El síndrome de Münchhausen, con dos haches, llamado trastorno facticio en el DSM-5, es un trastorno psiquiátrico en el que una persona simula o inventa síntomas de una enfermedad con el objetivo de recibir atención médica. Este trastorno puede implicar la activación de un comportamiento orientado a inducir síntomas o lesiones en sí mismo, como ingerir sustancias tóxicas o autolesionarse. E. d., además de simular unos síntomas, pueden estar también padeciéndolos, por ejemplo, por la ingesta de algo que provoque tales síntomas. También pueden falsificar los registros médicos o inducir la aparición de marcadores biológicos en las pruebas diagnósticas. La consecuencia, buscada, es que la persona termina recibiendo atención médica y del entorno.

El Münchhausen puede presentarse en dos formas, bien hacia uno mismo, bien hacia una tercera, en cuyo caso se denomina que es «por poderes» (o hablamos de un «trastorno facticio por poderes»): en este caso, el individuo, generalmente un cuidador, inventa o causa enfermedades en otra persona, a menudo un niño o una niña, con el fin de obtener atención médica. O sea, el niño o la niña: la compasión que genera la enfermedad provoca actitudes de apoyo social, lástima, ayuda y, sobre todo, atención. Si el Münchhausen ya da yuyu, éste segundo pone los pelos de punta. En cualquier caso, sea por poderes o no, involucran la producción intencionada de síntomas físicos o psicológicos para engañar a los demás y obtener atención.

¿Cuál es la diferencia entre el Münchhausen y la hipocondría?

El síndrome de Münchhausen y la hipocondría son dos condiciones diferentes, aunque comparten ciertas similitudes en el sentido de que ambas involucran una preocupación excesiva por la salud. Mientras en el Münchhausen los síntomas son inventados y, si no lo son, es porque son provocados, lo que implica que el individuo es consciente del engaño. En la hipocondría, oficialmente el trastorno de ansiedad por enfermedad, la persona experimenta una preocupación genuina por su estado de salud, generalmente porque interpretan de forma exagerada fenómenos observados, como un sarpullido o un dolor de cabeza: es más o menos pensar que tu migraña es debida a un tumor cerebral inoperable o, como me pasa a mí, que cuando me rasgo tengo sarna, ladillas o cualquier otra venérea. ¿Me pasa? Sí, con frecuencia. Sobre todo lo de las ladillas: me las noto correr por todo el cuerpo, saltando y bailando al ritmo de cualquier canción de Mariah Carey. Pero volviendo al tema, la diferencia entre el Münchhausen y la hipocondría es que en el segundo el individuo está convencido de padecer la enfermedad, sea ésta real o no. En el primer caso, no. Que se dé una condición médica es irrelevante.

Ojo con decir que tal persona es «hipocondríaca»

Todos lo hemos hecho alguna vez: «tal persona es hipocondríaca, es insoportable». Lo segundo, vale. Lo primero es peligroso. Primero, porque estamos utilizando una etiqueta aplicada a un diagnóstico de salud mental cuando en realidad lo que queremos decir es que el comportamiento de una persona nos molesta. No, una cosa es tener una enfermedad mental y otra ser estomagante. Igual, el gilipollas es quien va haciendo diagnósticos sin ton ni son, como lo del trastorno de personalidad narcisista. Ya no hace falta estudiar psiquiatría o psicología para conocer el tema en profundidad: con mirar dos reels de instagram es suficiente.

Segundo, cuando nos ponemos a diagnosticar enfermedades mentales a cualquiera y normalizamos el uso de esas etiquetas (anoréxica, hipocondríaco,…) estamos equiparando un comportamiento que puede ser más o menos molesto o sorprendente o que no entendemos con un problema de salud real. No es lo mismo comer poco que ser anoréxico. El problema es que, a fuerza de repetirlo, terminamos generando un escenario en el que, al final, se presta menos atención a los problemas y a las situaciones que requieren una intervención real. Es esencial abordar los síntomas de manera seria y buscar una evaluación médica adecuada para descartar posibles problemas de salud. Pasa con «estar deprimido» como con «me han hecho bullying». No, el bullying es un proceso muy concreto y si terminamos diciendo que es bullying una situación que no es tal, terminamos extendiendo la idea de que el bullying es menos serio de lo que en realidad es. No es lo mismo estar triste que estar deprimido.

Tercero: ¿a santo de qué vas tú ahora a hacer circular un rumor? No. Tanto si hablas de la intimidad de la persona como de… oh, espera, que si una persona sufre un trastorno mental de verdad no eres tú quién para hacer que la información circule porque eso es información privada de la que no eres dueño. O sea, que tanto si tienes razón como si no la tienes, lo que debes hacer es callarte la boca: o no tienes razón o no tienes derecho a decir lo que estás diciendo. E insisto: utilizar términos psiquiátricos de manera inapropiada contribuye a la minimización de los trastornos mentales y puede desalentar a las personas que realmente necesitan ayuda de buscarla.

Es crucial abordar los problemas de salud mental con sensibilidad y precisión en vez de al tuntún y sin tener ni idea. El diagnóstico y la atención médica deben ser proporcionados por profesionales de la salud entrenados y entrenadas que puedan realizar una evaluación exhaustiva y brindar el tratamiento adecuado. Etiquetar a alguien de manera incorrecta puede tener consecuencias negativas tanto para la persona como para la comprensión general de los trastornos mentales.

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