• Mariconazo

    Yo también soy un MARICONAZO. Si te crees que insultas con eso, es que te llega para no cagarte encima y poco más.

    Y esta es la razón por la que hay que resignificar los insultos basados en la identidad – zorra, mariconazo, negrata, sudaca, vieja, gordo…


  • Llevo sin parar de trabajar desde las 8:00 de la mañana y voy a tener que seguir trabajando el fin de semana. En teoría, tenía vacaciones, pero las cosas han cambiado muchísimo en 24 horas y ahora tengo que ponerme las pilas de la forma que hace un mes no me imaginaba que iba a tener que hacer.

    Tienes unos planes en la vida, y de repente What The Fuck.


  • Finlandia, tú antes molabas

    finland flag photography
    The 65-year-old former foreign minister, who if he wins would become Finland’s first Green and first gay president, said he had been surprised by the way his sexuality had become an issue of public interest in the second and final round.

    El candidato a presidente de Finlandia se pregunta que a qué viene tanta mierda conque sea maricón. Y tiene toda la razón del mundo. Primero, porque es un hecho que forma parte de su vida privada y no tiene relevancia ninguna para el puesto. Segundo, porque desvía la atención del debate político, que no es con quién se acuesta el jefe o la jefa del estado. Y tercero, porque es un aspecto totalmente irrelevante en relación con su capacidad de liderazgo.

    Finlandia, tú antes molabas.


  • Llevo tres días sin escribir nada por aquí porque mi vida está a punto de dar un giro inesperado, como los acontecimientos.


  • Hoy es un día muy emocionante. Tengo que hacer una cosa que me estoy muriendo por contar pero que no puedo por dos razones: porque no quiero que se gafe y porque no quiero tener que pasar la vergüenza de tener que decir que al final se ha quedado en ilusiones.


  • Las apps de citas son un vertedero emocional

    El nivel de hostilidad y violencia que se respira en Grindr pone los pelos de punta. Hay quien parece carecer de las más básicas normas de respeto, y la agresividad es lo que uno recibe en cuanto dices que no. Es habitual encontrar perfiles de gente que, da igual la edad, está por madurar. Esa arrogancia, y mira que el nivel lo pongo alto yo mismo, en realidad esconde unas inseguridades del tamaño de un piano y una autoestima cogida con pinzas.

    Algunos usan la plataforma como un vertedero emocional donde vuelcan su frustración y proyectan sus propias miserias. Y en momentos así, digo de nuevo, sigue sin haber una traducción decente para “entitlement”. Ese sentimiento de que el mundo, o el que tienen delante, les debe algo, sólo por estar a unos pocos kilómetros de distancia y con un par de abdominales en la foto.

    Grindr, en lugar de fomentar conexiones genuinas, aunque sea para un polvo puntual, se ha convertido en un espacio donde la hostilidad es la norma y el respeto brilla por su ausencia. El 70% de quienes usan este tipo de apps experimentan acoso, agresiones verbales o comportamientos abusivos. Y eso sin contar los bloqueos preventivos por tener pluma o pasarse de los 30.

    La comunicación digital parece distorsionar nuestras interacciones y deshumanizarnos. La falta de contacto cara a cara facilita que la gente se sienta menos responsable de lo que dice o hace. Es preocupante que una plataforma pensada para conectar a personas (y sí, también para hacer negocio) termine alienándolas y reforzando dinámicas tóxicas. Porque muchas de estas actitudes no son accidentales: son consecuencia directa de un modelo que convierte incluso nuestras emociones, deseos y cuerpos en productos que se consumen y se descartan.

    La juventud que entra en contacto con este tipo de entornos tiende a reproducir patrones de conducta que no ha inventado, sino que ha heredado: masculinidad tóxica, racismo, gordofobia, clasismo… todo bien mezcladito con muchos filtros y frases de autoayuda. En vez de buscar algún tipo de interacción razonable, muchos optan por atacar y menospreciar. Y las apps, lejos de frenar esto, lo perpetúan. Porque no les interesa que nos cuidemos nuestra salud mental; les interesa que sigamos enganchados para ganar dinero. Por mucho que nos digan.

