La limerencia: el caos emocional que convierte tu cerebro en puré

scissors and a heart hanging on a wall

A veces pensamos que somos seres profundamente racionales, capaces de gestionar nuestras emociones con dignidad. Y luego, de repente, aparece una persona que ni siquiera sabe poner bien un emoji y tu cerebro decide cortocircuitar. En medio de esa espiral de decisiones cuestionables, aparece un concepto que merece un aplauso: la limerencia. Suena a producto para limpiar manchas de grasa, pero no. Es un término psicológico acuñado por Dorothy Tennov en 1977, tras observar el comportamiento caótico que los humanos llamamos “estar con el cerebro bailando claqué”.

Dorothy Tennov

Dorothy Tennov fue una psicóloga estadounidense conocida principalmente por identificar y nombrar el concepto de limerencia, una forma intensa y obsesiva de infatuación romántica que se convirtió en el eje de su trabajo más influyente. Nació en 1928 y dedicó gran parte de su carrera académica a investigar las emociones humanas, la atracción romántica y las relaciones interpersonales. En 1979 publicó Love and Limerence: The Experience of Being in Love, el libro que introdujo el término “limerencia” en la psicología y en el público general. Su investigación se basó en entrevistas, encuestas y observación clínica, y abordó el tema con un interés casi antropológico por comprender por qué los seres humanos se enamoran de la manera en que lo hacen.

Tennov sostenía que la limerencia es una experiencia humana universal, distinta del amor estable y duradero. Aunque el término no forma parte de manuales diagnósticos oficiales, ha ganado relevancia en psicología, asesoramiento de pareja y divulgación científica porque describe un patrón reconocible de atracción obsesiva. Continuó escribiendo y enseñando hasta su muerte en 2007, dejando como legado un concepto que muchas personas utilizan hoy para entender mejor su propio comportamiento romántico.

Qué es exactamente la limerencia

La limerencia es ese estado en el que estás obsesionado por alguien y tu cabeza funciona al ritmo de un hámster con dos cocacolas. Es el deseo emocional y físico llevado al extremo, mezclado con la creencia absurda de que la atención de la otra persona es básicamente un nutriente esencial. A diferencia del amor estable y maduro, la limerencia se alimenta de incertidumbre, interpretaciones delirantes y un anhelo constante de reciprocidad. Tennov lo estudió a través de entrevistas y cuestionarios, y descubrió que este fenómeno es sorprendentemente común en todas las culturas.

Hoy en día se considera un concepto especialmente útil en psicología popular y en el análisis de dinámicas románticas, ya que explica por qué tanta gente se queda atrapada en relaciones imposibles, vínculos intermitentes o “situationships” que no tienen ni pies ni cabeza. La limerencia es lo que nos ayuda a entender por qué estás más entregado que un paquete de Amazon cuando la otra persona no te hace ni puto caso.

Síntomas (también conocidos como “cosas que luego te dan vergüenza ajena”)

La limerencia comparte rasgos con la adicción, aunque te gastas menos dinero y no te deja los dientes hechos una mierda. Los síntomas típicos son:

  • Pensamientos intrusivos y totalmente involuntarios.
  • Fantasías épicas que ganarían un Grammy y que los demás comentan con el sticker de “Televisa presenta”.
  • Necesidad compulsiva de confirmar si la otra persona siente algo, aunque ese “algo” sea un simple visto.
  • Interpretación delirante de señales neutrales como si fueran declaraciones de amor: un “ok” o un 👍.
  • Idealización absurda del otro, que pasa a ser una mezcla entre Beethoven y un gurú emocional, aunque probablemente solo haya respondido “jaja”.

Este estado puede llevarte a comportamientos irracionales, cambios bruscos de humor y decisiones que te harán querer viajar al pasado para darte una colleja.

No es exclusivo de relaciones nuevas

La limerencia no es muy exquisita. Puede aparecer en relaciones recientes, en aventuras ocasionales e incluso en relaciones largas donde la emoción inicial ha mutado pero el sistema nervioso insiste en hacer horas extra. También puede provocar expectativas irreales, conflictos y una especie de montaña rusa emocional que sería divertida si no implicara ansiedad, insomnio y mirar el móvil cada dos minutos.

Además, hay algunos estudios recientes que sugieren que este estado está relacionado con circuitos dopaminérgicos similares a los activados por el juego o ciertas drogas, lo que explica por qué es tan difícil “soltar” a alguien aunque tu parte racional esté gritando que corras.

Mi anécdota personal (sí, yo también tengo el radar emocional roto)

Yo he sido víctima de la limerencia, especialmente con gente que apenas conocía y a la que convertí mentalmente en héroes. Hubo una época en la que mi vida social pasó a segundo plano porque cierto individuo me tenía babeando como un San Bernardo.

Un día, tras cancelar planes por enésima vez solo para quedar con esta persona, una amiga decidió darme un toque de atención. Días después me pidió disculpas por haberse mostrado brusca, pero me explicó cómo mi obsesión estaba arrasando mi círculo de amistades y, de paso, mi estabilidad emocional. Fue mi momento de iluminación. Mi teléfono sonaba (eran tiempos de SMS) y yo saltaba como si hubiera visto a Ayuso guiñándome un ojo.

Después de darle muchas vueltas, entendí la importancia de equilibrar la vida con las amistades reales con esa figura que te sube la tensión arterial con un simple mensaje. Sigo siendo alguien que se deslumbra con facilidad, y quienes me conocen pueden confirmarlo, pero ya no me lanzo al precipicio emocional como antes.

La edad ayuda. Las hostias de la vida también.

Referencias

Tennov, Dorothy. (1979) Love and Limerence: The Experience of Being in Love. Scarborough House.