La Frikitiva
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  • Sobre los deberes en los coles

    18/07/2025
    Enseñanza, Yo opino que
    white graphing notebook

    Sigo sin entender cómo en pleno 2025 seguimos defendiendo los deberes de toda la vida. Que no, que no “forman el carácter” ni “preparan para la vida real” ni hacen que se repase lo que se ha aprendido. Lo que hacen, muchas veces, es reforzar desigualdades. Sorpresa. Porque no es lo mismo hacer los deberes en una casa con wifi, silencio, apoyo y fruta cortada que en un piso con tres hermanos, una tele a todo volumen y una madre que llega a las ocho reventada del curro. Y sí, las madres son las que siguen ocupándose de que la muchachada estudie y haga los deberes como toca.

    Ojo con el reparto de tareas: cuando los deberes entran por la puerta, el patriarcado se sienta a la mesa. En muchísimas casas, son las madres las que asumen el seguimiento escolar: las que preguntan, las que imprimen, las que se sientan a repasar. Y no porque los padres no estén, sino porque seguimos arrastrando la idea de que la educación (como los tuppers, las vacunas o las notas del cole) es “cosa de ellas”. Así que los deberes no solo alargan la jornada escolar, sino también la de muchas mujeres que ya llegan al final del día hechas mierda. Es una carga que no se contabiliza, pero pesa.

    Los deberes funcionan y han funcionado siempre como una extensión de la jornada escolar, pero sin maestras, sin condiciones, sin igualdad de oportunidades y, sobre todo, sin sentido pedagógico. Y en esto somos quienes nos dedicamos a esto los que tenemos que darle una buena pensadita. Son la prueba de que seguimos midiendo la educación en tiempo y no en calidad. De que seguimos creyendo que más es mejor. Spoiler: no lo es. O de que la letra, con sangre entra.

    Y sí, claro que puede haber tareas con propósito pedagógico: leer algo que emocione, investigar una pregunta, escribir lo que te pete con unas pautas para hacerlo de forma ordenada o practicar matemáticas en situaciones de la vida cotidiana y no repartiendo manzanas. ¿Por qué siempre son manzanas? Pero eso no suele ser lo que se manda. Lo que se manda son fichas en serie, multiplicaciones sin contexto, redacciones tipo “qué hice el fin de semana” (lo mismo de siempre, profe). Tareas que aburren hasta a la tortuga, que nadie quiere corregir y que acaban crispando a toda la familia. El objetivo es terminarlos para que puedas ver la tele o jugar a la consola o cerrar la puerta de tu habitación

    A veces me da la impresión de que los deberes siguen ahí no porque funcionen, sino porque no nos atrevemos a deshacernos la idea de que la educación tiene que doler. Que la infancia necesita entrenamiento, no socialización y pasarlo bien. Que cuanto antes se acostumbren a las exigencias del sistema, mejor. Repito: nos importa que aprendan a cómo funciona el mundo y a que se saquen las castañas del fuego, no sea que vayan a convertirse en personas de paguita.

    Lo que necesitan estas criaturitas de Dior es tiempo libre, juego, descanso, conversación, equivocarse sin pánico, aprender sin castigo, cagarla en un entorno en que puedan hacerlo y aprendan. Lo que necesitan son adultos que no anden todo el día diciendo “venga, que se te acumula”. Y siempre bajo la premisa de que primero son los deberes y después el disfrute, ahí, para que aprendan a quitarse las cosas de encima y a cumplir con sus obligaciones.

    Con siete años, kary, lo que tienen que hacer es saltar como macacos y hacer coreografías en grupo. Ya aprenderán la cultura del esfuerzo más tarde, que de eso hay tiempo.

    Los deberes, tal y como los entendemos, no forman: clasifican. Y siempre clasifican igual. Refuerzan las ventajas de quien ya las tiene. Penalizan a quienes no pueden. Y enseñan desde muy peque a adaptarnos a este capitalismo que nos hemos montado. Y luego fingimos sorpresa cuando vemos a quién votan los jóvenes.

    Cuando viene un niño acojonado a confesar que no ha terminado los deberes, o cuando una madre me escribe agobiada porque no le da la vida para ayudarle, me dan ganas de coger todas esas fichas y hacer una hoguera bien grande, con mascletà, y todo. Porque si educar va de eso, mal vamos.

