No sé si será la lluvia o porque acabo de darme una vuelta por blogs “eróticos” –las comillas están por algo–, pero estoy de capa caída. Lo más interesante que me ha ocurrido hoy es que me han salido unas lentejas de caerse de culo –una punta de chorizo con sofrito de puerro, zanahorias, cebollas y tomate, las lentejas, de bote–, así que con semejante panorama, la musa –la de la mayonesa con la langosta, no, la griega, ¡je!– se me ha ido a tomar unas cañas, como siempre. Así que voy a meterme con alguien, que es lo que mejor se me da.
Os he dicho que me he dado una vuelta por blogs eróticos y he tenido que parar, porque como soy de padecer de la glucosa –índice derecho en hombro izquierdo–, he puesto bites de por medio y he salido de estas páginas, so riesgo de que me pegara una subida y me diera un coma glucémico. No sé si habrá alguna que os guste, pero yo todavía no he dado con la que tenga lo que me enganche. Porque a mí el erotismo a la Celia Cruz de «hoy tengo ganas de ti y de navegar por tus entrañas» no me levanta el ánimo –que aquí no se dicen marranadas–, y si no os lo creéis:
«Bla, bla, bla.»
NOTA: Hemos retirado el fragmento para no herir susceptibilidades suficientemente heridas.
Otra de esta guisa y me caigo de culo. Bueno, dejemos los eróticos para pasar a los de creación literaria (he cambiado los nombres para preservar la intimidad :D):
«Pepito perseveraba en su asedio de detective tras la sombra de Pepita. La perseguía por toda la casa, descubriendo ángulos de perspectivas imposibles desde los que observarla sin ser visto, sobresaltado por el presentimiento perpetuo de que en cualquier momento se encontraría con la sentencia definitiva que condenara a su corazón desvalido.»
Sí. Me caí de culo. ¿Tú te imaginas a Pepito persiguiendo a Pepita por la casa entre ángulos imposibles? Y no os quiero ni contar la risa que me dio cuando me enteré de que Pepito es el marido de Pepita y que ésta procuraba evitarlo a toda costa inventando tareas alejadas –no sé si se pondría a hacer macramé en Vladivostok o punto de cruz en las Malvinas– o cuando va y resulta que Pepita está tuberculosa perdida y él, cuando se entera, cae en los brazos de ella, la pobre, que no contenta con padecer la enfermedad, tiene que cargar con el huevón del marido, al que le da un chungo al ver la sangre. Y todo esto me pasa por morboso.
En fin, que vuelvo a los blogs de siempre, que son los que me garantizan el entretenimiento, que me van más las cosas cotidianas que las profundidades eroticoliterarias. Pero vale ya de criticar al personal, que parece que tengo el ego a punto de explotar de lo hinchado que está. Repito: el ego.
¡¡¡PUUUMMM!!!
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