    Eso sí, cuando llega junio, Grindr pone la banderita arcoíris, lanza cuatro stickers y te desea “Happy Pride”, mientras sigue ignorando la violencia cotidiana que se cuece en su plataforma. Todo mal.

    La clave está en reconocer estos comportamientos y no dejar que nos afecten, aunque sea difícil. Mantener una actitud firme, recordar que la hostilidad ajena no define el valor de nadie, y entender que detrás de cada comentario hiriente hay un contexto que no lo justifica, pero quizá lo explica. No hay que tolerar el abuso. Report, block y a otra cosa.

    Ahora bien, esto no se soluciona a base de bloqueos individuales. Hace falta algo más profundo. Necesitamos repensar nuestras formas de vincularnos. Crear espacios, también digitales, que no estén gobernados por el algoritmo de la inmediatez y el descarte, sino por el deseo de construir comunidad, de cuidarnos, de escucharnos. Plataformas hechas desde y para las personas, no desde Silicon Valley para que inviertan los de siempre.

    ¿Idealista? Puede. ¿Necesario? Seguro.


  • Ojo, que Israel debería ser expulsada de todas las competiciones internacionales, incluyendo las deportivas. Hay vida mas allá de Eurovision.


  • Los exámenes no siempre son necesarios, pero la evaluación, sí

    close up of hands

    Escribo esto desde un aula. Me toca vigilar exámenes y tengo tres horas y tres cuartos por delante para tocarme el nabo. A la fuerza, no porque quiera. En teoría, no debería estar trabajando, ni leyendo, ni escribiendo posts, ni echándole un ojo a instagram, ni respondiendo mensajes de wasap, ni haciendo nada de nada. Las reglas dicen expresamente que tengo que estar, efectivamente, vigilando. O sea, que tengo que estar pendiente de que los y las estudiantes no tengan dificultades para responder correctamente a las preguntas y puedan demostrar lo que saben hacer en igualdad de condiciones, que es un eufemismo para establece un estado policial y haz que Bergen-Belsen parezca un parvulario. Ni de coña. Me niego. Porque es que si no, me duermo. Son tres estudiantes y estoy yo solo, y creo que en breves minutos voy a tener que enviarle un mensaje a alguien porque me meo muchísimo.

    Últimamente he escuchado y leído eso de que los exámenes son inútiles y que sólo contribuyen a aumentar el nivel de estrés de las personas evaluadas y la cantidad de trabajo de los evaluadores. ¿Para qué examinar con un test de opción múltiple en un curso de derecho mercantil? Misterios insondables. No hay quien lo entienda. Te lo compro.

    También dicen que los exámenes son una cosa del pasado y que creer en ellos es de ser estrechos de mente porque tenemos que ir hacia “rutinas que favorezcan el desarrollo emocional del estudiante para que este crezca”. Lo de “crecer” es más ambiguo que el manual de instrucciones de un electrodoméstico chino traducido al inglés con Google Translate.

    Pero bueno, vale, admitamos que algunos exámenes están mal hechos y que hay mejores formas y más modernas de evaluar. Primero, no todos los exámenes son inadecuados (not all exams!). Y segundo: no se puede confundir los exámenes con la evaluación, eso sí es tener la mente más cerrada que el culo de un oso de peluche. 

    Llegado este momento, voy a dejar lo metafórico para otro momento porque creo que me voy a meter en un jardín con lo del oso y el culo.

    En serio, tronco, no seas cuñado: la evaluación de las capacidades de los estudiantes es absolutamente necesaria. Primero, la función principal de los centros educativos, independientemente del nivel, va más allá de la simple transmisión de conocimientos y habilidades correspondientes a cada programa educativo. También hay que medir la comprensión de los estudiantes, saber qué pueden hacer y cuánto han aprendido para garantizar el éxito del proceso: es absolutamente necesario que las personas que están aprendiendo, en un contexto de educación reglada o no, reciban feedback ajustado y detallado de cómo están progresando. Decir lo contrario es de ser “cuñados”, iba a decir, pero qué culpa tendrán ellos de que haya imbéciles por el mundo. No todos los cuñados son iguales. Not all cuñados!

