Mordor, Verano de 2023















El lenguaje es un aspecto fundamental de la comunicación y la interacción humanas. Sin embargo, para algunas personas, el lenguaje puede ser un desafío, más aún cuando padecen un trastorno del lenguaje.
¿Qué es un trastorno del lenguaje? Es una condición en la cual una persona experimenta dificultades para comprender o expresarse de manera efectiva mediante el lenguaje. Estas dificultades pueden afectar la forma en que la persona habla, comprende, lee o escribe. Los trastornos del lenguaje pueden manifestarse de diversas maneras y se clasifican en diferentes tipos: los hay que afectan a la comprensión, a la forma en que se articula o a cómo se manipulan los elementos y se construyen secuencias con significado. Estos trastornos no están relacionados con problemas de audición, discapacidad intelectual o falta de exposición al lenguaje.
Estos son algunos de los trastornos más habituales:
Continúa leyendoEl TDAH no existe, es un cuento de las farmacéuticas para vender. La medicación para el TDAH es droga. Las niñas no tienen TDAH. Si tienes TDAH, llevas una vida de mierda. Los adultos no tienen TDAH. Una buena educación (o incluso una hostia a tiempo) y verías como se acaba el cuento del TDAH.
No es el único diagnóstico de saludo mental sobre el que se dice algo parecido: hay quien cree que la depresión no existe, o que la anorexia es sólo una fase y que todo se pasa tomándose las cosas con tranquilidad. Mis favoritos sobre el TDAH son tres: uno, que es una condición que afecta mayoritariamente a niños, no a niñas, que se desvanece mágicamente al llegar a la dead adulta, cuando se madura y que es un invento de las farmacéuticas para vender medicación y para drogar a los niños con ánimo, yo qué sé, de conquistar el mundo.
Primero: no tratar el TDAH es lo mismo que ignorar la presión arterial o el colesterol altos. Sin medicación, el TDAH implica algunos riesgos importantes para la salud y el bienestar: según Brunkhorst-Kanaan et al (2021), los individuos con TDAH sin medicar tienen un mayor riesgo de sufrir accidentes a lo largo de la vida, un riesgo que es especialmente alto entre los 18 y los 25 años, por ejemplo, de sufrir un accidente de tráfico. Además, presentan una mayor tasa de abuso de sustancias y de sufrir trastornos de la conducta, así como cuadros depresivos y de ansiedad. Esto último también lo confirman Jensen (2001) y Daviss (2008).
En el post de un grupo de FB sobre literatura han preguntado cuál era el libro con el que los participantes se aficionaron a leer durante la infancia. Mucha gente ha respondido con libros como Cien años de soledad o El Quijote.
Aficionarse a la lectura a los 7 años con Cervantes me parece poco probable y, en cualquier caso, creo que hay obras más adecuadas. Podemos discutir si la saga de Harry Potter, Los Tres Investigadores o El Pirata Garrapata son mejores o peores, pero mi intuición me dice que la gente joven podrá coger el hábito con más facilidad que leyendo a Zolà o a Dostoyevsky. Dependerá también de qué lea la familia o qué actitudes tengan hacia la lectura, pero si tenemos que depender de que las familias conozcan y aprecien el canon literario, entonces nuestra infancia está jodida.
Continúa leyendoUna de las características fonológicas del murciano que yo no conocía consiste en algunos hablantes pronuncian la oclusiva bilabial sonora /b/ como nasal /m/. Allá van algunos ejemplos:
Castellano | Murciano |
---|---|
boniato | moniato |
boñiga | moñiga |
veneno | meneno |
aspaviento | aspamento |
Al parecer, se debe a la influencia del valenciano sobre las hablas murcianas: de hecho, hay testimonios de que el valenciano llegó nada menos que a Granada durante el siglo XVI. ¡Hasta Granada!
Colomina i Castanyer, J. (2000). «El dialecto murciano como resultado del contacto lingüístico medieval castellano-catalán». En Estudios de sociolingüística, 1(1), pp.153-172
Durante once años he estado dando clases en secundaria y a lo largo de este tiempo he sido tutor de diez clases. Me he encontrado ante casos de estudiantes que habían desarrollado un trastorno de la conducta alimentaria y esas ocasiones era yo quien debía hacerse cargo de las adaptaciones necesarias en el instituto: organizaba reuniones, evaluaba regularmente la si había algún progreso y tenía la responsabilidad de la comunicación entre el centro y los servicios sociales. No soy experto en el tema ni de lejos, pero ahora tengo claro que la información es fundamental y que detectar indicios de que algo puede estar ocurriendo es clave para actuar con rapidez y prestar el apoyo necesario lo antes posible.
Si algo he aprendido es que, primero, se trata de una coyuntura que requiere muchísimo trabajo, constancia y atención exhaustiva a la interacción del / de la estudiante con quienes estamos en contacto permanente con él o ella: eso nos incluye también a las personas que trabajamos en los centros de enseñanza. Además, es un proceso de apoyo larguísimo, interminable, porque en cualquier momento y, sin razón aparente, hay una recaída (si es que ha habido una mejoría) y debes evaluar la situación de nuevo y desde todos los puntos de vista: ¿has metido la pata? ¿Ha ocurrido algo que no preveías? ¿Esos cambios que observas, de verdad se deben al trastorno? Y a pesar de que aquí en Dinamarca existen mecanismos rápidos y eficientes, nadie te da la formación que necesitas, es imposible encontrar los documentos que te expliquen cuáles son los pasos administrativos que debes dar y vas aprendiendo sobre la marcha, muchas veces a costa de cometer errores muy graves. Como yo.