  • “Yo, adicto”

    09/07/2025
    Citas

    El enfermo no acepta ser adicto, no reconoce que necesita ayuda. Vive en una subcultura particular y utiliza un lenguaje con códigos típicos de esa subcultura para comunicarse. Es una persona con inteligencia promedio o superior (la mayoría). Tiene conflictos con la autoridad y la rechaza. Es egocéntrico e individualista, se suele preocupar poco por los demás. Distingue entre el bien y el mal, pero cuando actúa primero lo hace y después piensa (es impulsivo). Tiene controles internos pobres o débiles. Es inconsistente, no persevera. Comienza las cosas pero no las termina. No tolera la rutina. Vive el presente como un niño. Quiere las cosas cuando las pide y no puede esperar. No planifica en base a la realidad. Es manipulador, siempre busca salirse con la suya. Es inmaduro, ansioso e inseguro. No aprende de sus experiencias ni de las de otros. Tiene una bajísima tolerancia a la frustración y también una bajísima autoestima. No se hace cargo ni se responsabiliza de sus conductas, los culpables siempre son los demás. Presenta embotamiento afectivo, le cuesta sentir amor y se le hace muy difícil recibirlo. Es mentiroso y se cree sus propias mentiras. Tiene ambiciones y autoexigencias desmedidas, así como una gran capacidad para seducir y agradar. No se conforma nunca, siempre quiere más. O provoca conflictos con su pareja (objeto que puede usar como quiere) o, por el contrario, se deja usar. Trata de modificar el mundo de acuerdo con sus propios intereses. Le cuesta aceptar las reglas y las pautas externas. Es un ser desconfiado. Su complejo de inferioridad a menudo se desarrolla en forma de patología narcisista. Tiene poca confianza en sí mismo. A veces se torna irascible, negativo y hostil. Siente una culpabilidad y una vergüenza permanentes con autodesvaloración, minusvalía y tendencia al autocastigo. Tiende a la amargura existencial y la depresión. Necesita obtener la aprobación de los demás.

    Javier Giner, p. 115.

  • Las desigualdades se aprenden en primaria

    29/06/2025
    Enseñanza
    shabby chalkboard on stone wall

    La educación primaria es una de las etapas más importantes en el desarrollo de una persona: no sólo se aprenden mates, lengua o ciencias. También se van entrenando competencias fundamentales que nos van a acompañar durante el resto de la vida. Es el punto de partida, no sólo de lo académico, sino de cómo vamos a entender el mundo, cómo nos vamos a relacionar y cómo vamos a enfrentarnos a los marrones que nos caigan después. Y estoy, sinceramente, hasta el coño de que se piense que la escuela no está para «educar». Es precisamente eso lo que hacemos, mucho más de lo que las familias piensan

    Desde una perspectiva psicobiológica, este periodo es efervescencia cerebral. Las conexiones neuronales van a toda hostia, se reorganizan y se adaptan. Es un momento privilegiado para aprender, para absorber, para establecer patrones que luego se nos van a quedar pegados como un chicle en la suela del zapato. Se forman hábitos, se construye la autoestima, se entrena la capacidad de resolver problemas, se aprende a convivir. Pero además, y esto no se dice lo suficiente, es un periodo donde se establecen las bases de las desigualdades estructurales que arrastraremos durante toda la vida si no hacemos nada por corregirlas.

    Porque no, no todos los niños y niñas empiezan la carrera desde el mismo sitio. Algunos nacen ya con el viento en contra. Y si no entendemos eso desde una perspectiva de clase, estamos jodidos. Si vienes de una familia con pasta, con tiempo, con estabilidad emocional, tienes ventaja. Si no, todo cuesta el triple. Y ahí es donde entra la educación pública, no como una ONG buenista, sino como garante de equidad: para corregir, no para premiar. Para redistribuir oportunidades, no para “estimular el talento” como si fuera una tómbola genética.

    Hay más: desde la primaria se empieza a enseñar, de forma más o menos sutil, cómo debe comportarse una niña y cómo debe comportarse un niño. Y spoiler: no suele salir bien. A las niñas se les enseña a callar, a ser responsables, a cuidar; a los niños, a liderar, a competir, a comerse el mundo. Si no desmontamos los roles de género desde pequeñitos, luego no hay feminismo que lo arregle. Si no hablamos de consentimiento, de emociones, de autocuidado, de igualdad en serio desde primaria, estamos criando a las próximas víctimas y a los próximos agresores sin saberlo.

