Sigue, Lucifer, sigue

Hemos instalado los esmailis para los comentarios. Si alguien no los ve o los ve mal, o le manda el comentario al carajo y está seguro de que no necesita gafas ni ha bebido más Chinchón del estrictamente necesario, que se ponga en contacto conmigo.

 

Buenos días a todo el mundo y feliz comienzo de semana, si es que “feliz” y “comienzo de semana” son compatibles en una misma oración. Atención, que va post intrascendente, avisados quedáis.

Este fin de semana he estado totalmente ciberdesconectado: el sábado celebré un cumpleaños –fiesta que duró todo el día, por cierto– y el domingo, compromiso familiar al canto y visita a amigos. Cuando entro en el blog me encuentro con el tema de la palabra mágica –que no es ni más ni menos que para evitar el spam, así que esto es cuestión de susto o muerte y me quedo con el susto– y con los comentarios de Ana2 y Sonia, a las que nombro ahora mismo escuderas mayores del reino, ya que en mi ausencia dirigen ellas el cotarro, y bien dirigido, por cierto:

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS.

Tras estos breves aplausos diré que me regocija haberme encontrado este comentario de Alejandro en la entrada a propósito de las cuestiones religiosas y la masturbación:

 

«No mames tu eres un religioso mentiroso mejor vete a rezar por tus pecados y no andes en internet poniendo comentarios estupidos lo malo es que si lo lee un muchacho sin criterio se va atraumar estoy seguro que eres un hipocrita y haces cosas peores.»

Mi primer consejo para Alejandro es que salpimente sus comentarios con comas, que a puntito he estado de morir de asfixia. Claro que no sé si ha sido con premeditación para que me fuera al otro mundo a la mayor brevedad o lo ha hecho como recurso literario, que sabe que nos molesta mucho lo del monólogo interior, y digo «nos», en plural mayestático, porque yo lo valgo. Además, cualquiera que me conozca sabe que yo de religioso tengo lo mismo que de máquina de tortura sexual, pero eso no viene al caso. Lo que me da muchísima, insisto, muchísima risa es que alguien me diga que si algún muchachito sin criterio lee algo de lo que se escribe por aquí, quedará ¡Cuánta paja!«atraumado», repito, «atraumado», del verbo «atraumar», de por vida. Pues si alguien se atrauma de por vida, que se atraume, le está bien empleado por ser tierno chaval y buscar «masturbación» en Google. Eso le pasa por pubertoso y pajillero, que son palabras sinagogas.

A Alejandro también le diría, qué sé yo, pues que tiene razón: sí hago cosas peores que alguna pajilla furtiva –y no furtiva también, también llamadas «pajillas afurtivas» o «pajuelas desfurtivas»– y lo de mamar ya me lo callo, que los imperativos negativos siempre dan ganas de hacer justo lo contrario, y si no os lo creéis, os digo ahora mismo que no penséis en un elefante rosa y que me venga alguien con el cuento de que no ha pensado en un paquidermo pink, porque miente con alevosía, con todos mis respetos a los elefantes rosas, no me vayan a tachar de raro a estas alturas. Conclusión: no me digas que no mame, que me entran ganas de hacerlo, y no es plan de ponerse a mamar a tontas y a locas –que son las más fáciles, como dicen Les Luthiers–, ¡venga a mamar!, ¡venga a mamar!, más que nada porque no queda nada elegante, o lo que es lo mismo, queda «inelegante», «diselegante» o, técnicamente, «anelegante», palabra que no tiene nada que ver con la pulcritud y donosura con la que mostremos al respetable la parte exterior del recto y adyacentes en ciertas reuniones de sociedad.

El jardín del Edén (Cranach)Y yo le pregunto a Alejandro, para risotada de los habituales, cómo narices ha llegado a ese texto sobre la masturbación, porque digo yo que buscando «teorías del cosmos», «recetas de pollo al chilindrón» o «versos alejandrinos» no se llega hasta él, claro. Pero como los algoritmos y funciones de Google son inescrutables, no me atrevo a poner la mano en el fuego, que me quemaría y duele bastante. Y hablando de fuegos, tengo que poner la comida al ídem, que casi se me olvida. Así que, Alejandro, no me seas pillín –y no me hagas reír llamándome «hipócrita», porque a saber cómo has llegado tú ahí– y confiesa en ésta, nuestra cibercomunidad, cuáles son tus pecados, que yo ya he confesado los míos y me consta que me Teresa de Ávilavoy a ir derechito al infierno sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000. Y a mucha honra, oigan ustedes, que la idea de pasarme el resto de la eternidad entre el memo de San Judas Tadeo y el tufo a marihuana de Santa Teresa me provoca escalofríos –sobre todo porque San Pedro no habrá permitido poner ADSL, y no sé qué haría sin páginas informativas sobre la masturbación–, además de que, como se dice, hay gente bastante más interesante en el infierno, de esa que se sabe todas las claves para entrar a las páginas tipo tetasgordaspuntocom, que seguro que Satán tendrá Telefónica y móviles 3G, de los que te puedes tunear con estriptises y politonos de orgasmos: «Sí, sí, Lucifer, sigue, sigue… aaaaaaa».

Pues eso, que la semana se presenta cruda. Amén.

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