgo: lo que he aprendido durante estos meses siendo director

    16/03/2025
    Liderazgo, Psicología
    group of people taking photo

    El liderazgo es un fenómeno complejo que se manifiesta de múltiples formas según el contexto, la personalidad del líder y las necesidades del grupo. La psicología, como siempre, dice que no existe un único modelo que defina a todos los líderes, sino que cada uno ejerce su influencia de manera distinta. Algunos destacan por su carisma, otros por su capacidad de organización, y algunos por su habilidad para inspirar cambios profundos en las personas que los rodean.

    A lo largo de estos meses como director de colegio he tenido que ponerme las pilas mucho. Pero mucho. En las reuniones con otros directores de colegio de la zona, he podido observar cómo el liderazgo se expresa de maneras muy diversas, que todo depende de cómo han gestionado la situación desde que tomaron posesión de la plaza y también de las personalidades de cada cual. La mía no es un trastorno. Soy así de jodido que no me aguanto ni yo.

    Luego está el trabajo en el ministerio, que por qué me tengo yo que meter en comisiones de la UE de mierda para yo qué sé. Porque como no tengo trabajo y no cojo aviones, tenía que meterme en otro fregado. Pero eso es otra historia que deberá ser contada en otro momento si antes no me llevan al Tribunal de La Haiga por mi contribución decisiva al cambio climático.

    Uno de los estilos más reconocibles es aquel basado en la autoridad y la estructura jerárquica. En este caso, el director o la directora asume un rol centralizado, toma decisiones de manera autónoma y espera que los demás, incluida la muchachada, sigan sus directrices sin demasiada oposición. Puede ser efectivo en situaciones que requieren rapidez y disciplina, pero también puede generar distancia emocional y desmotivación en el equipo. Estas personas no creo que hayan elegido se ese tipo de líderes por lo que han leído, observado o aprendido en los cursos a los que te mandan. Muy probablemente se comporten así en otros ámbitos de su vida cotidiana. Y es el tipo de dires para los que nadie quiere currar.

    También me he encontrado con los que priorizan la colaboración y la participación. En estos casos, el liderazgo se construye a partir del consenso, la escucha activa y la inclusión de las opiniones del grupo en la toma de decisiones, aunque tú tengas la última palabra. Estos líderes suelen fomentar un clima de confianza y compromiso, favorecen la creatividad y la iniciativa de la plantilla y suelen ser identificados claramente en su posición. Sin embargo, pueden enfrentar dificultades cuando es necesario tomar decisiones difíciles sin el respaldo total del grupo: les faltan los ovarios / los cojones para tomar esas decisiones sin evitar darle vueltas a qué estará pensando el claustro sobre ellos / ellas. Y luego está la cuestión de lo poco efectivo que puede llegar a ser cuando estamos hablando de 230 personas a las que dirigir, como es mi caso.

    También existen los y las dires que inspiran a través de su visión y valores psicopedagógicos y políticos, movilizando a los demás hacia un propósito compartido. La capacidad de generar entusiasmo y motivación hace que el claustro se alinee con tus objetivos de manera natural porque sienten que forman parte de algo que tiene importancia. He visto cómo este tipo de directores o directoras transforman los colegios en los que trabajan porque tienen una energía especial que impulsa el crecimiento y que pone a todo el mundo en marcha. Lo que pasa es que su éxito depende en gran medida de la coherencia entre su discurso y sus acciones, y la falta de autenticidad puede debilitar el impacto de su trabajo.

    No hay un único tipo de liderazgo ideal, y menos en un colegio. En estos ámbitos, hay otras variables que no pueden dejarse de lado, como la población infantil con la que están trabajando y su situación socio-económica, el tamaño o incluso el prestigio de la institución. La efectividad de cada estilo depende de otros factores, como el contexto cultural o los objetivos que se persiguen, e. d., si lo la línea que tienen está basada en una disciplina concreta o si se centran, como nosotros, en población con características lingüísticas especiales y necesidades de apoyo escolar severas.

    Desde que cambié de trabajo he aprendido que ser director es, sobre todo, un proceso de aprendizaje continuo: o sea, que no paran de darte hostias por todas partes, to be very honest. En mi caso ha sido darme de bruces con la realidad varias veces al día. Hay veces en que llego a casa y soy incapaz de moverme, otras en que pienso que no merece la pena y que mi vida es algo más que mi trabajo. ¿Viene con el trabajo? Sí. ¿Es eso lo que puede que todos los líderes tengan en común? Puede. A veces estoy hasta el coño. A veces pienso que ser el director es un privilegio. Yo qué sé. Lo que sí sé es que a veces lo pasas del culo, pero cuando algo te sale bien, joder, joder, joder.

    Referencias

    Bass, B. M. (1990). From transactional to transformational leadership: Learning to share the vision. Organizational Dynamics, 18(3), 19-31.

    Goleman, D. (2000). Leadership that gets results. Harvard Business Review, 78(2), 78-90.

    Northouse, P. G. (2018). Leadership: Theory and practice (8th ed.). Sage Publications.

    Yukl, G. (2013). Leadership in organizations (8th ed.). Pearson.

  • 15/03/2025
    Enlaces

    Al final va a resultar que El País va a salir de su enroque y va a aceptar en su libro de estilo «ucraniano» en vez de «ucranio».

  • The Serotonin Hypothesis

    14/03/2025
    Psicología
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