Clásicos

Dicen que la primera vez que apareció la palabra robot fue en R.U.R. (Rossum’s Universal Robots), de Karel Čapek, un autor checoslovaco de esos que nadie conoce y quien sí, dice que es el clásico entre los clásicos, el nonplusultra. Pues influido por críticos, comentaristas y petardos varios, y porque la encontré de saldo a 80 céntimos, ¡¡¡80!!!, nada de centavos de escudo de Vanuatu, que cuestan un potosí, no, céntimos de euro, pues eso, que allá que me compro La guerra de las salamandras, todo un clásico digno de figurar entre las cien mejores novelas de ciencia-ficción de todos los tiempos. Leo en Gigamesh:

El descubrimiento en una pequeña isla del Pacífico de unos anfibios dóciles con capacidad de manejar utensilios, hablar, leer y escribir, atraerá la atención del mundo entero; pero el primer hombre en explotar su verdadero potencial será un avezado empresario checo. Posteriormente, científicos, políticos y militares, desde sus posiciones mezquinas y sesgadas, intentarán obtener el mayor beneficio para ellos y para sus imperios ridículos. Atrincherados en sus feudos de poder, recelosos de sus vecinos e incapaces de prever el peligro, crean un modelo de sociedad para las salamandras que no tardará en acarrear consecuencias tan terribles como cómicas para la humanidad.

Vale, estupendo. Pues será un clásico. Valiente de mí, me lo leo. Y es entonces cuando la matan, bien muerta, así, pa que no pueda volver a moverse, la muy malandrina. Leo, también en Gigamesh:

[…] es la obra cumbre de Karel Čapek y una de las obras maestras de la ciencia ficción europea. Es una sátira prometeica en la que, con un sentido del humor memorable, la cortedad de miras de políticos y hombres de negocios conduce a uno de los apocalipsis más delirantes que se han imaginado jamás.

El autorY esto me toca las pelotas. Porque vale que el narrador tenga sentido del humor y vale que seamos capaces de detectarlo, pero de ahí a la “sátira prometeica”, va un trecho, digo yo, que ahora a todo lo llaman sátira, que es lo mismo que decir que lo de Martes y Trece era fina ironía deconstructiva. Seamos valientes y llamemos burla a lo que es una burla, que parece que esté malamente, oiga. No contentos con esto me dicen que es una mezcla de las parodias de Swift –parodias de Swift, parodias de Swift…– y de la crítica social de Wells. ¡Incluso lo comparan con Kafka! En fin –suspírese–.
Y es que ahora se llama clásico a cualquier cosa. No es que yo sea la persona más indicada para hablar de los clásicos, que hay siglos oscuros de la literatura que conozco igual que las leyes de propiedad horizontal, e. d., cero patatero, lo reconozco –el siglo dieciocho, ¡ay el siglo dieciocho!, qué penica de siglo, señor (y no soy el único que lo piensa, conste)–. Y llegado este punto se me ocurre hablar de los tópicos comentarísticos. Y paso a explicar inmediatamente de qué estoy hablando.
Amos a ver. ¿Quién no ha cogido una película del videocluppp porque en la parte de atrás decían que era una “comedia hilarante” y lo único hilarante es la cara de póquer que se te queda? Y esto es el ejemplo clásico. Aquí una lista rápida:

  • Comedia hilarante = tostón soberano.
  • Finamente irónico, ironía fina, inteligente parodia, comedia inteligente = un bodrio que no hay por ánde cogerlo, pero para cubrirnos las espaldas decimos que es inteligentísima, así, si no la entiendes es culpa tuya, pedazo de ijjjnorante.
  • Parodia X (donde X = personaje clásico de ficción / autor clásico con sufijo: “parodia prometeica”, “parodia valleinclanesca” y demás) = recuerda a X y me pego el moco para escribir un palabro larguísimo y aprovechando que el Pisuerga pasa por… por… ¿Ávila?, pues eso, que de paso fardo de saber mogollón de cine y literatura.
  • Estructura chauceriana = un pegomastre desligao y grumoso. En novela: cuentecicos. En cine: no se me ocurre, oiga.
  • Ritmo trepidante = sin sustancia.
  • X coral (donde X = novela, película) = Propia del cine oriental y la novela modernisísima, tendente a la violencia o al más profundo de los aburrimientos, ande hay cienes y cienes de personajes con nombre, dos apellidos, CIF y completo historial amoroso que recordar pa enterarte de algo.
  • X intimista (donde X = novela, película) = mucho texto profundísimo sobre los quehaceres cotidianos, «que ahora me apetece un café, ¡ay, el café, qué negro y qué caliente!, pero, ¿en realidad quiero el café?, ¿o más bien será que quiero el café por negarme a la evidencia de mi propio existir? No, quiero un café. Definitivamente. Con una madalena, ¡ay, la madalena!, ¿será la ignorancia?, ¿será mi sinvivir?, vale, quiero un café y una madalena… ¿le pongo azúcar al café?, ¡ay, el azúcar!«, y así treinta páginas, café arriba, café abajo. En cine, planos de cinco minutos y cinco palabras, a minuto por palabra.

Y muchos más, pero es que ahora no estoy inspirado, que si no…
PD: Consulten ahora mismo, en la novela de Auster, página 247, segunda palabra del tercer párrafo. ¿¿¿Es flipante o no es flipante???

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