La Frikitiva
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  • Estoy tranquilo, pero por dentro arde París

    28 de octubre de 2025

    Vivimos en una época en la que enfadarse es una torpeza social. La indignación, ese impulso visceral que antes movía revoluciones y huelgas, ahora se trata como si fuera un fallo químico del cerebro. Si te cabreas, te dicen que respires, que gestiones tus emociones y que practiques gratitud, como si el problema estuviera en tu amígdala y no en las estructuras y en las circunstancias que te asfixian. La psicología popular hegemónica, convertida en un brazo amable del control social, ofrece soluciones individuales a malestares colectivos. Se llama “manejo de la ira”, pero en realidad significa: “no molestes, no incomodes, no protestes”.

    La genialidad del sistema consiste en su capacidad para desplazar la culpa. No estás harto de una situación injusta o cabreado porque te han gastado una putada. Eres, como te dicen, una persona con dificultades para la regulación emocional. La mala hostia, en lugar de verse como una reacción razonable ante lo que está mal hecho, se transforma en un síntoma o un desajuste personal. De este modo, la persona que te ha perjudicado logra lo que busca: hacerte luz de gas y convertir su acción en una patología tuya. Si estás jodido, cállate y medita. Si el mundo te cabrea, haz yoga.

    Todas las emociones incómodas se convierten en un fallo individual. Tienes que convertirte en una persona dócil, con cero conflicto político y con una respiración diafragmática que ya la habría querido Jessie Owens. Pero yo diría que la mala leche, muchas veces, es el cuerpo diciéndote que hay algo que está mal. Lo que pasa es que te dicen que esa reacción es un fallo tuyo, no una fuerza que debe ayudarte a que las cosas cambien a tu alrededor.

    A veces no hay que respirar profundo. Cuando algo te cabrea, lo razonable no es respirar profundamente, sino hacer que las cosas cambien, y hacerlo con dignidad. No hace falta montar un numerito, pero si llevas la sonrisa en huelga y tu paciencia cotiza en negativo, no pasa absolutamente nada. Estás en tu derecho. Enfadarse también es una forma de cuidar lo que importa. Y si alguien te dice que respires, recuérdale que si la Revolución Francesa se hubiera hecho a base de respiraciones conscientes, todavía estarían practicando mindfulness en Versalles.


  • No hay nada mejor que lo absurdo para sobrevivir

    27 de octubre de 2025

    Nunca me han gustado los realities. O al menos eso me decía a mí mismo mientras fingía tener criterio. Pero no hay nada mejor que apagar el cerebro y dejar que la neurona de guardia contemple el desastre humano en alta definición. Dubai Bling, Milf Manor, Love Is Blind… un desfile de pestañas postizas y frases que harían llorar a tu psicóloga. No hay nada mejor que lo absurdo para sobrevivir.


  • No, la tecnología no nos está volviendo más estúpidos: lo que dice la psicología

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    26 de octubre de 2025

    Cada revolución tecnológica llega con su profecía de decadencia intelectual. Lo dijeron con el libro, con la televisión y ahora con la inteligencia artificial. El artículo de El Diario sobre la supuesta era dorada de la estupidez repite ese viejo temor con lenguaje nuevo. Pero si miramos la evidencia desde la psicología, el panorama es muy distinto.

    La tecnología modifica la forma en que pensamos, sí. Afecta la atención, reorganiza la memoria y estimula una dependencia creciente de dispositivos externos. Sin embargo, eso no significa que seamos menos inteligentes. El cerebro humano no se apaga por usar herramientas digitales: se reorganiza. Lo que la ciencia llama descarga cognitiva (delegar ciertas tareas mentales en soportes externos) no implica pérdida, sino adaptación. Igual que cuando empezamos a escribir para liberar la memoria oral, ahora externalizamos datos para concentrarnos en procesos más complejos. Por eso no recordamos números de teléfono, básicamente.

    El problema real aparece cuando confundimos comodidad con pensamiento. Si dejamos que el algoritmo decida por nosotros, la inteligencia no se debilita, se adormece. Pero el culpable no es la máquina, sino el usuario que renuncia a la fricción mental necesaria para entender el mundo. La psicología social explica este catastrofismo como sesgo de negatividad: tendemos a sobrevalorar lo que perdemos y a ignorar lo que ganamos. Desde la imprenta hasta la IA, el miedo al deterioro cognitivo es más emocional que científico.

