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  • La vida sin twitter es mucho más aburrida. He estado intentando seguir algunas cuentas que me interesan mucho, pero muchas de ellas se han quedado por el camino porque tienen candado y no saben quién soy. Es una lástima, porque no me gustaría perder el contacto con esa gente, si es que al final no puedo recuperar la cuenta. Mastodon no es ni la mitad de divertido, y de la otra red, ni me acuerdo el nombre. Me he desinstalado Instagram, para desintoxicarme… así que aquí estoy. Gritos en el desierto.

    En otro orden de cosas, la vida es lo que ocurre entre actualizaciones de Office. Joder, no sé cuántos gigas llevo ya.

  • ¿Usar mucho Instagram es malo?

    Usar instagram es perjudicial para la salud mental.

    Respuesta rápida: sí.

    Scherlock y Wagstaff (2019) dicen que la exposición a imágenes de otras mujeres, especialmente si éstas son valoradas como físicamente atractivas, correlaciona negativamente con la satisfacción respecto del propio aspecto y la autoestima, lo que aumenta la probabilidad de la aparición de síntomas de tipo ansioso y depresivo. En otras palabras: las mujeres que pasan mucho tiempo en Instagram viendo fotos de otras mujeres consideradas bellas tienden a encontrarse peor, a estar más tristes y/o ansiosas y a pensar que valen menos y son menos atractivas.

    Las autoras se preguntan, muy inteligentemente creo yo, si esto no es lo mismo de siempre; hace décadas que las mujeres están expuestas a imágenes de otras mujeres bellas de forma constante. Hay una diferencia, no obstante: mientras que las modelos se entienden como mujeres hasta cierto punto «extraordinarias» y «excepcionales», las fotos que ven en Instagram son de mujeres «normales y corrientes». E. d., mientras que la comparación con una modelo es difícil porque es un ser humano como de otro planeta, la comparación con estas mujeres «normales y corrientes» es más fácil. No es lo mismo compararse con una cantante que gana millones a espuertas que con la del gimnasio del barrio, que está muy buena y lo sabemos todos. Es precisamente ése el pensamiento que tiende a provocar los sentimientos negativos: «¿por qué ella sí está buena y yo no?».

    Para entender ésto, es útil leer a Liu et al. (2016), que ya dijeron que el uso de las redes sociales aumenta la tasa de comparación social, e. d., la frecuencia con la que nos valoramos a nosotros mismos tomando terceras personas como referencia y no por variables intrínsecas. Vienen a decir que no es lo mismo ser feliz porque algo me hace sentir bien, que serlo porque tengo más que los demás o porque he conseguido publicar una serie de fotos en Instagram sobre un viaje acojonante a las Seychelles o porque ésa ya no me puede mirar por encima del hombro.

    Los efectos de estas comparaciones son más perniciosos cuando la gente que parece común y cercana y al mismo nivel socioeconómico que nosotras publica una foto en la que sale súper bien, parece que se ha tenido que gastar una pasta y se lo está pasando de agasajo. No digamos ya cuando publica una foto en el gimnasio con el hashtag #fitspiration (amalgama de estar «fit» e «inspiration», en inglés, o sea, «estar en forma» e «inspiración»). ¿Por qué esa (o ese) que ya está buenorra (o buenorro) necesita «inspirarse» para estar en forma? O sea, ¿no está contenta ya con tener unas piernas y unas tetas de la hostia, como para que encima nos esté restregando por el hocico al resto del mundo la cantidad de esfuerzo que dedica a estar buenorrísima (o buenorrísimo)? Es que luego me miro y pienso «qué gorda estoy». Y lo que es peor: «no solo estoy gorda, sino que además no hago nada por remediarlo», ya hemos caído en la trampa del «si quieres, puedes».

    Vuelta al principio. ¿Instagram es malo? Sí. Usar Instagram mucho te va a venir del culo para la salud mental. Los datos que recogen Sherlock y Wagstaff sugieren lo siguiente y son muy claros: cuanto más tiempo pasas mirando fotos de Instagram, peor te sientes y más probabilidad habrá de que desarrolles algún tipo de trastorno de tipo ansioso. No es coña: pasar horas en Instagram te hace infeliz y te deprime. Las autoras, además, concluyen que estos efectos se observan más en mujeres jóvenes, pero no porque sean más vulnerables, sino porque usan Instagram más. O sea: la edad no te protege de los efectos perniciosos de esta red, es que eres más viejas y la usas menos. Ya está.

    Ayer lo decía, no sabemos cuáles son los efectos a largo plazo del uso de estas redes sociales. Pero es que aunque haya evidencias de que nos está viniendo fatal todo esto, no sabemos cómo atajarlo. Igualito que fumar, ¿verdad?

    REFERENCIAS

    Liu, J., Li, C., Carcippolo, N. y North, N. (2016). Do our Facebook friends make us feel worse? A study of social comparison and emotion. Human Communication Research, 41, pp. 619-640

    Sherlock, M., y Wagstaff, D. L. (2019). Exploring the relationship between frequency of Instagram use, exposure to idealized images, and psychological well-being in women. Psychology of Popular Media Culture, 8(4), pp. 482–490.

  • La dismorfia del selfie

    sufrimiento

    Leo ésto en la web de la UOC:

    [El trastorno dismórfico corporal], descrito por primera vez a finales del siglo XIX y conocido entonces como dismorfofobia, es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo. Las personas que lo padecen (en torno al 2% de la población, con ligera prevalencia de hombres sobre mujeres) ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos.

    Pero en los últimos años los expertos advierten de que las redes sociales (en especial las más visuales, como TikTok o Instagram) han agudizado este problema. El Boston Medical Center habla de un nuevo fenómeno conocido como dismorfia del selfi para referirse a un nuevo tipo de pacientes que están acudiendo cada vez más a las consultas de los cirujanos plásticos. Su petición: parecerse a las fotos que publican de sí mismos en redes sociales después de filtros varios.

    Mireia Cabero Jounou, profesora de psicología de la Universitat Oberta de Catalunya. Enlace.

    Creo que no somos conscientes del impacto que está teniendo el uso de las redes sociales como Instagram sobre nuestro bienestar psíquico. Intuitivamente, sí, todo el mundo lo tiene claro, pero aunque hay un montón de investigaciones sobre cómo nos está afectando, nadie sabe muy bien cómo manejarlo, cómo lidiar con ello sin abandonarlas definitivamente. Compartir fotos con tu gente, en el fondo, no está mal. Habrá gente que necesitará compartir más, otras menos, igual que cuando no existía instagram y nos enseñaban las fotos de la boda o de las vacaciones. Quedas a tomar un café con amigos y unos te cuentan más y otros menos y creo que con las redes sociales, en el fondo, ocurre lo mismo.

    Ahora bien, cuando estamos observando la emergencia de fenómenos y patrones de procesamiento de la información que causan sufrimiento y que surgen de manera tan acelerada, al mismo tiempo que se van desarrollando las nuevas formas de comunicarse, es que ha llegado la hora de que pensemos muy bien hacia dónde vamos: o bien estas tecnologías están empeorando nuestra calidad de vida y nuestra salud mental, o bien estamos generando una alarma innecesaria que tampoco ayuda a gestionar las nuevas situaciones. En cualquier caso, hemos de darle una pensadita a todo esto.

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