Muchas veces he pensado que si la mayoría de películas que estrenan en los cines son tan malas es porque la gente pide exactamente esas cosas. No hay más que ver las cifras de películas más taquilleras en España en 2006, según Cinetic:
- Piratas del Caribe 2 (27 millones €)
- El Código Da Vinci (26 millones €)
- Ice Age 2 (19 millones €)
- Alatriste (16 millones €)
- Cars (12 millones €)
- Memorias de una geisha (11 millones €)
- Volver (10 millones €)
- X-Men 3 (9,6 millones €)
- Superman Returns (9,1 millones €)
- Crash (8,2 millones €)
Quitando la de Almodóvar y Crash, y podemos discutirlo un buen rato, ¿creéis que el resto son buenas películas? A ver, no que nos hayan gustado, sino que pensemos que son buenas películas. No sé, no sé, que muchas veces he pensado que nos ponen lo que buscamos y que, en realidad, la mayoría busca películas que sean fáciles de entender –si es que hay que entender algo en absoluto– o que simplemente sean entretenidas. Yo reivindico
- que seamos selectivos y realmente vayamos a ver lo que nos interese,
- que no tengamos miedo a ver películas subtituladas y coproducciones italoarmenias y
- que no nos tomen más el pelo con aquello de las cinco estrellas del Fotogramas, porque, al fin y al cabo, estas revistas, como las literarias, están vendidas a más de un interés.
Sí, tenemos lo que queremos, pero también lo que nos imponen. Las productoras pequeñas –eso de “independiente” me mata bien matao– no disponen de los medios de promoción suficientes como para que una película con actores desconocidos se pueda ver en cada capital de provincia, que ya ni hablo de los cines de otras ciudades. Si en Valencia la oferta ya está bastante limitada, no quiero ni pensar cómo será en Castellón, por ejemplo. Así terminamos todos yendo a ver Piratas del Caribe o Alatriste. Y es que odio a Pérez Reverte, el pobre, no sé qué habrá hecho para merecerse esto. Las productoras gordas –me refiero a las empresas, no a las ejecutivas, que dudo que las haya gordas, por cierto– hacen casi siempre películas que son fáciles, previsibles, vacías pero llenas de colorines. Lo que no sé es por qué hay gente que se pirra por X-Men, por ejemplo. ¿Conocéis a alguien?
Y conste que no estoy pidiendo que a partir de ahora veamos solamente cosas verdaderamente profundas, sesudas y concienzudas: hay un montón de películas entretenidas y bastante mejores que las que nos suelen llegar de EE.UU. Sé que es un tópico, pero prefiero el cine europeo –quitando las plastas, que haberlas, haylas– y el oriental al norteamericano. Y sé que no soy el más indicado para hablar de películas chinas, por ejemplo, que a mí todo lo que huela a terror japonés me encanta y sé que algunas son verdaderos bodrios: me gustó mucho Llamada perdida, de Takeshi Miike, lo digo sin vergüenza ni pudor y sé que estoy quedando como la chata, que no sé quién sería, pero tuvo que pasar lo suyo, la pobre. También es cierto que hay películas norteamericanas que me han gustado mucho, son ligeritas pero no me parecen malas, como Pequeña Miss Sunshine (Dayton) y What’s Cooking (Chadha), por ejemplo. Pero la mayoría de las que proyectan en los multicines son mierda aún humeante.
En fin, creo que el gusto por el cine, igual que pasa con la literatura, el paladar y el olfato, se pueden educar. Y no hace falta ir a los clásicos a la rusa o a la francesa –por poner un ejemplo rápido– para disfrutar de buenas películas y buenas novelas. Y sí hay películas estupendas que no nos llegan y que, aunque no son la monda de filosóficas, no son basura 100% garantizada.
¿No?
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