    Hoy sabemos que el cerebro se adapta al entorno digital igual que lo hizo al lenguaje escrito. No estamos asistiendo a un colapso intelectual, sino a una reconfiguración. El reto no es resistirse a la tecnología, sino aprender a usarla con atención crítica. Pensar sigue siendo un acto voluntario, aunque el entorno nos invite a distraernos.

    No vivimos una era dorada de la estupidez. Vivimos una era de mutación cognitiva. La inteligencia no se está extinguiendo, está cambiando de forma. El verdadero riesgo no está en las máquinas que piensan demasiado, sino en los humanos que han dejado de hacerlo.


  • 12 leyendas urbanas sobre las lenguas que deberíamos dejar de repetir

    Diccionario en ruso con palabras y definiciones visibles, representando la complejidad y belleza de los idiomas del mundo.
    25 de octubre de 2025

    La gente ama las historias. Especialmente cuando son falsas, están mal citadas o suenan exóticas. En el mundo de la lingüística, pocas cosas generan tanta pasión como las leyendas urbanas sobre las lenguas. Mitos absurdos, medio verdades y exageraciones que llevan un siglo rodando por manuales, redes y sobremesas.

    Vamos a desmontar unas cuantas con la esperanza (vana) de que la próxima vez que alguien suelte “los esquimales tienen cien palabras para nieve”, al menos alguien le mire con pena. O como cuando te mira tu gato.

    1. Los esquimales tienen cien palabras para “nieve”

    El clásico. La frase que todo profesor de lengua ha oído, que todo periodista cultural ha escrito y que nadie se ha molestado en verificar. El origen está en Franz Boas, un antropólogo que a principios del siglo XX mencionó que los pueblos inuit usaban varias raíces para distintos tipos de nieve. El problema: alguien lo leyó mal, otro lo citó peor, y así nació el mito.

    Las lenguas esquimo-aleutianas son polisintéticas, es decir, fabrican palabras combinando muchas raíces. Pero eso no significa que tengan más palabras para nieve que el inglés, el español o el klingon. En realidad, tienen las mismas categorías léxicas, solo que más combinatorias. Así que no, los inuit no están obsesionados con la nieve. Están obsesionados con sobrevivir en ella, que es distinto.

    Familia inuit posando con la paciencia de quien lleva un siglo soportando que los llamen “esquimales”. Una familia inuit, no “esquimal”, gracias. Lo de “esquimal” lo inventaron otros porque les sonaba exótico. Es como si a los españoles los llamaran “paelleros” y encima insistieran en que es un término científico.

    2. El chino mandarín no tiene tiempos verbales

    Falso, pero tentador. El chino no marca el tiempo mediante flexiones verbales como “comí” o “comeré”, pero sí distingue pasado, presente y futuro mediante partículas y contexto.

    Por ejemplo, la partícula 了 (le) indica que algo ya ha sucedido, y 正在 (zhèngzài) marca una acción en curso. No hay conjugaciones, pero hay gramática temporal de sobra. O sea, el mandarín tiene tiempo. Lo que no tiene es paciencia para nuestras categorías europeas.

    La gramática del chino mandarín funciona por partículas y orden, no por conjugaciones: menos drama, misma precisión.

    3. El alemán tiene la palabra más larga del mundo

    Otro mito que se niega a morir. Es cierto que el alemán puede crear monstruos como Donaudampfschifffahrtsgesellschaftskapitän (“capitán de la compañía de barcos de vapor del Danubio”). Pero eso no significa que sea una “palabra” en sentido estricto.

    El alemán concatena sustantivos por pura diversión morfológica, igual que un niño con bloques de Lego. En el habla real, nadie usa términos de treinta letras, salvo para ganar concursos o torturar a estudiantes Erasmus. Para movidas complicadas, los números en danés.

    Alquiler de máquinas para lijar suelos. En alemán: una sola palabra y tres ataques de ansiedad.

    4. El árabe no tiene palabra para “amor”

    Una tontería monumental, pero muy compartida. El árabe tiene decenas de palabras para amor, cada una con un matiz distinto: ḥubb (amor general), ʿishq (pasión intensa), hawā’ (deseo o afecto pasajero) o shawq (anhelo o nostalgia).

