Cuando tu cerebro se pone creativo. La xenoglosia es ese fenómeno tan llamativo en el que alguien, de repente, empieza a hablar en un idioma que nunca ha aprendido. Ya hablé de esto aquí, sorry, pero es que me flipa. La imagen es de película: una persona entra en trance. Los ojos se ponen en blanco y, de pronto, recita en sánscrito, griego clásico o japonés como si hubiera estado toda la vida viviendo allí. Suena a magia, a posesiones y a vidas pasadas. Pero quizá lo único que nos está mostrando es lo raro y caprichoso que puede llegar a ser nuestro cerebro.
De los exorcismos al archivo mental. Históricamente, la xenoglosia se ha interpretado como señal de posesión demoníaca, comunicación con espíritus o prueba de reencarnación. Vamos, si te pones a hablar islandés sin haber pisado Reikiavik, a más de uno le daría por llamar a un cura, a Fríker Jiménez o a ambos. Lo cierto es que el fenómeno encaja mucho mejor con la idea de memoria involuntaria: esas carpetas ocultas que tenemos guardadas en el archivo mental y que se abren cuando menos lo esperamos.
¿Nunca te ha pasado que, después de años sin practicar, sueltas una frase en francés con la entonación perfecta? ¿O que de pronto sabes algo que te flipa y que no sabes de dónde lo has sacado? Pues imagina eso multiplicado por mil y con mucho dramatismo alrededor.
Y aquí viene el giro inesperado: la xenoglosia no deja de parecerse a la experiencia de descubrir un deseo, una identidad o una atracción que siempre estuvo ahí, aunque no fueras consciente. Como quien dice: “no sabía que era bisexual hasta que un día me enamoré de mi compañero de clase”. El archivo ya estaba, solo faltaba abrirlo. Igual que con esa frase en latín que escupes de golpe, aunque juraras no recordar nada del instituto.
Y ojo, detalle importante: los supuestos idiomas del más allá casi nunca son wolof, aimara o guaraní. Siempre aparecen lenguas con prestigio cultural, coloniales o exóticas en clave guay. Porque parece que hasta los fantasmas son eurocéntricos. La explicación es mucho más sencilla, no es más que acordarte de algo que no recordabas que recordabas. Porque una rosa es una rosa es.
La xenoglosia, más que un milagro sobrenatural, es el resultado de lo increíblemente creativo que puede ser nuestro cerebro. No es tanto un fenómeno paranormal como una prueba de cómo la memoria se esconde, se transforma y nos sorprende. Porque lo mismo un día sueltas una frase en griego clásico que creías olvidada, y al siguiente te descubres deseando algo que nunca habías imaginado. En ambos casos, no es magia: es tu archivo mental abriéndose a destiempo.