    Es necesario dar consejos individuales a quienes aprenden a hacer cosas. Te lo creas o no, es un fenómeno que ocurre constantemente en casi cualquier interacción humana, excepto cuando hay circunstancias que lo desaconsejan. Damos feedback cuando alguien nos dice algo que nos sorprende y fruncimos el ceño cuando preguntamos por qué alguien ha hecho algo o cuando ponemos cara de asco mientras escuchamos lo que nos está contando nuestro mejor amigo sobre lo que le pasó el sábado por la noche. En definitiva, haya o no una persona que esté formalmente aprendiendo y siempre que exista una interacción, se está generando feedback, tanto si está acordado previamente como si no, tanto si está pensado para evaluar el aprendizaje como si no.

    Lo que es verdaderamente cateto es pensar que sólo se puede aprender por observación o que la evaluación no es necesaria para ofrecer consejos individuales. Pues se puede aprender por observación, como lo hacen otras especies o como cuando somos muy peques. Pero todo mejora en el ámbito académico si se dan instrucciones específicas y ajustadas a lo que el o la aprendiz puede o no puede hacer y eso sólo es posible si has evaluado antes lo que sabe hacer. Lo hacemos con los niños pequeños, tanto si son nuestros hijos, nuestras sobrinas o cualquier otro.

    Las críticas a los exámenes pueden ser válidas en algunos aspectos: muchas veces los profesores y las profesoras funcionamos por inercia, con la idea de que la mejor forma de evaluar es la que estamos repitiendo desde que empezamos a trabajar en esto. A veces, es que no hay otra forma. Por supuesto que los exámenes no es el único método de evaluación y que no es el más adecuado para todas las circunstancias. Pero sí es uno de tantos y es legítimo.

    Últimamente ocurre que no nos está dando tiempo a adaptarnos a cómo evolucionan las cosas, como nos pasa con la inteligencia artificial. Seguimos evaluando de la misma forma que cuando no existía la IA, algunos incluso evalúan sin haberse dado cuenta de que existe internet. O la electricidad. Unos son / somos más lentos que otros para adaptarnos. Es humano. Pero aunque todas estas críticas son lícitas, la evaluación sigue siendo esencial para comprender y guiar el progreso de cualquier persona que esté aprendiendo a hacer algo. No podemos enseñar sin evaluar, como tampoco podemos aprender sin ser evaluados.



  • Israel no es el judaísmo, ni todos los judíos son sionistas

    Una de las grandes victorias del sionismo es la narrativa que equipara criticar las acciones bélicas del estado de Israel con ser antisemita. En otras palabras, que la idea de que lo que está haciendo este país con los palestinos está totalmente justificado por la opresión que, durante milenios, han sufrido las poblaciones judías. En el momento en que nos preguntamos si podemos ser antisemitas por criticar a Israel, estamos muy cerca de justificar el genocidio contra los palestinos.  

    El sionismo es una ideología y un movimiento político nacionalista que busca el establecimiento de un estado judío en Palestina. Surgió en Europa a finales del siglo XIX y logró su meta con la fundación del Estado de Israel en 1948, aunque aprovechando que el Jordán pasa por allí, han visto un filón convenciendo a medio planeta de que tienen todo el derecho del mundo a defenderse matando a inocentes por los atentados de Hamás. No todos los judíos son sionistas ni justifican que su libertad dependa de la ocupación de Palestina, ni la creación del sistema de apartheid que mantiene a cinco millones y medio de personas encerradas, controladas y maltratadas. Por tanto, identificar el sionismo con lo judío es un error importante.  

    Israel no es el judaísmo, ni los judíos son Israel. No eres un antisemita por ser una persona con un mínimo de humanidad que piensa que matar a 30.000 personas y desplazar a dos millones alcanza unos niveles de brutalidad que no encaja con la idea de un país moderno, civilizado y democrático.