    Si algo caracteriza al árabe clásico, es su capacidad para matizar emociones. Así que, por favor, la próxima vez que alguien te diga que “en árabe no existe el amor”, recuérdale que probablemente tampoco existe su sentido del ridículo.

    في العربية، للحب ظلال أكثر من تمرة تحت الشمس

    5. Los franceses no pronuncian la H

    En realidad, sí la pronuncian, solo que a su manera. Existen dos tipos: la h muette (muda) y la h aspirée (bloquea la elisión). No suena como en inglés, pero está ahí, funcionando como una barrera invisible que impide decir l’homme en lugar de le héros.

    Los franceses no ignoran la H; la usan como frontera fonética con más elegancia que nosotros usamos los signos de puntuación. Los españoles tampoco la pronunciamos, usamos una J como un piano. JELOU JAU AR YU.

    6. Los españoles hablan más rápido que nadie

    Depende de qué entiendas por “rápido”. El español tiene sílabas cortas y un ritmo silábico muy regular, y eso da sensación de velocidad. Pero si mides la cantidad de información por segundo, el inglés, el japonés o el vietnamita comunican lo mismo en el mismo tiempo.

    Así que no, no hablamos más rápido: solo parece que sí porque llenamos el aire de vocales y no dejamos pausas para pensar. Lo que sí hacemos es gritarnos unos a otros. A todas horas.

    Españoles hablando muy rápido y pasándolo súper bien.

    7. El euskera es una lengua extraterrestre

    Una joya de la mitología ibérica. Que el euskera sea una lengua aislada no significa que venga del espacio, sino que no se ha demostrado su parentesco con ninguna otra lengua viva.

    Sobrevivió a siglos de latinización, invasiones, repoblaciones y campañas escolares, lo que ya lo hace más resistente que la mitad de los políticos. Pero no, no vino en una nave de piedra ni lo enseñó un alien vasco. Simplemente es un fósil lingüístico. Y eso no lo digo con mala leche, implicando nada de política. Que viva el euskera y las lenguas raras, coño.

    8. El inglés no tiene reglas gramaticales

    Tiene tantas que ya ni los nativos las entienden todas. Lo que pasa es que el inglés es un Frankenstein lingüístico: germánico de base, con mogollón de préstamos franceses y latinos, más un toque de caos ortográfico por pura tradición y porque ellos lo valen. Si algo necesita el inglés (y el danés, amiga date cuenta), es una reforma ortográfica.

    Las reglas existen, pero están llenas de excepciones. Así que el problema no es que no haya reglas, sino que nadie sepa por qué coño siguen ahí.

    Este es un ejemplo del Shavian Alphabet, que mola cantidad y se escribe a toda velocidad.

    9. Los japoneses y los chinos no pronuncia la R (o la L)

    Esto es un caso de percepción distorsionada. En japonés no existen los sonidos /r/ y /l/ como fonemas distintos, sino un único sonido intermedio: una vibrante simple /ɾ/, parecida a la r suave española (como en pero). Por eso, cuando hablan inglés, ese sonido suena a medio camino entre r y l. No es incapacidad; es sistema fonético diferente.

    En el caso del chino, el mandarín tiene una r fricativa retrofleja, más parecida a una mezcla entre “r” y “zh”. Algunos dialectos apenas la usan, así que para un hablante chino que aprende otro idioma, producir una “r” latina es como para nosotros pronunciar clics en xhosa: cuestión de práctica, no de imposibilidad.

    No es que no puedan, es que su lengua no lo necesita. El mito lo inventaron los oídos perezosos de los colonizadores europeos.

    10. Las lenguas con más palabras son más ricas

    El mito favorito de los nacionalistas y los vendedores de cursos online. No hay idioma “más rico” que otro: todos pueden expresar cualquier cosa, incluso los que tienen pocos hablantes o vocabulario reducido.

