Las gemelas Kessler y el Estudio Minnesota: qué nos dicen la genética y el ambiente sobre quiénes somos

Las Gemelas Kessler

Las hermanas Kessler, Alice y Ellen, mueren juntas a los 89 años.

El dúo pop alemán, que el año pasado expresó su deseo de “irse juntas”, tuvo una muerte asistida conjunta en su casa de Grünwald.

Gemelas: se gestan juntas, viven juntas y, a veces, también se van juntas. Las parejas de gemelos y lo increíblemente parecidos que pueden llegar a ser siempre me han fascinado. Cuando daba clases de psicología era uno de esos temas en los que me encantaba detenerme, porque mezcla biología, comportamiento humano y aprendizaje.

La biología nos dice que comparten un mapa genético, que sus cerebros siguen trayectorias similares y que ciertas predisposiciones vienen de fábrica. Hasta ahí todo bien. Pero luego aparece esa parte que no encaja del todo en un gráfico ni en una regresión estadística: cómo dos personas pueden sentir el mundo de forma tan parecida, reaccionar casi en sincronía y construir una vida marcada por una especie de sintonía fina que no ves en otros hermanos.

Esa mezcla entre lo biológico y lo profundamente humano es lo que convierte a los gemelos en un fenómeno tan flipante. Puedes diseccionar genes, hormonas y patrones de desarrollo, pero siempre queda la sensación de que hay algo más, un vínculo que va más allá del simple ADN compartido. Y es ahí donde las historias como la de las gemelas Kessler adquieren ese aire casi simbólico: no solo ilustran lo que sabemos científicamente, sino también lo que intuimos desde hace siglos sobre los vínculos que nacen antes incluso de tener nombre.

Gemelos y comportamiento: genética, ambiente y todo lo que hay en medio

Cuando hablamos de las causas biológicas de la conducta, el punto de partida es sencillo: comparten ADN. Y con él, una colección bastante amplia de predisposiciones. Desde la vulnerabilidad a episodios depresivos hasta la inteligencia verbal, pasando por la devoción a los macarrones con tomate.

Luego está el factor social. Ahí entran en escena esos gemelos criados por separado que han alimentado uno de los debates más apasionantes de la psicología: qué parte de lo que somos viene en el paquete genético y cuál se construye con aprendizaje, vivencias y entorno. Si dos gemelos hacen todo de la misma manera, ¿es porque han aprendido en casa a hacerlo así? Y si no han vivido juntos, ¿por qué lo hacen igualmente? Esa es la pregunta.

El Estudio Minnesota: la investigación que redefinió la relación entre herencia y ambiente

Iniciado en 1979 por Thomas Bouchard y su equipo en la Universidad de Minnesota, este proyecto monumental buscaba responder a una pregunta central: hasta qué punto nuestra personalidad, inteligencia y comportamiento se pueden explicar por la genética, y cuánto debemos al entorno que nos cría.

Para ello estudiaron a cientos de pares de gemelos, tanto monocigóticos como dicigóticos, que habían sido separados al nacer y criados en familias diferentes. Es decir, misma genética, vidas completamente distintas.

Gemelos monocigóticos: se originan por la bipartición celular de un cigoto, que da origen a dos embriones, llamados en los humanos gemelos idénticos, por su idéntica carga genética

Gemelos dicigóticos: individuos cuya gestación ocurre de manera simultánea y se originan por la fecundación de dos óvulos distintos por dos espermatozoides distintos dando como resultado individuos dicigóticos, coloquialmente “mellizos”

Durante más de dos décadas les aplicaron una batería de pruebas médicas, cognitivas y psicológicas: evaluaciones clínicas, test de personalidad, mediciones fisiológicas y análisis conductuales. Un nivel de detalle que, en su momento, fue la hostia.

Resultados del Estudio Minnesota: lo que realmente nos hace parecidos (o diferentes)

Los hallazgos fueron rotundos:

1. La genética pesa más de lo que pensábamos

Muchos rasgos psicológicos mostraron niveles altos de heredabilidad. Destacaban la inteligencia, ciertos patrones estables de personalidad y la predisposición a trastornos como la depresión o la ansiedad.

2. Los gemelos separados se parecen muchísimo

Incluso en aspectos cotidianos y aparentemente triviales: gustos, hobbies, hábitos diarios. La genética influía en más áreas de la conducta de lo que se había asumido durante décadas.

3. El ambiente sigue siendo imprescindible

Las diferencias individuales no desaparecían. Las experiencias únicas, la historia personal y el factor impredecible de la vida completaban el cuadro.

¿Y las hermanas Kessler?

El Estudio Minnesota no explica (ni lo pretente) ese tipo de conexión emocional profunda que algunas parejas de gemelos experimentan, como en el caso de las hermanas Kessler. Pero sí deja claro que la genética construye una base común sobre la que se desarrollan muchísimos vínculos y similitudes extraordinarias, incluso cuando las circunstancias de vida son diferentes.

El Estudio Minnesotta sigue siendo uno de los trabajos más citados en psicología, biología del comportamiento y neurociencia. Gracias a él entendemos mejor por qué los gemelos pueden parecerse tanto en estilo de vida, decisiones y trayectorias emocionales, incluso cuando el entorno no ha sido compartido. Y también por qué historias como la de las gemelas Kessler siguen contándonos algo esencial sobre nosotros mismos: que la identidad es un baile constante entre lo que heredamos y lo que vivimos.