    Porque la escuela primaria también es un espacio de socialización crítica. Aprendemos a convivir con otras personas, a negociar, a frustrarnos sin tirar la silla por la ventana, a entender que el mundo no gira en torno a nuestro ombligo. La escuela es el primer laboratorio de democracia, de comunidad y de empatía. Y eso es mucho más importante que saberse los ríos de Europa, aunque también venga bien.

    Además, desarrollar una comprensión lectora sólida no es simplemente saber juntar letras: es aprender a no tragarse bulos, a leer entre líneas, a distinguir una opinión de un hecho. En la era de la desinformación algorítmica y los reels que dan pereza hasta a la inteligencia artificial, esta capacidad es un superpoder. Nos vacuna contra la manipulación, y eso, amigues, es un acto político de primer nivel.

    Y por si aún hay algún liberal leyendo esto (¿qué tal, cómo va eso de pensar que el mercado lo arregla todo?), os dejo un bonus track: una educación primaria pública, gratuita y de calidad no es un capricho progre, es una inversión en capital humano. Que sí, que suena frío, pero si te va lo económico, agárrate: cada euro que se mete en educación primaria se recupera multiplicado. Porque menos fracaso escolar = menos paro = más productividad = más contribuyentes. Y esto lo dice hasta el FMI, no sólo los alternativos intensitos de la UNESCO. Aunque si la empresa que tienes sólo quiere exprimir al personal y echarlo antes de que cumpla los 50, igual esto no te interesa tanto, ya tú sabes.

    Pero volvamos a lo importante: una educación primaria inclusiva y equitativa es la mejor herramienta que tenemos para reducir desigualdades estructurales. En primaria se aprenden los valores, sí, pero también se empieza a intuir cómo funciona el mundo, quién tiene poder y quién no. Si la escuela no visibiliza las injusticias, si no se habla de racismo, de clase, de género, de colonialismo, de cuidados, ¿entonces cuándo? Porque lo personal es político, y lo educativo también. He dicho.

    La personalización del aprendizaje no es un lujo, es una necesidad democrática. No todos aprenden igual, no todos necesitan lo mismo, no todos llegan en las mismas condiciones. Y esto cuesta pasta. Mucho. Y es una inversión, no un gasto. Porque sin inversión no hay equidad, y sin equidad, no hay justicia social. Y sin justicia social, bueno, ya sabemos en qué termina la historia.

    Los países que invierten en educación primaria ven resultados. Mejora la salud, baja la criminalidad, sube el compromiso cívico. Finlandia, en esto, algo sabe, y mira que me da rabia decirlo. Y no, no es sólo porque coman salmón y tengan bibliotecas bonitas, que también. Es porque se toman en serio a su infancia. Porque saben que la educación no es una cuestión de caridad, sino de supervivencia colectiva. Y por cierto, las bibliotecas bonitas cuestan dinero. Igual que reducir la ratio de estudiantes por clase. Yo qué sé.

    Pensar que la educación primaria no es un pilar esencial para el desarrollo humano, social y político de una sociedad es ser, con todo el cariño, muy mónguer. Invertir en primaria es invertir en igualdad, en democracia y en un futuro donde no tengamos que escribir estos posts con los dientes apretados.

  • Hay que desinstalarse Instagram

    06/06/2025
    Yo opino que
    person using smartphone

    Hay que desinstalarse Instagram. No hoy, ayer. Yo ya lo hice, pero mucha gente cercana lo sigue usando y cuando me pasan algo me horrorizo por sistema. Lo que empezó como una red social para compartir fotos con filtros feos se ha convertido en una máquina de triturar autoestima, fomentar el narcisismo y venderte la ilusión de que todo el mundo está más bueno, más feliz y es más productivo que tú. Spoiler: no. Pero claro, cuando vives viendo vidas retocadas a golpe de algoritmo, el cerebro se lo traga. Y luego tú con tu cara de lunes y tu panza normal te crees defectuoso y sientes de todo menos paz. No es casualidad. Es negocio.

