La homofobia interiorizada: cuando tú eres tu peor enemigo

Homofobia interiorizada

Voy a hablar de algo que suena a palabro de manual de psicología pero que en realidad es más común que las ganas de cancelar planes un domingo: la homofobia interiorizada. Es básicamente cuando te han metido tanta mierda en la cabeza sobre ser maricón que acabas creyéndotela tú mismo. De esto ya escribí aquí.

Plot twist: la llamada de la vergüenza viene de dentro de casa. Eres tú, te lo creas o no, quien te está jodiendo la vida.

El enemigo invisible que vive en tu cabeza

La homofobia interiorizada es ese locutor de radio que no para de repetirte que hay algo mal en ti por querer follar con quien te da la gana. Es el resultado de crecer en una sociedad que te ha estado diciendo desde pequeño que ser hetero es lo normal y todo lo demás es, en el mejor de los casos, “raro” o “una fase”. No es una fase, pero el daño psicológico que causa fingir que sí lo es, ese sí que puede durar años.

Lo curioso es que puedes ser progresista, votar a partidos de izquierdas, ir a manifestaciones por los derechos LGBTIQ+ y aun así tener una homofobia interiorizada como un piano. ¿Por qué? Porque estas creencias se cuelan en tu cerebro cuando eres un crío, antes de que puedas desarrollar un pensamiento crítico o saber que existía Grindr. Son como un virus de ordenador que se instala sin que te des cuenta y que luego va jodiendo el sistema operativo poco a poco.

Síntomas de que eres homófobo y maricón

La homofobia interiorizada es una experta en destrozar la autoestima. Y no lo hace de golpe, no. Va poco a poco, como esa gotera que parece inofensiva hasta que se te cae el techo encima. Los síntomas más comunes incluyen:

Culpa post-todo: Te sientes culpable por ligar con tíos, por desearlos, por fantasear con ellos. Básicamente, te sientes culpable por tener una sexualidad completamente normal y válida.

Síndrome del impostor sexual: Intentas encajar en lo heteronormativo como si te fuera la vida en ello. Relaciones con mujeres que no te llenan, evitar espacios LGBTIQ+, borrar las apps de ligue cada dos días…

Miedo paralizante: Terror a que alguien se entere, a que te vean en un bar gay, a que descubran tu Grindr. Como si ser maricón fuera un crimen y no simplemente… ser maricón.

Autoboicot constante: Convencerte de que no mereces ser feliz, que los demás tienen derecho a encontrar el amor pero tú no, que tu sexualidad es un problema que tienes que “gestionar” en lugar de vivir.

El pifostio mental y cómo se cocina este desastre

La homofobia interiorizada no aparece de la nada. Es el caldo de cultivo perfecto que se cocina con estos ingredientes:

Una sociedad heteronormativa que da por hecho que todos somos heteros hasta que se demuestre lo contrario (y cuando se demuestra, sorpresa incómoda).

Comentarios homófobos normalizados: desde el “maricón” como insulto en el recreo hasta los chistes de tu tío en las comidas familiares.

Invisibilidad o estereotipos en los medios: o no existes o eres el mejor amigo gay con pluma que solo habla de moda.

Religión y tradición: porque nada dice “amor incondicional” como condenar a la gente por amar a quien ama.

    Todo esto se va acumulando en tu cerebro sin que te des cuenta, hasta que un día estás mirándote al espejo después de acostarte con alguien y te “das asco”. No porque hayas hecho nada malo, sino porque tu disco duro mental está lleno de malware homófobo.

    El camino de salida

    Aquí viene la parte importante: la homofobia interiorizada no es una sentencia de por vida. Se puede trabajar, deconstruir y superar. Pero no te voy a mentir, requiere curro. Mucho curro.

    La terapia funciona: Especialmente las terapias cognitivo-conductuales que te ayudan a identificar esos pensamientos irracionales y a cuestionarlos. Porque sí, es irracional sentirte culpable por tu orientación sexual. Una vez que empiezas a ver esos pensamientos como lo que son, errores de lógica basados en prejuicios, es más fácil combatirlos. Ellis habló de esto, lo menciono aquí.

    La comunidad salva: Rodearte de otros maricones, salir del armario (cuando sea seguro hacerlo), frecuentar espacios LGBTIQ+… Todo eso ayuda. No tienes que convertirte en activista ni llevar la bandera arcoíris tatuada, pero estar en contacto con gente que ha pasado por lo mismo te hace ver que no estás solo en esto.

    El trabajo personal es constante: No es que un día te despiertes “curado” de homofobia. Es un proceso continuo de desaprender mierda y reaprender a valorarte. Vas a tener recaídas, vas a tener días malos, y está bien. Lo importante es seguir en el camino.

    Mereces ser feliz

    La homofobia interiorizada es una de esas mierdas invisibles que joden la vida de mucha gente sin que nadie hable de ello. Es fácil señalar la homofobia externa, la de los demás, pero la que llevamos dentro es igual de dañina y mucho más insidiosa.

    Si te sientes identificado con esto, seamos claros: no hay nada malo en ti. Lo que está mal es una sociedad que te ha enseñado a odiarte por algo que es parte de ti. Desaprender eso no es fácil, pero es posible. Y lo más importante: mereces ser feliz, mereces vivir tu sexualidad sin culpa, y mereces rodearte de gente que te acepte tal como eres.

    Porque al final, aceptarte a ti mismo no es solo un acto de amor propio. Es un acto de resistencia contra todas esas voces que te dijeron que no eras suficiente.

    Recuerda: pocas cosas joden más al sistema que un maricón feliz y en paz consigo mismo.