Carlos Mazón debe dimitir porque su gestión de la DANA fue una irresponsabilidad y una tragedia. Mientras pueblos enteros se inundaban y la gente se estaba muriendo, el president estaba más pendiente de su agenda (o de lo que no podía escribirse en su agenda) que de coordinar una respuesta o de prevenir muertes.
¿Dónde estaba esa tarde? Es una pregunta legítima, no por morbo, sino porque los valencianos tienen derecho a saber si su máximo responsable podía haber evitado algo en vez de dedicarse al “ya si eso mañana”. Cuando la gente intenta salvar su vida, uno espera que su líder no esté precisamente en un restaurante, acompañando a una periodista o, para el caso, mirando Instagram.
Si la DANA fue un baño de realidad, él salió con flotador político y sonrisa institucional. Su política de emergencias se resume en “ya lo arreglarán los bomberos” y, de paso, “la culpa es de Perro”, mientras él anuncia planes grandilocuentes que se diluyen más rápido que una gota en el Turia, como el de ampliar la red del metro de Valencia. Si dimitir le parece excesivo, podría al menos reconocer que el desastre no lo trajo la lluvia, sino su mierda de previsión y dos copas de más a la hora de la comida.