    Instagram no es sólo una app: es una fábrica de ansiedad con branding minimalista. Te vende a ti y te paga con una patada en los cojones a tu salud mental. Todo en ella está diseñado para que compares, compitas, consumas y te sientas un poco peor contigo mismo, justo lo suficiente como para que vuelvas a entrar. Y lo peor es que nos han hecho creer que el problema somos nosotros, por no «usar las redes con moderación», como si la adicción no estuviera programada. Así que sí, desinstálatela. No para convertirte en un monje zen, sino para recuperar tu tiempo, tu atención y, con suerte, un poco de dignidad digital.

  • 29/05/2025
    Breves

    Si estáis suscritos al canal de WhatsApp de El País, veréis hoy que han publicado unos stickers gratuitos con titulares reales del periódico. Mis dieces.

  • ¿Por qué necesitamos educación sexual en las aulas?

    05/05/2025
    Educación, Yo opino que
    person holding a yellow condom

    Manuela Carmena escribe en el epílogo a «Violadas o muertas: Un alegato contra todas las ‘manadas’ (y sus cómplices)”, de Isabel Valdés, un libro que recomiendo, sin más:

    Cómo es posible que esos cinco jóvenes andaluces no fueran conscientes de que estaban utilizando a una mujer como si se tratara de un mero objeto con orificios variados? ¿Cómo puede ser que una juventud con unos niveles de alfabetización suficiente (los acusados tienen estudios; algunos, formación militar) tenga una formación en lo sexual tan primaria, brutal y despiadada? ¿Qué ha sucedido en nuestras escuelas para que esto sea así? ¿Ofrecemos en nuestros centros educativos una verdadera educación sexual?

    La pregunta de Carmena no solo es pertinente, sino urgente. No basta con saber leer y escribir: la alfabetización sexual y emocional es inevitable para construir una sociedad segura y sin ella es imposible que avancemos como sociedad. La ausencia de una educación sexual integral deja espacio a la pornografía y a los discursos misóginos como principales fuentes de aprendizaje afectivo-sexual entre los jóvenes. Una educación sexual de calidad, impartida desde edades tempranas, no se limita a hablar de anatomía o prevención, sino que enseña consentimiento, empatía, respeto y el valor de los vínculos humanos. Es una herramienta de prevención frente a las violencias sexuales. Porque cuando la escuela calla, otros, menos éticos y más violentos, ocupan su lugar.

  • ¿Hemos perdido el control? Crianza, salud mental y móviles: la ruleta rusa del siglo XXI

    02/05/2025
    Educación, Yo opino que
    students sitting inside the classroom while using their smartphone

    Tengo a unos amigos de visita en casa. De esas visitas que te hacen recordar que no todo está perdido porque aún hay gente con la que puedes hablar durante ocho horas seguidas sin mirar el móvil. Ironía. Él es arquitecto y nos conocemos desde hace treinta años. Ella es psicopedagoga y la conozco a través de él. Ella y yo tenemos la sensación de estar viviendo una especie de distopía educativa con wifi.

    A los dos une algo más que la amistad y su marido: tenemos en común un oficio difícil y una preocupación creciente. Porque criar y educar en 2025 es como montar un mueble de IKEA sin instrucciones, pero con una voz en off que te grita “a ver si lo haces perfecto, que si algo sale mal, va a ser culpa tuya”.

    Las escuelas están asumiendo cada vez más responsabilidades de las que ya tenían: emocionales, sociales, cívicas, tecnológicas, e incluso terapéuticas. Y con cada nuevo quebradero de cabeza, las herramientas de trabajo se nos van escapando de las manos aunque la inversión haya aumentado y cada vez sea más nítida la convicción social de la importancia de nuestro trabajo en el desarrollo de las generaciones que están por venir. Se nos exige más y se nos deja hacer menos. Si un chaval lo pasa mal, si no se regula o si fracasa, al final se nos ve como los culpables y responsables últimos, y las circunstancias de esa situación, el contexto y la historia que el chaval tiene detrás cada vez son menos relevantes. Que si el profe no vio venir el problema. Que si el cole no actuó. Que si, que si, que si. La culpa es nuestra.

    Pero, como se dice en inglés, hay un elefante en la habitación. Uno que brilla, vibra y se carga por USB.

    Los móviles, las redes, los algoritmos saben más de nuestros chavales que nosotros mismos. Este artículo de El Diario lo dice claro: desde 2012, los problemas de salud mental en menores se han disparado, sobre todo en chicas. Y no, no se debe solo a que ahora se diagnostique más. Tiene que ver con un diseño tecnológico que atrapa, sobreestimula y genera vulnerabilidad a medida. ¿Te suena?