Después de haber estado interviniendo en bastantes casos, unos tres por año, me he dado cuenta de que, aunque los maestros y las maestras vean claramente que algo está ocurriendo, para las familias es extremadamente difícil detectar esas señales que te dan una pista de que algo no va bien. A veces te encuentras conque las familias ni se lo habían imaginado y tienen reacciones de todos los tipos: preocupación, indiferencia o, en el peor de los casos, incredulidad. Otras veces confirmas las sospechas que ya tenían y entonces el proceso puede ponerse en marcha con rapidez. Raramente ocurre que el entorno estaba al tanto y que ya se está abordando la situación. Entonces me pregunto por qué, si los chavales pasan tantas horas en clase, a veces más que con sus familias, no nos han informado antes: la cooperación entre ambas partes es fundamental.
En todo caso, nuestra función en la escuela no es la de convocar una reunión con la familia para notificar que hay un trastorno de la alimentación porque eso no nos corresponde, aunque a veces la experiencia te permita ver que la pérdida de peso es obvia. Sí debemos dar la voz de alarma e investigar, en la medida de nuestras posibilidades, qué ocurre. Una vez llegas a un acuerdo con las familias y si te dan su permiso, contactas con los servicios sociales para que se encarguen de evaluar si es necesaria alguna intervención. Con suerte, y si presentas la documentación correctamente (que ese es otro tema), te envían a una persona con los conocimientos y la experiencia, generalmente un psicólogo o una psicóloga especialista, para que tome las decisiones que haya que tomar.
Lamentablemente, ni las familias ni nosotros tenemos la formación suficiente para detectar estas situaciones a tiempo. Por eso es tan importante que sepamos cuáles son algunos de los factores que pueden darnos la pista de que algo está ocurriendo. No soy experto en el tema, pero he encontrado un artículo de Juan Crespo, muy conciso, sobre cuáles son estos indicios y qué hacer en estos casos. El autor escribe que, en muchas ocasiones, se puede observar lo siguiente:
Esta lista no es una receta mágica para que diagnostiquemos un trastorno de la conducta alimentaria: para eso hay que tener una formación específica. Pero no está de más que estemos alerta si vemos que alguna persona de nuestro alrededor está dando estas señales, especialmente si se trata de niños en edad escolar. Siempre es bueno informarse, por ejemplo en los centros de salud, si se tiene alguna sospecha y no está de más prestar especial atención a los cambios en este tipo de conductas: cuanto antes se aborde la situación, mejor.
Más allá de a quién votes y cuál sea tu postura política, poner en circulación este tipo de bulos es un intento de manipularnos y asume, quizá con razón, que no somos capaces de tener nuestra propias opiniones. Los bulos hacen eso: pensar que todo el mundo es tonto.
Las declaraciones de Irene Montero sobre la educación sexual se están tergiversando con un descaro inaudito para sacar beneficio político. La ministra no está haciendo una apología de la pederastia, no dice que los niños y las niñas deban tener sexo, sino que que la gente joven debe saber cómo ha de afrontar las relaciones sexuales con más información de la que teníamos en su día, que era más bien poca. Y añade que estos recursos debe proporcionarlos las instituciones públicas de educación. Ni más, ni menos. Pero crear una narrativa sobre la supuesta apología le viene muy bien a la caverna para, una vez más, echar mierda sobre políticas de izquierdas, mientras calla sobre los casos de pederastia de la Iglesia, por ejemplo, o sobre el hecho de que la educación sexual en nuestro país está en manos del porno.
Pero no sólo son los medios los que contribuyen a crear estos bulos. Por supuesto que me preocupa que el periodismo de este país esté polarizado y que difunda mentiras con esta impunidad. Pero me inquieta más aún que personas influyentes del ámbito académico y literario (ejem) tomen parte activa para sacar beneficio político e crear el rechazo social hacia leyes como la ➞ley trans que, por cierto, todavía no ha entrado en vigor. Se da por supuesto, o al menos yo lo hago, que son (o deberían) no estar a merced de estas manipulaciones y que, en cualquier caso, buscan y divulgan la verdad; para eso están en las instituciones académicas. ¿Que la verdad es un concepto problemático? En muchas ocasiones es así. Pero ojo: no siempre. Que una persona haya afirmado algo o no está sujeto al principio de falsabilidad: puede y debe comprobarse que lo que se dice, efectivamente, ha salido de la boca de la ministra.
Forma parte de los procesos de funcionamiento de la democracia que haya grupos que se opongan a una iniciativa legislativa y hagan lo posible, dentro del marco de estos mecanismos, para pararla. Están en todo su derecho. Pero la mentira y los bulos van más allá de lo que, en mi opinión, debería ser la discusión abierta y sensata sobre cualquier asunto relevante para la ciudadanía. Hacer, voluntariamente, que estas mentiras circulen, pone en peligro nuestras libertades y nuestros derechos. Punto.