    El inglés, por ejemplo, tiene miles de sinónimos por herencia doble (latina y germánica), pero eso no lo hace superior. Solo más redundante. Cada lengua es un sistema cerrado, completo y funcional. Ninguna necesita “más palabras” para ser profunda.

    decir, hablar, contar, afirmar, declarar, expresar, manifestar, comunicar, comentar, pronunciar, soltar, murmurar, exclamar, susurrar, balbucear, responder, relatar, narrar, mencionar, revelar, confesar, gritar, anunciar, explicar, articular…

    11. Los inuit no tienen una palabra para “guerra”

    Este mito es tan poético como falso. Aparece en manuales de sabiduría ancestral y en posts de Facebook con fotos de auroras boreales. La realidad: sí existen términos relacionados con conflicto y violencia, pero en sociedades tradicionales donde la escala bélica es mínima, la categoría de “guerra” no se lexicaliza igual.

    No tener una palabra no significa no tener un concepto; significa que la lengua lo expresa de otra forma. Lo mismo pasa con culturas tropicales que no tienen un término exacto para “hielo”. Spoiler: saben perfectamente lo que es cuando lo ven.

    12. El esperanto fracasó

    El esperanto no murió, simplemente nunca quiso ser un imperio. Se diseñó en 1887 como lengua auxiliar internacional, y aunque no conquistó el mundo (ni las clases de instituto), sigue viva: tiene hablantes nativos, literatura, música y congresos anuales.

    No triunfó porque nadie necesita un idioma neutral cuando los poderosos ya tienen el suyo. Pero eso no lo convierte en un fracaso, sino en una utopía que se negó a rendirse. En tiempos de guerras culturales, un idioma sin patria suena casi revolucionario.

    Por qué nos encantan los mitos lingüísticos

    Porque suenan bien. Decir que “los esquimales tienen cien palabras para nieve” o que “los japoneses no entienden la ironía” (otro clásico) nos hace sentir cultos, como si entendiéramos el alma de otras culturas con una anécdota.

    En realidad, lo que reflejan estos mitos es una pereza monumental para entender la diversidad lingüística real. Las lenguas del mundo son tan complejas, tan llenas de historia y adaptación, que preferimos convertirlas en cuentos.

    Las lenguas no son jeroglíficos mágicos ni inventos alienígenas. Son herramientas biológicas, sociales e históricas, moldeadas por siglos de interacción humana. Cada mito lingüístico que desmontas te acerca más a la verdadera belleza del lenguaje: su imperfección, su cambio constante, su genial capacidad para reflejar cómo pensamos.

    Y si alguien en una fiesta vuelve a soltarte una de estas perlas pseudolingüísticas, no hace falta que lo corrijas. Basta con una sonrisa cansada y una frase corta: “Eso lo decía Boas… mal citado.” Funciona siempre.

    GRAZIAS DE HENTREKØTT


  • “Narcisista” es el nuevo “imbécil”: cómo convertimos nuestras rupturas en diagnósticos psicológicos

    man holding rectangular mirror
    24 de octubre de 2025

    Antes bastaba con decir “mi ex era un imbécil” y pasar página. Dolía, pero al menos sonaba honesto. Ahora, en la era de la autoayuda exprés y los vídeos terapéuticos de 30 segundos, hemos elevado la ruptura a categoría clínica. Medio planeta asegura haber salido con un narcisista, y el término suena tan científico que casi alivia.

    El atractivo de la palabra “narcisista”

    Decir “mi ex era un narcisista” tiene glamour intelectual. Da la sensación de que el sufrimiento se puede explicar con psicología y un poco de mitología griega. Es más fácil etiquetar al otro que reconocer lo evidente: dos personas imperfectas se hicieron daño intentando amarse.

    La palabra se ha convertido en escudo, en excusa, en justificación de todo lo que salió mal. Pero en realidad, lo que buscamos no es entender al otro, sino entender por qué nos duele tanto que no nos quisieran como esperábamos.

    Los verdaderos narcisistas existen (y duelen de verdad)

    Nada de esto significa que el narcisismo clínico sea una invención. Quien ha tenido una relación con un verdadero narcisista sabe lo devastador que puede ser: manipulación, falta de empatía, gaslighting y una sensación constante de estar perdiendo el sentido de sí mismo.

    El narcisismo, en su sentido clínico, es un trastorno de la personalidad caracterizado por una autoimagen inflada, una necesidad constante de admiración y una profunda falta de empatía hacia los demás. Detrás de esa fachada grandiosa suele esconderse una fragilidad extrema: el narcisista necesita el reflejo del otro para sostener su propio valor. No ama, sino que se abastece emocionalmente de quienes lo rodean. Y cuando el espejo deja de devolverle admiración, se rompe el vínculo sin remordimientos.