    La adolescencia ya era una montaña rusa emocional antes de que TikTok se sumara a la fiesta. A esta montaña rusa le hemos quitado el cinturón de seguridad. Lo dicen los datos, lo dicen los psiquiatras, lo vemos cada día quienes trabajamos con ellos. Y lo intuyen los propios jóvenes, que muchas veces se sienten sin control y sin red.

    Y mientras, nosotros—familias, profes, educadores—intentamos tapar goteras con una cucharilla. Con suerte, nos organizamos y podemos retrasar el día en el que reciben su primer móvil. Pero las apps están diseñadas para saltarse filtros, atrapar su atención, exprimir sus datos… y sobre todo para que cada vez sea más difícil que las familias y los cuidadores y las cuidadoras tengan cierto control sobre el uso que hacen de los smartphones. No se nos puede olvidar que esto no va solo de límites parentales, va de una industria que debe asumir su parte de responsabilidad.

    ¿Podemos seguir educando como si esto no pasara? ¿Como si cada chaval no tuviera una ruleta rusa en el bolsillo? No. Hay que repensar. Rediseñar. Resistir un poco. Desde las casas, desde las aulas, pero también desde las leyes y las empresas tecnológicas. Porque no, nos vamos a la mierda. Y porque, como educadores (y aquí incluyo a las familias), nos merecemos es no sentirnos siempre los culpables de un sistema que ni siquiera diseñamos nosotros. Si las instituciones que regulan el sistema educativo no intervienen, vamos a flipar.

    No podemos seguir dejando esta responsabilidad únicamente en manos de las familias y los centros educativos. Es urgente que los gobiernos asuman su papel y actúen con decisión. Necesitamos una regulación clara y efectiva que obligue a la industria tecnológica a diseñar productos seguros para la infancia y la adolescencia, con garantías reales de protección por defecto. No se trata de demonizar la tecnología, sino de exigir que se construya pensando en el bienestar de los más vulnerables. Porque sin una intervención firme desde lo público, seguiremos educando a ciegas en un entorno diseñado para lo contrario.

  • We are all running from pain

    25/04/2025
    Citas, Política, Yo opino que
    white and blue medication pills

    In 2012, enough opioids were prescribed for every American to have a bottle of pills, and opioid overdoses killed more Americans than guns or car accidents.

    […]

    We are all running from pain. Some of us take pills. Some of us coach serve while binge watching Netflix. Some of us read romance novels. We will do almost anything to distract ourselves from ourselves. Yet all these trying to insulate ourselves from pain seems only to have made our pain worse.

    Anna Lembke, “Dopamine Nation”

    En 2012, en EE. UU. se recetaron tantos opioides que alcanzaba para que cada persona tuviera su propio botecito. Una muestra gratuita de bienvenida al apocalipsis: ese año, murieron más personas por sobredosis que por armas o accidentes de coche.

    Según Lembke, y estoy de acuerdo, todos huimos del dolor. Unos con pastillas. Otros enganchados a series que ni les gustan, pero algo hay que ver mientras ceno. Algunos se zambullen en novelas románticas con más clichés que sentido o en ensayos profundísimos para que todo el mundo piense que son la hostia de sabio. Hasta aquí creo que las tengo todas. Mea culpa.

    Y luego están los que menos soporto: esos maricones que follan sin parar porque creen que eso les gusta y terminan enlazando un rollo con otro y sin poder hablar de otra cosa que de lo mucho que copulan. Pero están insatisfechos, frustrados y exhaustos por el esfuerzo de aparentar lo felices que son. Qué casualidad que casi todos son unos misóginos de cuidado; te lo digo yo que soy ese estereotipo de marica resentido que se cree el faro moral de Occidente.

    Leyendo a Lembke soy capaz de verbalizar eso que intuitivamente ya sabía: cada uno con su droga. Lo importante es no quedarse solo con uno mismo, no vaya a ser que nos caigamos mal.

    El problema es que tanta distracción no nos salva del dolor, lo amplifica. Es como ponerle una tirita a una fuga de gas: es una idea terrible, todos lo sabemos, pero lo haces porque patatas. Hay que ser feliz a tope y pasarlo genial. Y esto no solo es un veneno para tu estabilidad y tu bienestar, es que es una cuestión política.

