Escribir no debe hacerte esclavo, lo haces porque quieres, porque te gusta, porque lo necesitas o porque te pagan, pero escribir un diario, una novela o lo que sea porque esperas la ovación del respetable me parece una pérdida de tiempo, cuanto menos. Es como el que canta óperas en la ducha: preséntate a Operación Triunfo o déjanos en paz, pero no nos pidas que te aplaudamos a través de las paredes, que somos vecinos, no admiradores tuyos, y si es lo que quieres y no lo consigues, no odiarás cantar, sino también que los demás canten y corres el riesgo de no volver a meterte en la ducha, ¡guarro!
Escribir es una afición como otra cualquiera, disfrútala y no te amargues. Y si deja de apetecerte, pues a otra cosa, mariposa. No entiendo a esa gente atormentada que no para de escribir sobre el –¿arte?– de escribir, es como cantar con voz de San Ildefonso las técnicas de respiración o pintar autorretratos frente al caballete, paleta en mano.
Y aquí estoy yo, escribiendo sobre la escritura. ¡Qué pesadilla!
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