    El narcisista no busca amor, busca reflejo.

    El problema es que el abuso del término ha vaciado su significado. Ahora todo ex egoísta, inmaduro o indiferente entra en la misma categoría, y eso banaliza el dolor real de quienes sí vivieron una relación verdaderamente tóxica.

    Llamar “narcisista” a quien no nos amó como queríamos es una forma elegante de no asumir responsabilidad. No es un verdadero diagnóstico, es una coartada. Permite evitar la incomodidad de mirar lo propio: nuestras carencias, nuestros patrones, nuestras repeticiones. Nos da sensación de orden, de haber aprendido algo, cuando en realidad solo estamos envolviendo el caos con terminología psicológica.

    El amor no es un trastorno

    A veces el amor simplemente fracasa. Sin villanos, sin diagnósticos, sin etiquetas. Dos personas con egos frágiles, expectativas poco realistas y heridas que se rozan. Nada de mitología griega ni manuales de psicología: solo humanos intentando querer y a veces haciéndolo mal.

    La próxima vez que alguien diga “mi ex era un narcisista”, tal vez la pregunta no sea “¿qué trastorno tenía?”, sino “¿qué necesitaba que no obtuvo?”. Y ahí, quizá, empiece algo mucho más terapéutico: la verdad.

    He dicho.

    Referencias

    American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (5ª ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.

    Campbell, W. K., & Miller, J. D. (Eds.). (2011). The Handbook of Narcissism and Narcissistic Personality Disorder: Theoretical Approaches, Empirical Findings, and Treatments. Hoboken, NJ: John Wiley & Sons.

    Ronningstam, E. (2016). Identifying and Understanding the Narcissistic Personality. Oxford: Oxford University Press.


  • 24 de octubre de 2025

    “Narcissist” is the new “jerk.” People used to say “my ex was awful,” but that didn’t sound clinical enough. Now everyone’s a part-time psychologist diagnosing their heartbreaks with Greek mythology.

    Sometimes it’s true. Real narcissists exist, and they can wreck lives with the emotional subtlety of a bulldozer. But most of the time, “narcissist” just means “someone who didn’t love me how I wanted.” It’s easier to slap on a label than to admit two flawed humans made a mess of each other.


  • El caso Sprogø

    Mujeres danesas en la entrada del hogar de Sprogø en los años 30, símbolo de las esterilizaciones forzadas y abusos cometidos en Dinamarca durante el siglo XX.
    21 de octubre de 2025

    Dos mujeres danesas demandaron al Estado por las esterilizaciones forzadas y abusos sufridos en Sprogø, el hogar donde miles fueron recluidas entre 1923 y 1961 por ser “moralmente problemáticas”. Este juicio no va solo de compensaciones. Pone a Dinamarca mirando de frente su pasado. Hoy sale la sentencia.

    Es facilongo pensarlo, pero no lo puedo evitar. Quién iba a pensar que el país, que siempre va dando lecciones de derechos humanos al resto del mundo, tuviera todavía cadáveres en el armario. Fétidos a tope.

    Alrededor de 500 mujeres fueron internadas y esterilizadas a la fuerza en el hogar de mujeres de Strogø durante entre 1923 y 1961. En todo el país, más de 5.000 mujeres, que se dice pronto, fueron esterilizadas en las Kellerske Anstalter en virtud de políticas de higiene racial diseñadas para frenar la supuesta propagación de la “deficiencia” hereditaria. Una de las demandantes tenía apenas 10 años cuando fue internada y fue esterilizada a los 20; la otra lo fue a los 18. El Estado danés reconoció el abuso en 2023 mediante una disculpa pública, pero se niega a asumir compensaciones alegando que las esterilizaciones se realizaron bajo las leyes de la época y que las reclamaciones están prescritas.
    

    Actualizo: ya ha salido la sentencia

    El Estado de Dinamarca tiene que pagar 50.000 coronas danesas de indemnización a Regine Løndorf (6.694 euros de mierda). Regine Løndorf fue internada por el Estado danés cuando era niña y permaneció años en las Kellerske Anstalter, donde estuvo encerrada y torturada bajo el pretexto de “protegerla” de sí misma y de la sociedad. A los veinte años fue esterilizada sin su consentimiento, una práctica entonces amparada por las leyes danesas. No fue la única. Cientos de mujeres sufrieron la violencia institucional del estado danés por ser consideradas “problemáticas” o “inferiores” en nombre de la moral y la ciencia.