    Cuando el capitalismo te vende que lo respetable no solo es la productividad sino la felicidad y el placer inmediato, acabas yonqui perdido de la dopamina, rascando notificaciones de Grindr y likes en Instagram como si fueran pepitas de oro, pero infeliz y trabajando sin descanso para pagarte esas cosas que te han convencido de que necesitas.

    Ser infeliz, estar triste o aburrido no es productivo. No genera riqueza. Que nos hayan convencido de que la felicidad es un estado irrenunciable de la vida humana es la perversión cultural más terrible que hemos sido capaces de crear.

  • Cómo detectar la mierda (digital) que nos intentan colar cada día: «Contra la charlatanería»

    15/04/2025
    Citas, Libros
    white android tablet turned on displaying a graph

    La circuncisión está asociada al autismo. El estreñimiento se asocia con la enfermedad de Parkinson. La tasa de matrimonios tiene vinculación con la de suicidios. Pero esto no quiere decir que la circuncisión cause autismo, ni que el estreñimiento sea el culpable de desarrollar la enfermedad de Parkinson, ni tampoco que el matrimonio sea causa de suicidio. Es parte de la naturaleza humana creer que cuando dos cosas están asociadas de alguna forma una causa de la otra. Al fin y al cabo, la evolución ha llevado al ser humano a percibir el mundo de esta forma y a buscar pautas que se repiten en nuestro entorno. Esta actitud nos ayuda a evitar el peligro, obtener alimento, establecer contactos sociales y a muchas otras cosas. Pero a menudo nos precipitamos a la hora de sacar conclusiones acerca de qué causa qué.

    Carl T. Bergstrom y Jevin D. West, «Contra la charlatanería»

    En serio: deberíais leer este libro ya mismo. Y no lo digo en plan «tu vida depende de ello», sino más bien en plan «si quieres dejar de ser el pringado que se come todo lo que le dicen por redes, este libro te va a salvar la vida (o al menos un par de discusiones familiares)».

    ¿Qué es el «bullshit» y por qué deberías preocuparte?

    Lo primero que hacen Bergstrom y West, los autores de Contra la charlatanería, es ponerle nombre a la bestia: «bullshit», que no es más que toda esa mierda cognitiva que nos meten por los ojos cada vez que abrimos Twitter (perdón, X), Instagram o cualquier red social donde reina la desinformación y los cuñaos son los amos de la conversación. Son todos esos datos que te ponen juntos para que tú deduzcas que un hecho es la causa de otro. O como cuando procesan estadísticamente unos datos no representativos, como con lo de la circuncisión y el autismo.

    Que sí, que ese estudio es real y sí, los números parecen sostener las conclusiones. Pero para empezar, se trata de datos recogidos con una muestra homogénea de individuos musulmanes, inmigrantes y, por tanto, empobrecidos. Ojo al dato. Como se realizó en Dinamarca, la muestra no es en absoluto representativa de la población. Segundo problema. Y si además no controlas las variables que hay detrás de esta muestra (por ejemplo, saber cuáles son las causas de la inmigración, si la evaluación se ha realizado en la lengua materna de la muestra o la diferencia en el tipo de crianza) y la muestra es demasiado homogénea (e. d., no contaron datos de niños daneses, circuncidados o no), las conclusiones no valen ni para limpiarse el culo. Tampoco hace falta ser Einstein para preguntarse si la mitad de la población masculina de Israel es autista. Y lo dejo ahí porque me enciendo.

    Si tienes un poco de sentido crítico —y si estás leyendo esto, quiero creer que sí—, ya te habrás dado cuenta de que la información falsa cse propaga como el olor a pedo en un coche cerrado. Especialmente cuando viene cargada de argumentos racistas, machistas, clasistas o simplemente estúpidos. Así que sí, es urgente ponerse las pilas con el pensamiento crítico o acabarás defendiendo sin querer al imbécil del novio de tu amiga en una cena de antiguos alumnos. Y nadie quiere eso. Ni aguantar al gilipollas ese, ni ir a la cena de antiguos alumnos.

    Cuando los gráficos mienten más que hablan

    Un ejemplo: una de las cosas más útiles del libro es cómo te enseñan a detectar trampas visuales. Porque sí, si los números pueden estar manipulados, los gráficos también mienten. Y si has visto alguna vez Antena 3, lo sabes.

