Ya se han terminado los compromisos navideños más importantes y ahora estoy dándole caña al TFM que tengo que entregar en unos días. Tengo la defensa a final del mes que viene y todavía tengo la argumentación cogida por los pelos. Estoy escribiendo sobre cómo el uso de las lenguas regula las relaciones sociales en las comunidades haredíes de Williamsburg, en Nueva York, y mi hipótesis principal es que usan el yidis para las interacciones con otros individuos dentro del grupo, el hebreo para situaciones ceremoniales y el inglés no sólo para dirigirse a las personas de otros colectivos sino también para tratar temas socialmente problemáticos o tabúes, como las relaciones sexuales.

El tema me apasiona, en serio, pero ahora mismo soy un hombre pegado a un portátil mientras muchos de mis amigos están disfrutando de unos días de descanso. Me encantaría estar con ellos en vez de andar escribiendo un TFM sobre sociolingüística, la verdad. Me levanto, me hago el desayuno y me pongo hasta las 7 o las 8 de la tarde.

Pero mucho quejarme y yo con la mirada ya puesta en hacer un doctorado sobre el mismo tema en la Universitat de València, a mis 46 años. Hay días en que pienso que es una locura y que si estoy hasta arriba con un TFM, no quiero ni pensar lo que será escribir una tesis trabajando a tiempo completo. He escuchado historias de terror sobre lo desesperante que puede llegar a ser y lo largo que se te hace, pero siempre he querido hacerlo y he pensado que ahora o nunca. Si lees esto y has estado en esa situación, escríbeme, que tengo muchas preguntas.

GRAZIAS DE ANTEBRASO.

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