    Regine Løndorf fue una de las 500 mujeres que, entre 1923 y 1961, fueron internadas por la fuerza en el hogar para mujeres de Sprogø, dependiente de la administración de asistencia a personas con discapacidad mental. Un horror que me parte el corazón. Foto: © Finn Frandsen, Ritzau Scanpix.

    Danmarks Radio publica un artículo explicando:

    El Ministerio de Asuntos Sociales y Vivienda deberá pagar 50.000 coronas danesas a Regine Løndorf, de 95 años, quien estuvo internada en el hogar para mujeres de Sprogø. Sin embargo, la compensación no se concede por su estancia en Sprogø, sino por la violencia que sufrió entre 1940 y 1948 mientras estaba en una institución en Brejning.

    En el mismo caso, Karoline Olsen, ya fallecida, también había solicitado una indemnización, pero el tribunal la rechazó porque todos los abusos que sufrió ocurrieron antes del 3 de septiembre de 1953, fecha en que entró en vigor la Convención Europea de Derechos Humanos.

    Así lo dictó el Tribunal de Copenhague este martes. Ambas mujeres forman parte del grupo de unas 500 internas que entre 1923 y 1961 fueron recluidas en el hogar para mujeres de Sprogø, destinado a quienes eran consideradas “moralmente débiles” o “anormalmente eróticas”.


  • 20 de octubre de 2025

    Aunque hace más de un siglo que se etiqueta a las personas como narcisistas, no siempre está claro qué se entiende por ese término. “Todo el mundo llama narcisista a todo el mundo”, afirma W. Keith Campbell, profesor de psicología de la Universidad de Georgia y experto en narcisismo. La palabra se “usa más de lo que se debería”, pero cuando se trata de un diagnóstico formal, cree que muchas personas lo ocultan, ya que existe un gran estigma en torno a este trastorno. Un narcisista tenderá a tener “una visión exagerada de sí mismo”, “una falta de empatía” y “una estrategia de utilizar a las personas para reforzar su autoestima o su estatus social a través de cosas como buscar admiración, exhibir bienes materiales o buscar poder”, afirma Campbell. Las personas con TNP pueden ser “extremadamente narcisistas”, hasta el punto de que “no son capaces de mantener relaciones estables, lo que perjudica su trabajo”, y tienen una “visión distorsionada de la realidad”, afirma.

    Lucy Knight, leído en El Diario


  • Soy un turista y me encanta

    15 de octubre de 2025

    Los viajeros no existen, son un invento romántico para sentirse superiores. No soy un viajero experimentado que esquiva menús plastificados y precios inflados. Soy un turista y tengo fe en recomendaciones demasiado bien traducidas. Me vendieron autenticidad envuelta en servilletas de papel y me la comí con gusto, porque en el fondo uno no viaja solo para ver lo real, sino también para reírse después de sus propios tropiezos.

    En realidad, todos somos turistas: miramos, nos perdemos, comemos en sitios reguleros y compramos imanes para la nevera. Bueno, eso yo no, no me gusta nada. Pero tengo amigos que sí. El turista vive el viaje con honestidad; el “viajero auténtico” finge profundidad para ocultar su vanidad.

    Prefiero mil veces una trampa turística con cerveza y risas que una charla pretenciosa sobre lo local. Ser turista es vivir, tropezar y reírse del propio entusiasmo.


  • 12 de octubre de 2025

    El ayuntamiento de Villamalea ha aprobado por unanimidad una moción que pide regularizar a los migrantes indocumentados.

    Y nos hemos enterado por el Guardian.

    “To us, it was the most natural thing in the world,” explained Núñez Pérez, as he paused to greet residents in the town’s central plaza. In recent decades, migrants from across the globe had been atrracted to Villamalea for the many jobs on offer.

    The steady supply of labour had helped turn the town into an agricultural heavyweight – about 70% of the mushrooms sold in Spain come from here – while also transforming Villamalea into a rich tapestry of residents whose roots trace back to 32 countries.


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