    Vamos con un ejemplo mítico: el gráfico de barras del 20 de diciembre de 2015, en plena vorágine electoral. Con un eje truncado de forma escandalosa, lograron que una diferencia relativamente pequeña pareciera una victoria aplastante. Parecía que el de Ciudadanos iba a ser presidente del Gobierno. Spoiler: no lo fue. Y no porque no le pusieran ganas, sino porque el gráfico era un burdo intento de manipulación.

    La moraleja es doble: revisa siempre los ejes y escalas de los gráficos que te plantan delante. Las formas sí importan. Y lo segundo, ya que estamos, los informativos de Antena 3 son liberales en lo económico y gilipollas en lo social. Como todo lo que se autodenomina «de centro» y luego te mete miedo con la inmigración en prime time.

      ¿Por qué deberías leer «Contra la charlatanería»?

      Te lo resumo: Te enseña a identificar y combatir la desinformación en la era digital, ayudándote a no caer en manipulaciones, bulos ni titulares tramposos. Y, por el mismo precio, mejorarás tu pensamiento crítico y ganarás herramientas prácticas para analizar la info que te llega cada día, tomar mejores decisiones y dejar de parecer un papagayo con WiFi.

      Este libro no es solo para frikis de la ciencia o para periodistas. Es para cualquiera que esté harto de tragar con todo lo que le dicen por pantalla, sea la del televisor o la de tu móvil. No es una vacuna contra la estupidez mediática, pero si lo fuera, iría tocando ponérsela. Así que nada, lo dicho: léetelo, recomiéndaselo a tu cuñado, si es que lee, y empieza a mirar los gráficos, cuestiona los datos y pon cara de «a mí no me la cuelas, imbécil».

    1. Hungría se quedó sin arco iris

      15/04/2025
      LGTBIQ+
      Manifestación del Orgullo en Budapest

      Lo que está pasando en Hungría no es una distopía sacada de Black Mirror, aunque ojalá lo fuera. El gobierno del fascista y ridículo Viktor Orbán ha metido mano a la Constitución para aprobar una reforma que parece escrita con tinta del siglo XIX, siendo generosos. Prohíben eventos públicos LGTBIQ+, como las marchas del Orgullo, y reducen el género a «hombre o mujer», negando la existencia de identidades trans e intersexuales. Cuesta creer que hayan dado luz verde al reconocimiento facial para identificar y multar a quienes se manifiesten pacíficamente. Todo esto, dicen, para “proteger el desarrollo infantil”, como si los maricones fueran el problema, y no la violencia, el porno o el capitalismo. Lo que acaban de hacer es recortar derechos como quien poda un bonsái: libertad de expresión, fuera. Libertad de reunión, a tomar por saco. La comunidad internacional buenrollista ya ha levantado la ceja: 22 embajadas europeas y hasta la Comisión Europea han condenado la medida. Aunque igual podrían ser un poco menos tibios con la represión y el retroceso autoritario de los derechos de la ciudadanía y se montan un «a ver si te callas» como hizo el campechano, aunque esta vez con razón. Deberíamos preocuparnos por este cambio en la constitución húngara, porque silencia a la comunidad LGTBIQ+, erosiona los principios democráticos del país y amenaza con contagiarse a los países vecinos de esta, nuestra Europa «civilizada». Hungría se merece algo mejor.

      Lo peor es que esto no se va a quedar en Hungría. Con la ultraderecha viniéndose arriba en varios rincones de Europa, este tipo de recortes puede empezar a parecer normal si no nos andamos con ojo. Hoy prohíben el Orgullo allí, mañana aquí, y cuando nos demos cuenta estaremos celebrando «la ceremonia», como en Gilead. Toca, para variar, ponerse los tacones y defender nuestros derechos con uñas y dientes, pancartas y mucho brillibrilli, que es lo que les jode. No sólo empeora la situación de los maricones y las bolleras, por mencionar a alguien: es toda Hungría, un pueblo civilizado, la que sale perdiendo.

      Cuando Orbán entre por la puerta grande del Infierno, le esperarán Satán y su corte de bolleras para ponerle bien de rímel y atarle frente a un televisor con Priscila, reina del desierto en bucle, por toda la eternidad. Viktor, cariño, deja a tus compatriotas vivir como les salga del coño y tómate un puñadito de sal, a ver si te da un infarto y nos alegras el día a los demás.

      🇭🇺 ✊ 🏳️‍🌈

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